“Para manipular eficazmente a la gente, es necesario hacer creer a todos que nadie les manipula”. John Kenneth Galbraith (1908-2006)
Miguel Massanet Bosch. No podemos entender como, a estas alturas, en unos momentos en los que España hace aguas por los cuatro costados, cuando no se vislumbra el fin de la tasa del desempleo y los auspicios que, desde fuera, se nos hacen prolongan la duración de nuestra crisis hasta el año 2017; nos salga, el jefe del Gobierno, a decirnos eso del “sosiego” y la “discreción”, cuando muchos de los que votamos al PP, para que removiera las políticas socialistas y le diera un cambio radical a lo que habían sido los graves errores cometidos por ellos en las dos legislaturas del señor Rodríguez Zapatero, que dejaron a España al pie de los caballos en cuanto a su economía y finanzas; bajo mínimos en lo referente a la moral y las buenas costumbres y a un paso de que, algunas de sus autonomías, intentaran algo que llevan ya años pretendiendo sin que, hasta la llegada del PSOE al poder, hubieran tenido el más mínimo éxito, a pesar de los intentos de la banda terrorista ETA de sembrar el terror entre los españoles y chantajear al Gobierno; el destruir la unidad de la nación mediante el más descarado intento de enfrentamiento directo al propio Estado español.
Podemos entender el que, en algunos temas de política internacional, el Gobierno deba tener cautela respecto a dar a conocer algunas cuestiones sobre las relaciones internacionales; para no incurrir en errores que después, a nivel diplomático, pueden resultarle engorrosos. Y ya que tocamos tan delicado tema, no nos queda más remedio que referirnos a la actitud servil y humillante del señor ministro de Asuntos Exteriores, señor Margallo, que, después de lanzar una frase que tampoco tenía la menor importancia, animando a que los dos partidos en liza, en Venezuela, mantuvieran conversaciones para limar asperezas y, ante la desaforada, desafortunada e inoportuna reacción del señor Maduro, lanzando diatribas truculentas en contra de España; ha agachado la cerviz y se ha humillado, una vez más, como cuando el gobierno de Zapatero, después de la afortunada intervención de SM el Rey, haciendo callar al gorila venezolano, encajó cuando se disculpó ante el difunto Chávez.¡Qué se ha hecho de aquella España que no se dejaba avasallar, aunque ello supusiera exponerse a la furia o la venganza de sus enemigos!.
No podemos entender, no obstante, que, el señor Rajoy, el gran azote de aquellos pactos de Zapatero con el gobierno catalán que les permitieron, a los catalanistas, obtener un Estatuto a la medida de sus deseos y unas transferencias que, sin duda, fueron el primer paso en orden a lo que, luego, ha sido su explícita pretensión soberanista; ahora, cuando ha conseguido una solvente mayoría absoluta en las dos cámaras; cuando ha desaprovechado la ocasión de consolidad las primeras medidas que se tomaron durante los primeros meses de esta legislatura y cuando, a los que votamos al PP, nos entran dudas sobre lo acertado de aquella decisión; se nos presenta como un líder asustado, lleno de dudas, incapaz de llevar adelante aquellas promesas que nos hizo respecto a los matrimonios de homosexuales o a una revisión a fondo de los abortos, una práctica criminal que significa la matanza indiscriminada de más de cien mil seres vivos humanos cada año y, lo que es imposible de entender, poniendo en práctica los métodos del señor Rubalcaba, al utilizar las alcantarillas de la política para negociar con los separatistas, hurtando a los ciudadanos que le votamos, lo que se está cociendo respecto a las peticiones soberanistas que, sin duda, están latentes detrás de tales contactos
No, señor Rajoy, aquí no hay sosiego ni discreción que nos valgan a aquellos que hemos tragado nuestro descontento, porque ni una de las promesas electorales que se nos hicieron, en cuanto a la reducción del desempleo, a la reactivación económica y financiera, a la recuperación económica y el fomento de la actividad industrial de nuestras empresas, a la par que la reanudación de los créditos bancarios que permitiera poner en marcha, de nuevo, la maquinaria del progreso en nuestra patria. Hemos sido pacientes, a pesar de tenernos que ajustar el cinturón y reprimir nuestra primera euforia, teniendo en cuenta la pesada herencia recibida de los socialistas, el gran desvío del déficit público y el gran desbarajuste de impagados que recibieron de todas las autonomías que heredaron del PSOE. Pero han pasado dos años y no vemos que se avance, no sólo en el aspecto de la economía, la reactivación de la actividad industrial, o la recuperación de los principios morales y éticos que tanto añoramos, sino que, para general asombro, no encontramos con un Gobierno que marcha hacia atrás, que retrocede ante el empuje de la calle, hábilmente manejada por comunistas y socialistas; que permanece aletargado ante los sucesivos avances de las reivindicaciones separatistas; que nos hurta informaciones sobre sus contactos con los separatistas no sabemos con qué intenciones y que muestra su inseguridad ante el futuro.
