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Diario YA


 

Los Jesuitas

Abel Hernández. 19 de noviembre.

Ha realizado su primera visita oficial a España el nuevo superior general de la Compañía de Jesús, el español Adolfo Nicolás, nacido en Villamuriel de Cerrato (Palencia) unos días después de estallar la guerra civil. Lo primero que hizo al llegar a Barcelona fue verse con la prensa. Este afán de comunicación y transparencia del llamado “Papa negro” es de agradecer, lo mismo que su talante abierto y sincero. El sucesor de Ignacio de Loyola viene de Oriente donde se ha pasado media vida.

Personalmente he subrayado algunas de sus declaraciones, que considero especialmente interesantes. Reconoce que los jesuitas deben continuar su tarea de formación de líderes, porque “hay que reconocer con humildad que no podemos cambiar las cosas sin un equipo de líderes, sin gente que pueda estudiar los problemas con cierta profundidad”. Paradójicamente la influyente Orden de San Ignacio mengua y envejece. En un solo año los jesuitas han pasado en España de 19.200 a 18.800 miembros, y los noviciados están vacíos. Una pena que refleja la crisis del catolicismo español.

Cree el padre Nicolás que la Iglesia se renovará; pero que esa renovación, como ha ocurrido en otras épocas históricas, no vendrá necesariamente de la jerarquía, sino de grupos carismáticos, de abajo a arriba. Le preocupa sobre todo la incomunicación que se da entre los jóvenes y las religiones. “Las generaciones jóvenes -dice-, y no por generación espontánea, sino por las experiencias negativas que se han ido acumulando, han perdido su confianza en las religiones sistematizadas, organizadas, porque han visto que la frescura del mensaje original se pierde por la insistencia en mantener ciertas formas, ciertos principios, de manera repetitiva”.

Y esta es su visión hoy de nuestro país, que me parece muy atinada: “La impresión que me llega de España es la de un laicismo militante. Un laicismo anti por encima de todo. Anti-clerical, anti-Iglesia, anti-jerarquía. No pretendo defender a la jerarquía, ni al clero, pero un laicismo militante significa luchar contra la propia historia, la propia tradición… Creo que en España nos falta algo de madurez laica, de madurez democrática”. La verdad es que este laicismo anti o fundamentalismo laicista, originado por resabios del pasado, es un mal sucedáneo de la religión, no contribuye a la maduración de la democracia y entorpece gravemente la misión de la Iglesia, su renovación y su adaptación a las nuevas realidades. En esas estamos.   

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