Los silencios de la Iglesia
Ángel Gutiérrez Sanz ( Catedrático de Filosofía y autor) Una vez pasados ya los tristes acontecimiento centrados en torno a la exhumación de Franco es el momento de hacer un balance sosegado y tranquilo sobre su repercusión en un sector importante del catolicismo español. Hay que comenzar recordando que a la muerte de Franco la voz de la iglesia fue unánime en la exaltación de la persona y la obra del Caudillo. El reconocimiento y elogio por parte de papas obispos y cardenales fue general , incluso las personalidades eclesiásticas menos adictas al régimen no se guardaron de expresar públicamente su admiración y respeto, tal como se desprende de sus propias palabras, por quien fue el liberador de España y del catolicismo. Se podría escribir un grueso libro recogiendo y comentando estos testimonios vivos que han quedado ahí para la historia. Con este hombre, considerado gobernante y católico ejemplar, la Iglesia Española vivió una primavera fecunda mientras el resto del mundo sufría los estragos de una profunda descristianización; aunque solo hubiera sido por eso Franco tiene más que merecido un puesto preminente en la historia de la Iglesia ; pero hete aquí que este hijo predilecto de la Iglesia y orgullo de España al poco tiempo de morir e iniciada ya la transición se convierte en un personaje oscuro y siniestro de quien la Iglesia no quiso saber nada, porque en el fondo se avergonzaba de él. Esto es precisamente lo que hemos podido constatar en “el affaire” de la exhumación de Franco del Valle de los Caídos.
Naturalmente este cambio tan radical de la postura de la Iglesia con respecto al que fuera considerado el hombre providencial ha resultado escandalosa o cuando menos chocante y ello hace que nos preguntemos ¿ Qué ha podido pasar para que eso haya tenido que suceder así? Evidentemente un cambio tan brusco no puede ser explicado recurriendo a la existencia de dos iglesias distintas en el tiempo, esto es imposible porque la iglesia no ha dejado de ser la misma en cuanto a principios se refiere, igual la de ayer como la la de hoy. Tampoco podemos decir que el personaje en cuestión haya cambiado porque estamos hablando de alguien muerto hace más de cuarenta años. Lo único que han cambiado son los tiempos y el panorama político; ello induce a pensar que el cambio de postura por parte de la Iglesia, responde a una acomodación oportunista exigida por el signo de los tiempos. Ahora bien si la jerarquía eclesiástica ha cambiado su postura para plegarse a lo políticamente correcto, entonces habrá gente que no lo vea bien y se niegue a aceptarlo.
Lo que a todas luces parece evidente es que un sector importante de católicos se siente molestos cuando no traicionado después de haber pedido ayuda desesperadamente a la Sta. Sede, a favor de una cusa justa y legítima frente al atropello de los sin Dios y haber visto que dicha petición ha quedado desatendida. El hecho de que esta desatención se haya producido no deja ser enormemente preocupante: primero porque este suceso tiene lugar en unos momentos en los que el catolicismo está a la baja y no es cuestión de crear más dudas y vacilaciones y segundo porque, aunque haya quien no quiera verlo así, lo cierto es que este colectivo de católicos que se siente desdeñado es el que paradójicamente viene siendo el más fielmente vinculado a la Lglesia, prestándose en todo momento a sacarles las castañas del fuego, los que colocaban la X en la casilla que corresponde, los que han contribuido a paliar con sus limosnas las necesidades eclesiásticas, los que cuando la ocasión lo ha requerido se han echado a la calle para manifestar sin complejos su fe, los que han hablado y defendido los valores cristianos y familiares cuando los demás callaban, los que llenan los templos los domingos, llevan sus hijos a la catequesis y a colegios concertados, eligen la asignatura de Religión y se preocupan de su educar cristianamente a sus hijos, los que aún rezan y en definitiva toman muy en serio su cristianismo . El que este tipo de católicos se muestre hoy defraudados no puede ser considerado una cosa menor .