Sin embargo, señores, vemos como, en Catalunya, se están moviendo nuevas propuestas, se están dando pasos cuya verdadera intención cuesta entender, si es que no sean fruto de las conversaciones secretas mantenidas entre Gobierno y Generalitat. ¿Qué se está tramando a tres bandas? No olvidemos que el señor Urkullo y Rajoy también se reunieron en secreto a lo pocos días de que, el líder vasco, anunciara que comparte las intenciones separatistas de los catalanes y que, en breve, pondrán en marcha su propio proceso de separación del Estado español. Sumemos dos y dos y, probablemente sacaremos un resultado muy aproximado, si queremos extraer conclusiones de todos estos gestos. ¿Porqué, ahora, los catalanes parecen querer apostar por una consulta pactada con el Estado?, ¿a qué viene esta rectificación cuando hace poco hablaban de que harían la consulta contra marea, sin que les importara la actitud del Gobierno?
En todo caso, lo básico es ¿qué tipo de consulta se pretende pactar? Y, si es posible que el Gobierno español pueda acceder a que, en Catalunya o en el País Vasco, se celebren consultas populares que puedan poner en cuestión la unidad de la patria o si, lo que se ha tratado, es de poner en marcha una reforma de la Constitución, apoyada por el PSOE, en la que se pudiera aceptar el convertir a nuestra nación en un país federalista, similar a otros, como Alemania, que llevan años siéndolo pero, con la importante salvedad de que, ninguno de los länders alemanes disfruta, ni de lejos, de las transferencias que, en España, se ha dado a los catalanes a través del famoso Estatut. Cualquier cambio constitucional tiene su procedimiento y, los españoles, tenemos mucho que decir si, en realidad, se pretende traicionar a la nación por medio de subterfugios a “la gallega”. No nos gustan las formas; no estamos de acuerdo con los procedimientos y recelamos de tanto ocultismo y política soterrada, que sólo puede conducir a la traición a la patria y a la cesión, camuflada de legalidad, a las pretensiones de aquellos que pretenden dividir a España en pedazos, algo que no consiguió el PC cuando lo intentó por medios fraudulentos durante la contienda de 1.936 a 1.939.
Queremos, los que votamos al PP, los que reclamábamos que vuelva a sus principios de cuando Fraga creó la Alianza Popular; los que apoyábamos las políticas del señor Aznar y reprobábamos, como traiciones a los españoles y a la patria, las cesiones que Zapatero les hizo a los separatistas, para que lo apoyaran en las dos cámaras; que, lo que la señora Rosa Diez pidió que hicieran en el Congreso, lo hagan público para que, los verdaderos españoles, no los que buscan hundir a nuestro país, sigamos pensando que nuestro voto no se ha desperdiciado al caer en manos de quienes no saben como usarlo. O así es, señores como, un votante desengañado, expresa, infructuosamente, sus quejas