Luces y sombras de los cristianos del Próximo Oriente
José Luis Orella. El reciente Sínodo del próximo oriente ha puesto negro sobre blanco la profunda realidad de las minorías cristianas en el mundo islámico y el judío. La necesidad de unión de todos los cristianos y la necesidad de frenar la desaparición de la presencia cristiana en su lugar de nacimiento.
Sin embargo, a diferencia de los países del Próximo Oriente, donde existen minorías de árabes cristianos y armenios, cuya situación de marginación empuja a una emigración paulatina, que amenaza la existencia misma de estas comunidades. En los países del Golfo Pérsico, donde se sitúan las monarquías tradicionales petroleras, el oro negro ha provocado una inmigración masiva de trabajadores a la industria petrolífera y a sus derivados.
Sólo en Arabia Saudita trabajan de seis a siete millones de extranjeros. En ese entorno de países afincados en la península arábiga, es donde el cristianismo, desaparecido desde los tiempos de Mahoma, ha vuelto a prender. La Iglesia católica tiene un vicariato para Arabia, donde se incluyen a todos los países de la península, para poder organizar de la mejor manera posible la ayuda espiritual que necesitan estos cristianos recién afincados. En 1974 los católicos eran unos 200.000 mil, hoy no bajan de tres millones, de al menos cien nacionalidades diferentes, aunque en su mayor parte procedan de Filipinas, India, Paquistán, Etiopia, Eritrea, Sudán y Egipto. Sólo del archipiélago hispanomalayo son casi un millón de emigrantes. Sin embargo, la situación hacia ellos es muy distinta y depende de países. La capital de Emiratos Árabes Unidos, Abu Dabi es la sede del vicariato y donde se han podido construir media docena de iglesias, como en Omán, donde han sido construídas cuatro y otra en Bahrein. Tanto el jeque de Emiratos Árabes Unidos, como el emir de Qatar, el rey de Bahrein y el sultán de Omán han procurado tener buenas relaciones con el Vaticano, y en los últimos años del siglo XX han abierto sus relaciones diplomáticas con él.
La excepción es Arabia Saudita, que como protectora de los santos lugares islámicos, y bajo el rigor interpretativo del wahabismo, prohíbe de manera total cualquier tipo de manifestación o símbolo cristiano en el país. Para ello, existe una policía especial, la mutawa, verdadero terror de los inmigrantes, a los cuales acosa cruelmente. Cualquier libro u objeto que pueda ser calificado de cristiano es requisado y tirado a la basura, con el encarcelamiento del "agresor". Los sacerdotes que mantienen el culto clandestino, han de poseer sus papeles en regla como técnicos de las numerosas empresas que trabajan en el país árabe. Las misas sólo pueden ser celebradas en los recintos diplomáticos y cualquier lugar habilitado en secreto puede ser desmantelado y sus ocupantes detenidos. Desde 1990 a 1993, según Amnistía Internacional, 329 cristianos habían sido detenidos por diversos motivos. El caso de Donato Lama, en octubre de 1995 fue uno de los divulgados por la prensa internacional, arrestado bajo la acusación de evangelizar, fue condenado a setenta latigazos y 18 meses de cárcel, hasta su expulsión a Filipinas. En 1984, otros dos filipinos, Ruel Janda y Amel Beltrán, habían sido decapitados ante el silencio internacional. Más recientemente, en abril de 2005, cuarenta paquistaníes fueron detenidos por oír Misa de manera clandestina en un apartamento. No obstante, filipinos, indios o paquistaníes no son lo suficientemente importantes para convertirse en el centro de las reivindicaciones de occidente.