Aparte de las derivaciones políticas que la exhumación de los restos de Franco pudiera tener y en las que como era de suponer la Iglesia no ha querido saber nada, existían otras implicaciones de índole moral y religioso que hacía pensar que entraban dentro de las competencias pastorales, por lo que no se entiende que tales competencias hayan sido pasadas por alto dejando en entredicho la actitud pastoral de la Iglesia. Nadie duda que han debido existir razones poderosas que están detrás de ese mutismo, pero ignoramos cuales han podido ser éstas . Al día de hoy nadie sabe por qué tanta inihibición en este asunto, por qué tanto silencio y tanto lavarse las manos como Pilatos , si al menos se hubiera dado alguna razón medianamente convincente es posible que los Pastores hubieran quedado en mejor situación de la que han quedado, pero de explicaciones convincentes nada de nada
Vayamos a los hechos: De siempre la doctrina social de la iglesia ha mantenido que a ella le competen unos dominios propios que el Estado debe respetar por aquello de que “hay que dar al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios”, tal como se recoge en el concordato entre ambos de 1979 . Esto quiere decir que la sentencia del Tribunal Supremo sobre la exhumación de Franco se interfiere en un terreno que no le corresponde, a no ser que cuente con la autorización eclesial. Ahora bien lo único que ha trascendido es que la Iglesia “no se opone a tal sentencia”. ¿Que se ha querido decir con estas palabras? ¿ Responden a una ambigüedad calculada? Si así fuera entonces cabía hablar de una falta de compromiso poco ejemplarizante. ¿ “El no oponerse” significa que se da autorización implícita para perpetrar semejante fechoría? En este caso habría que decir que no se respeta la voluntad del P. Prior y de la Comunidad Benedictina que han cargado con la responsabilidad de ser custodios del Valle de los Caídos y además les dejan en mal lugar. La tercera posibilidad sería que “el no oponerse” no lleva implicito una autorización formal y si así fuere, se habría producido una profanación en toda regla en cuyo caso no sé a qué esperan las autoridades eclesiásticas competentes para denunciar este delito con toda la fuerza del mundo
Vamos a ir más lejos. Pongámonos en el peor de los casos y supongamos que la sentencia del Supremo se ajusta a la legalidad, pues bien, aún así, ello no sería suficiente para darla por buena sin más semejante sentencia, sino que habría que valorarla y ver si se justa y responde a los criterios de moralidad, porque de no ser así, no debe ser aceptada, toda vez que un católico está obligado a “obedecer a Dios antes que a los hombres”. Esta diligencia y discernimiento de todo punto necesarios ¿Han sido realizados por la jerarquía eclesiástica competente? De todos es sabido que uno de los principales deberes ministeriales de los Pastores es precisamente iluminar la conciencia moral de los files, razón por la cual rogamos a las autoridades eclesiásticas competentes que se pronuncien en torno a las siguientes cuestiones que consideramos de capital importancia y responda con claridad a las siguientes cuestiones ¿ Consideran que la ley de memoria histórica es justa o es sectaria? ¿ Piensan que la exhumación de Franco respeta el derecho natural básico de las personas? ¿ Creen que es recomendable moralmente enfrentar a la sociedad resucitando nuevos odios? Otra pregunta más ¿ Que juicio moral les merece el hecho de no respetar el pacto contraído en los comienzos de la Transición entre todas las fuerzas políticas?
Me imagino que cuestiones como estas de tanto interés están mereciendo una reflexión urgente y profunda por parte de quienes están al frente del timón. Muchos católicos de a pie ya lo están haciendo y no deja de ser tristísimo que tengan que ser ellos los que estén dando la cara mientras se esconden los que más obligados estarían a hacerlo. Se Habla de que el gran problema del cristianismo actual es la falta de compromiso y seguramente esto es muy cierto; por lo que a todas luces lo que se necesita es un cambio drástico de actitud; pero mucho me temo que ello no va a ser posible mientras no se comience a predicar con el ejemplo desde arriba.