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Diario YA


 

José Luis Orella: El ajedrez ucraniano

 

 

Ucrania se desliza hacia la división social. Finalmente ha quedado claro que el rechazo al acuerdo con la UE, en realidad escondía una nueva revolución. (El ajedrez ucraniano)

 

 

Aunque las cosas solo pueden predecirse cuando han ocurrido...

Los problemas de un viaje inoportuno del Rey

Miguel Massanet Bosch.  Nuestro gran escritor, don Miguel de Unamuno, nos dejó el siguiente pensamiento: “Se viaja no para buscar el destino sino para huir de donde se parte”. No sabemos, en verdad, si su Majestad, don Juan Carlos, decidió dejar la Zarzuela para alejarse de Madrid barruntando que el cielo del Olimpo estaba a punto de derrumbarse sobre ella o si su querencia por la caza mayor, interpretada en un más amplio sentido, fue lo que lo atrajo con fuerza hacia la lejana Botswana. Lo cierto es que, a causa de su viaje a Kuwait, para tratar del suministro de petróleo a España, tuvo que aplazar su viaje al país africano donde, por lo visto, tenía previsto ir a la caza de elefantes. No voy a ser yo que añada más críticas a las que, tan profusamente, se han venido haciendo, tanto desde los ambientes políticos como desde la prensa y las TV, hablando de la inoportunidad del viaje, de la falta de consideración que, para unos ciudadanos sometidos a recortes y obligados a apretarse el cinturón, representaba que el Jefe del Estado tomara un descanso en un periodo sumamente delicado para España, sometida a un alud de presiones económicas y financieras. Parece ser que SM el Rey es el primero en lamentar la tempestad que ha levantado con un viaje que, seguramente, de no ser por el accidente que ha sufrido, nadie se hubiera enterado.

 
Pero como, decía Napoleón: “En cuantas cosas emprendemos hay que conceder dos terceras partes a la razón y la otra tercera a la casualidad; aumentad la primera fracción y seréis pusilánimes; aumentad la segunda y seréis temerarios”. Hay que decir que, en el caso que nos ocupa, es posible que  don Juan Carlos redujera, en pro de sus ansias de viajar a la caza de emociones, primando el tanto por ciento fiado a la casualidad lo que, si nos atenemos a la famosas Leyes de Murphy (en las que tengo plena confianza) nos llevaría a aquello de que “las cosas sólo suelen predecirse cuando han ocurrido”. Sin embargo, a mí se me ocurren unas preguntas respecto a este famoso viaje: ¿Hubiera podido impedir o prolongar, el monarca, la decisión de Cristina Kischner la nacionalización de IPF, si hubiera estado en Madrid?; ¿Hubiera dado una mayor sensación de seriedad y apoyo al  Gobierno, en los difíciles momentos por lo que está pasando la confianza de los inversores? Dos contestaciones difíciles pero que, sin duda, tienen su importancia desde el punto de vista institucional. El Rey reina pero no Gobierna es cierto pero nadie debe de poner en duda el gran prestigio internacional que nuestra monarquía se ha ganado a pulso, desde que las Cortes le proclamaron Jefe del Estado.
 
Sin duda, SM, ha conseguido labrarse una fama de persona afable, de preocuparse por los españoles y de mantener el prestigio de la monarquía… hasta ahora. Lo que sucede es que, el pueblo es voluble, el mantenerse año tras año en la cumbre de la fama requiere mucho trabajo y, aunque reconozcamos que el Rey es humano, que se puede equivocar y que está sometido a las tentaciones como cualquier otro mortal; es muy difícil, por no decir imposible, que sus errores no le pasen factura y cuando, como parece que le viene ocurriendo últimamente, éstos se van acumulando como un maleficio ( el caso Urdangarín, sus tropiezos físicos y la evidencia de sus malas relaciones y falta de convivencia con doña Sofía), puede que sean demasiado para un pueblo, en estado de estrés, que ve como sus conquistas sociales se van diluyendo y al que se le viene exigiendo sacrificio tras sacrificio lo que, evidentemente, no lo hace propicio a ser indulgente con una familia que, al parecer, se ha convertido en todo menos en un ejemplo de familia unida.
 
