Miguel Massanet. Pierre-Augustin Caron de Beaumarchais (Francés, 24 de enero 1732 - 18 de mayo 1799), era dramaturgo , relojero , inventor , músico, diplomático y eficaz colaborador de los americanos en su Guerra de la Independencia. A este personaje le debemos la obra “Le mariage de Fígaro”, en la cual se contiene una atinada frase sobre los métodos para enriquecerse: “Para ganar riquezas, más que el saber vale el saber darse maña”. En España, entre la ciudadanía, entre aquellos en los cuales es fácil que, el virus comunistoide, surta más efectos y sea capaz de extenderse, como aceite sobre agua, para hacer que una idea, simple y fácil de digerir, se grabe en sus seseras y alimente, convenientemente, este pecado capital tan común entre los españoles, como es el de la envidia; es donde más fácil resulta extender la repulsa hacia cierto sector de españoles a los que se les atribuye, en muchas ocasiones, la responsabilidad de que, las clases menos favorecidas por la fortuna, de un país, se hallen en una situación precaria, rayana con la miseria.
No voy a ser yo quien vaya a romper una lanza a favor de banqueros, multinacionales, tahúres, especuladores y cazatesoros que, sin duda y a la vista de lo que nos ha deparado la famosa Burbuja Inmobiliaria y lo que, las consecuencias de su desplome nos ha traído; han sido los grandes responsables de que toda España haya caído en la situación extrema actual. Sólo en unos pocos años hemos llegado a una verdadera y lamentable situación, de la que no nos va a ser fácil poder salir, al menos hasta que pasen algunos años, en los que vamos a tener que asumir los sacrificios que no nos atrevimos a poner en práctica en su momento. Sin embargo, en lo que no estoy conforme es en atribuir sólo a los grandes magnates, a los cárteles o los oligopolios toda la culpa de que nos hallemos al borde del abismo, pendientes de un filo hilo del que depende el que nos salvemos o caigamos al abismo de la más absoluta miseria.
Hemos creado durante los últimos años, aquellos que precisamente coinciden con los gobiernos de PSOE, aunque no se puede negar que, en tiempos anteriores, ya se empezaron a gestar estas clases de ciudadanos, acostumbrados a los grandes pelotazos y a enriquecerse con suma facilidad gracias al gran boom inmobiliario, que parecía que nunca iba a acabar de crecer y que fue el causante de que la sociedad entera se considerara capaz de vivir por encima de sus posibilidades; gracias a entender la especulación inmobiliaria como un medio habitual de complementar sus ingresos. ¿Quién puede tirar la primera piedra en esta materia? Todos, sin excepción, utilizaron el truco de comprar, endeudándose y pidiendo hipotecas, para comprarse un piso, un solar, una parcela o un pequeño terreno; sabiendo que, a los pocos meses, se habría revalorizado y podría sacar un buen beneficio de la operación.
No pongo en duda que existe mucha gente que, con grandes esfuerzos y sacrificios, se compró una vivienda para vivir en ella y criar a sus hijos; pero también hay muchos casos que, a base de entramparse, de créditos conseguidos con facilidad de las entidades financieras, de dar pagas y señales por la compra de un piso y venderlo a un tercero antes de que se lo hubieran escriturado a su nombre, con lo que se embolsaba un dinero “negro”, que no declaraban, a Hacienda y con el que podían llevar un nivel de vida, unos gastos y una aparente riqueza que no estaba fundada más que en la especulación; un modelo a escala menor de lo que hacían los bancos a los que tanto se los critica. ¿Cuántos albañiles, que se juntaban para construir en un terreno, mediante créditos del banco, han llegado a hacerse millonarios en pocos años? ¿Eran capaces, estos señores, de dirigir un negocio que se iba haciendo grande a base de confiar en que, cada vez, la construcción daba más beneficio? No, por supuesto que no. Simplemente confiaban en que sus ganancias seguirían creciendo y, por tanto, cada vez acudían a endeudarse más con los bancos, sólo por la ambición de hacerse más ricos.
En realidad, en España existía una superpoblación de “millonarios” que, al verse, de improviso, con medios para poder gastar sin límite, se dedicaron al despilfarro, la ostentación, codearse con personajes importantes y a derrochar, sin tener en cuenta que un negocio basado, íntegramente, en la especulación; estaba condenado, tarde o temprano, a caerse con la misma facilidad con la que había subido. Estos son, señores, juntamente con los banqueros que se dedicaron a especular con el sector inmobiliario, los que han llevado al país a que, en la actualidad, existan en la nación más de cinco millones y medio de parados y cientos de miles de empresas de la construcción y de actividades relacionadas con ella, hayan pagado su imprevisión con la bancarrota.
