General Vicente Díaz de Villegas. Unos luchan por la libertad y para salvar vidas; otros, por el sometimiento de los que no son de su tribu. Los vascos son como los de Bilbao, que nacen donde quieren. Pero, del nazismo al marxismo, las Vascongadas aguantan esperando un liderazgo digno de sus gentes. De lo que no se habla tanto en las últimas décadas es de su valor ni de sus muertos. Y es que tantos años de cobardía terrorista, consentida cuando no alentada desde la política, han dejado un poso de mal rollo hacia los vascos.
Hace unos meses, en un país marxista tropical, un asustado y conocido terrorista de ETA me perdonaba la vida porque, según él, “estábamos en tregua”. Obviamente mi presencia causó “susto” y, ante tal ridículo, su reacción fue involucrar a la inteligencia bolivariana (Sebin) que me robó información de mi ordenador y de mi teléfono, y ante el vacío de la información que buscaban, optaron por lanzar sus webs etarras y bolivarianas con provocativos intentos de rascar donde no había inventando un golpe.
Yo supe, cuando me amenazó, que podría desaparecer o morir por “incidente de tráfico, de narco, de proxenetismo…”, pero le sonreí pensando que el perdonavidas no iba a dormir bien. Terminaré esta experiencia personal diciendo que los acontecimientos demostraron que había negociación y a mí me llevó al ostracismo.
Tengo aproximadamente un 37% de sangre vasca heredada de mis abuelos, otra tanta cántabra y el resto, aragonesa. Y es ahora cuando quiero rendir mi homenaje y admiración a los vascos. A los vascos como el laureado legionario Maderal Oleaga, quien el 13 de enero de 1958, muerto su capitán Jáuregui en Edchera, aguantó con el también laureado brigada Fadrique pegando tiros, cumpliendo su misión “cara a cara”, contra un enemigo muy superior en número sin rendirse hasta morir. Su hermano fue asesinado “valientemente” por ETA por ser vasco valiente y español.
Pero la racha no acaba, pues este 11 de enero de 2013 moría un vasco de Bilbao de los que nacen y mueren donde quieren, pues él eligió, como Soldado, servir a España y a la paz en Afganistán. El sargento David Fernández Ureña murió desactivando un artefacto colocado por algún “luchador por la libertad” modelo marxista etarra. Una muerte generosa, dura y gloriosa.
La diferencia son los fines y los medios. Unos luchan por la libertad, el progreso, salvar vidas, son los que escriben páginas de gloria. Otros luchan por el sometimiento de los que no son de su tribu y por la miseria para el pueblo (analícense los resultados de los regímenes marxistas). El ambiente en Vascongadas ha obligado a que cientos de miles de vascos se desplazaran al resto de provincias españolas, descapitalizando el País Vasco de alma, iniciativa y dinero, beneficiando a una élite política y a un grupo terrorista.
Disparar por la espalda y poner bombas para asesinar a mujeres y niños no lo hacen los soldados/gudaris, no hay honor en ello; sí lo hacen los terroristas asesinos. Han malgastado su vida haciendo sufrir y labrando su propio destino miserable con preocupación para sus familias. Para los que no se arrepienten de ser ignorantes, malos o ambas cosas.
“… El sepulcro es su morada perpetua y su casa de edad en edad, aunque hayan dado nombres a países…” (S. 48)
Sin embargo, aunque Vascongadas se convirtiera en un país independiente y les hicieran monumentos, los terroristas saben en su interior –sólo la Verdad nos hace libres– que no alcanzarán la gloria de aquellos vascos españoles, soldados, capitanes y marinos con valor e iniciativa ante el peligro y con una visión global ya desde hace cinco siglos.
El sargento zapador David Fernández Ureña ha muerto con honor y su liderazgo ha superado su muerte, pues su equipo EOD continuó con su misión a pesar de ver morir a su jefe. Su equipo ha pedido seguir en Afganistán. Honor a los soldados, a los que dan su vida por la Patria.
¡Silencio, ha muerto un Soldado Vasco, un Señor Soldado de España!
¡A sus órdenes, mi Sargento!