Es obvio que una persona que acaba de sufrir una serie de operaciones, algunas de ellas de importancia, cuando ya la edad empieza a pesar; no parece ser muy prudente embarcarse en una cacería de caza mayor donde, sin duda, se requiere una determinada forma física. Un Rey que cojea visiblemente, que se tiene que apoyar en bastones no parece estar en óptimas condiciones para enfrentarse a un clima extremo, montarse a  un paquidermo y, muy posiblemente, pretender cabalgar a lomos de una walkiria wagneriana de las tierras teutonas. Al menos es una temeridad. 
 
Lo malo de este serial que ya se ha convertido en vox populi, es que se está dañando, muy seriamente, la imagen de la familia real. Ya no se trata de que la infanta Elena se divorciara de Jaime de Marichalar ni que le haya caído encima, como una losa, el caso Urdangarín, que ha sembrado de dudas la propia honorabilidad de la infanta Cristina, que parece que ha sido desterrada de la Zarzuela; lo malo es que, el pueblo, necesita verse reflejado en sus instituciones; que la gente necesita tener ídolos a los que adorar; creer en los cuentos de hadas escenificados en las bodas reales, llenas de fastos y colorido. Cuando se pone al descubierto que aquellos personajes que ha idealizado se convierten en remedos del vulgo; que tienen las mismas carencias y defectos del ciudadano de a pie, es cuando empieza el desengaño y, de esta sensación es muy fácil, pasar al rechazo que, en estos momentos sería lo peor que le podría pasar a España.
 
Ahora hay una sola persona, en la familia real, que parece haberse convertido en el único nexo entre sus hijos, una persona que, con entereza, tiene que asumir el papel más desagradable, sometida a las humillaciones a las que, de una manera poco elegante tiene que allanarse y, por si fuera poco, debe mostrarse sonriente en sus comparecencias oficiales. La única que se salva del evidente alejamiento de los miembros de  la familia real; la única que mantiene cohesionada la familia y la que tiene que apechugar con el alejamiento, cada vez más evidente, de su marido: es la reina Sofía. Y en este contexto, el gobierno del señor Rajoy tiene que hacer piruetas y malabarismos para evitar dejar más al descubierto los errores de la monarquía, precisamente cuando más debiera ésta aportar para intentar ayudar a salir del gran enredo en el que estamos metidos.
 
A mi criterio, naturalmente de ciudadano de a pie, SM el Rey debiera, en estos momentos, estar visitando todas las cancillerías europeas, defendiendo y exigiendo respeto para nuestro país; utilizando toda su diplomacia, si hiciera falta y valiéndose del prestigio que tan merecidamente ha conseguido durante su reinado para obtener el apoyo para España o, al menos, evitar que se ensañen con nosotros. Si todos estamos en el mismo barco, si todos debemos colaborar y hacer, de nuestra parte, los sacrificios que se nos pidan a favor de nuestra patria; parece justo que todas las instituciones, sin olvidarnos de la oposición, que tan poco viene colaborando en que salgamos del temporal en el que estamos inmersos, se centren en lo básico y desaparezcan determinados privilegios, que se exijan colaboraciones especiales y que el “cállate ya” que SM le espetó al bocazas de Hugo Chávez y que tan bien recibida fue por todo el pueblo español (aunque desagradara al gobierno de entonces) no que quede sólo en una anécdota histórica, sino que tenga continuidad en una campaña de public relations que contribuyera a crear confianza en el compromiso del Gobierno en cumplir con nuestras obligaciones y llevar a efecto los cambios y reestructuraciones a que nos hemos comprometido con Europa y, en fin, en crear un ambiente de simpatía y comprensión con los problemas de nuestro país. Claro que, señores, se trata solo de una opinión personal, sin más pretensiones.

 

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