En realidad, señores, lo que ha sucedido en España, y resulta duro decirlo, es que hubo un tiempo en el que no existían pobres o, si los había, era en una proporción muy reducida. ¿Quién no tenía su coche o su piso en propiedad?, ¿quién no salía a comer al restaurante los fines de semanas o no presumía de haber ido de vacaciones a Tailandia? Parecía como si, aquel que vivía en un piso de alquiler era una especie de paria al que, los compañeros de oficina, miraban despectivamente. Era evidente la diferencia con los países extranjeros, donde la gente trabajaba mejor que nosotros, quizá menos horas, pero con más seriedad y rendimiento; fuera de España no era tan habitual tener piso propio ni tantos días de vacaciones ni, por supuesto, tantas fiestas y puentes durante el año. Los turistas que nos visitaban se quedaban admirados al ver como vivíamos y como despilfarrábamos, como si fuéramos los más cigarras respecto al resto de hormigueros europeos.
La decepción, el desencanto, la sorpresa y la rabia de la población española; la improvisación, el desacierto y la lenta reacción de los políticos; la inconsciencia, la insensatez y el individualismo de ciertas autonomías; los trallazos de unos sindicatos desinformados y, evidentemente, entregados al poder socialista e incapaces de luchar contra el creciente desempleo, limitándose a salvaguardar sus prebendas; la malicia y el sectarismo de algunos partidos políticos marginales y la labor de zapa de los nacionalismos excluyentes, que han querido aprovechar el momento en el que la nación se encuentra más débil, más expuesta a las consecuencias de un déficit insostenible y a un progresivo endeudamiento ( ya estamos en el 80% del IPC), que hace tambalear la economía y que amenaza con tener que someterse a una ocupación, por parte de Europa, que nos pueda llevar a una situación parecida a la griega; todo ello, para seguir alimentando el espíritu secesionista de unos ciudadanos, a los que se les quiere hacer creer que, fuera de España, van a volver al nivel de vida anterior.
Y, mientras tanto, tenemos a unos sujetos empeñados en complicar más la situación tanto desde plataformas reivindicativas; desde los platós de TV; las emisoras de radio o desde su posición privilegiada en el mundo del cine o del teatro; que intentan aprovecharse del respaldo de aquellos privilegiados que, al tiempo que son objeto de sus critican y envidias, sin embargo, los utilizan como portavoces de sus reivindicaciones que, como es natural, hacen referencia a la mala situación actual de actorzuelos, cantantes, cómicos, seudo intelectuales y antisistema; que han tenido que reducir sus aspiraciones económicas a causa de que la crisis también a llegado a su profesión. Sabemos que los de la farándula suele estar sometidos, como, por cierto, ocurre en casi todas las profesiones, a altibajos y modas que tanto los mantiene en la cumbre como los lanza al abismo económico. Ahora están en horas bajas.
Estos días hemos tenido noticias de personajes de las tablas, gente famosa, que, no obstante están en una grave situación económica. Cabría preguntarse que uso han hecho de sus momentos de fama y en lo que han invertido las grandes sumas de dinero que han percibido. También existen ejemplos de familias acomodados del mundo del cine y el teatro que, siendo millonarios se empeñan en pretender aparecer como comunistas convencidos, tal como sucede con esta familia de actores, los Bardem, que junto a los habituales malcarados y gruñones de la familia de los Sabina, Almodóvar, Serrat, Almudena Grandes, Miguel Rios, Sacristán, Ana Belén y su esposo o Juan Diego y su vástago que, curiosamente, permanecieron callados durante los 7 años de gobierno de Zapatero, en los que se gestaron las cifras de paro que nos han legado, debido a que, entre tanto, recibían sustanciosas subvenciones del ministerio de Cultura en el que siempre tuvieron a uno de ellos. Ahora, lo de las subvenciones parece que ha disminuido y estos señores, habituados a vivir como maharajaes, no se resignan. En efecto, cualquier pequeño motivo les sirve para manifestarse en contra del Gobierno y poner en la picota a todo su ejecutivo aunque, como es fácil de averiguar, su preparación en asuntos de Estado es manifiestamente mejorable. Todo se puede reducir a haber leído, sin comprenderlo, algún párrafo del manual del PC que, por supuesto nada tiene que ver con lo que el, señor Carl Marx escribió en su “Das Kapital” Yo que ellos, reuniría entre todos unos cuantos millones de euros para, en lugar de pedir peras al olmo, contribuir a subvencionar a Cáritas, la única entidad caritativa que ayuda a quienes no tiene que comer ¡Ah!, no se olviden que es católica.
Hay mucha hipocresía en la señora Pilar Bardem y en sus hijos y nuera, todos millonarios y bien aposentados, haciéndose pasar por comunistas. Pues bien ¡demuéstrenlo con hechos, que con palabras parece que no son muy expertos! Al menos así es, señores, como veo este asunto.