Miguel Massanet Bosch. Conservo en un rincón de mi modesta biblioteca un ejemplar de una pequeña obra, escrita por Alberto Flaquer, editada en Abril de 1.963, enmarcada en tapas de cartón cubiertas de tela roja; en cuyo anverso, escrito con letras doradas ya envejecidas por el tiempo, figura su título: “Checas de Madrid y Barcelona”. Su autor, en el breve prólogo de la obra, dejó escrito lo siguiente: “fue ese medio represivo de la checa, al hablar de los innumerables sufrimientos que en ellas padecieron millares y millares de seres, al referir la crueldad y el sadismo de que hicieron gala los instigadores de tan horrible instrumento carcelario, enjuiciamos la culpa de una minoría consciente, de cuanto sucedió en definitiva”.
Sin duda que hubiera sido más provechosa para nuestra juventud y para muchos adultos de flaca memoria que, a los escolares, les hubieran leído este pequeño librito de los crímenes y torturas que se perpetraron en la retaguardia socialista, separatista y comunista; en lugar de obligarles a estudiar un panfleto como la famosa “Educación para la ciudadanía” de infausta memoria o de promulgar la absurda Ley de la Memoria Histórica ( todavía no puedo comprender como el PP con la mayoría de que dispone no ha procedido a derogarla) con el fin de favorecer a una serie de presuntos entendidos, todos ellos de tendencias izquierdistas, dándoles la ocasión de aliviar sus rencores reescribiendo los hechos de la Guerra Civil, según a ellos les hubiera gustado que sucedieran y no como, en realidad, tuvieron lugar. En realidad, fue una obra del señor Rodríguez Zapatero, con el único objetivo de reavivar los recuerdos y los rencores de la Guerra Civil algo que, a los socialistas y comunistas, les viene sirviendo para enturbiar el ambiente, reavivar odios familiares y, de paso, sembrar la cizaña para volver a intentar dividir a España entre rojos y azules (algo que parece que van consiguiendo)
La checa nos las trajeron desde Moscú a imagen y semejanza de la terrible Lubianka, con instructores “especialistas” en su macabro trabajo, que pronto encontraron a tarados españoles que resultaron ser tan aventajados “alumnos” que, en ocasiones, superaron en el arte de la tortura a sus maestros. Sólo en Madrid funcionaron más de 200 checas, la mayoría de ellas funcionaba de manera autónoma con la particularidad que todos los partidos de la zona roja tenían las suyas propias. Sus jefes actuaban según su capricho y todas ellas gozaban del total apoyo del Frente Popular. Para muestra citaremos las checas madrileñas de Bellas Artes, de Fomento, de Altadell, Fuencarral, las de Escuadrilla del Amanecer, el Convento de las Salesas Reales etc. En Barcelona, entre otras, se dedicaron a torturar y asesinar las de Ganduxer, calle Zargoza, La Tamarita, Vallmajor, Muntaner nº321 y otras muchas cuya enumeración resultaría demasiado prolija. De ello nunca hablan los de izquierdas.
Todas ellas fueron la muestra de hasta donde llegó el odio, la falta de escrúpulos, la crueldad, la falta de humanidad de aquellas izquierdas que se propusieron acabar con la derecha y con la religión en España, utilizando para ello métodos extremos en los que los refinamientos en los sistemas de tortura llegaron a sobrepasar los límites de las mentes más enfermizas. Con el fin de la guerra, una vez se depuraron responsabilidades, se encomendó al transcurso del tiempo el que, poco a poco, aquellas atrocidades se fueran olvidando y los españoles, con mayores o menores dificultades, aprendiéramos a vivir en paz. Claro que, para los más extremistas esta situación no era la que les convenía, por ello intentaron mantener viva la llama de la venganza algo que, al menos para un cierto número de ellos, han conseguido ir propagando, a través de las distintas generaciones, de modo que, como se está demostrando en Catalunya y otras regiones, como el País Vasco y algunos sectores de Andalucía, existen distintos grupos de ciudadanos empeñados en desestabilizar al país, convencidos de que cuando peor esté España, cuanto más desempleo haya o mayor descontento logren crear en los lugares públicos; más favorable será para su causa.
Es proverbial dentro de médicos, enfermeras y sanitarios el hecho de que, además de un exacerbado corporativismo, del convencimiento de que ellos son una clase superior y de que nadie mejor que ellos para administrar la Sanidad Pública; sus tendencias políticas (aunque entre ellos los hay millonarios) sean de izquierdas algo que, en ocasiones, se trata más de una pose que de una verdadera convicción íntima. Este gremio ya lleva muchos meses convertido, especialmente en Madrid, en un enemigo irreconciliable tanto del Gobierno de la Comunidad como del mismo ministerio de Sanidad. Dejemos claro que, en una reciente encuesta del CIS quedó demostrado que la ciudadanía está contenta con el funcionamiento del Servicio Nacional de la Salud, sin embargo, aunque en Andalucía ya existen centros públicos, hospitales etc., administrados por empresas privadas, los socialistas y los sindicatos sanitarios se han emperrado ( posiblemente para que no salgan a relucir sus carencias y errores) en torpedear el que, en Madrid, se pueda aplicar al mismo sistema para mejorar los costes y el rendimiento de determinados centros de Salud públicos.
Como en Madrid las autoridades sanitarias comunitarias se han mantenido firmes en sus intenciones de mejorar los rendimientos de la Sanidad Pública, parece ser que los agitadores que actúan dentro de los colectivos médicos y sanitarios, han decidido dar un paso más en sus reivindicaciones, de tal modo que, aprovechando el lamentable percance sufrido por la Delegada del Gobierno en Madrid, señora Cristina Cifuentes, –quien mientras circulaba en moto ( no en coche oficial como muchos otros políticos utilizan) fue atropellada por un automóvil que la dejó gravemente herida, de modo que tuvo que ser traslada, de urgencia, al Centro Médico de La Paz –; no han tenido mejor idea ni torpeza mayor que salir a protestar, como hacen cada jueves sólo que, en esta ocasión, la han emprendido con la señora Cifuentes, que permanece muy grave en la UCI, pidiéndole que se vaya de la Paz y se la ingrese en una clínica privada. Una actitud penosa, salvaje, intolerable y bochornosa que, por si sola ya demuestra la catadura moral de todos los que han intervenido en esta mascarada y la de los sindicatos que los jalean y apoyan.
Lo malo, señores, es que ya estamos empezando, en este país, a perder el respeto por los demás, a olvidarnos del derecho de los otros a opinar en sentido contrario y a respetar el derecho de los gobernantes elegidos por un amplia mayoría en las urnas, a poder dirigir sus políticas de acuerdo con la ideología que tengan. Si se empieza a dar pábulo a cualquier grupo, corpúsculo, minoría o grupo de alteradores del orden, entonces, señores, vamos a entrar en la misma espiral de caos y desorden que fue causa de que se produjera el levantamiento del 18 de julio de 1.936. Estos signos de falta de respeto por el dolor ajeno, de carencia de contención, de aprovechamiento de la situación crítica de una persona para ensañarse con ella, lo único que demuestran es que, al menos una parte de esta izquierda española, está dispuesta a volver a la situación de lo que fue el Frente Popular.
Se pueden tener ideas políticas enfrentadas; se puede opinar en contra del Gobierno y se puede criticar cualquier acto público con el que se esté en desacuerdo pero, lo que no puede ser, señores, lo que es inadmisible e intolerable es que se llegue a la depravación moral y ética de utilizar la desgracia ajena como leitmotiv de una protesta. ¡Ah! señor Llamazares, si siempre nos ha parecido usted un ser impresentable, hoy lo hemos confirmado al conocer su inoportuno comentario sobre la señora Cifuentes: "Cuando se juegan la vida, saben que su garantía es la sanidad pública, cuando se trata de hacer negocio con los demás la privatizan". ¡Vergonzoso y lamentable!