Mal menor y sus consecuencias
Oriol Ferré. Reus (Tarragona).
Como dice el historiador Ricardo de la Cierva en su último libro, el marxismo, disfrazado de sus variadas vertientes y la masonería, se han infiltrado en todos los estamentos e instuticiones de la sociedad: en partidos políticos, sindicatos, asociaciones de padres, de vecinos y también, por desgracia, en la Iglesia Católica. Legislan, gobiernan y controlan los medios de comunicación. A todo lo dicho, hay que sumar la enfermedad que ha supuesto el separatismo en Cataluña o Vascongadas, sociedades donde Dios ha desaparecido. Vemos que han trabajado con empeño para lograr su objetivo y en muchos aspectos, lo logrado ha sido mucho.
Ellos han hecho los deberes, ¿podemos decir lo mismo nosotros? ¿Qué hemos hecho? O mejor ¿Qué no hemos hecho? Como decía Edmund Burke, para que el mal triunfe sólo es necesario que los hombres buenos no hagan nada. Durante 30 años media España ha apoyado y votado a unos líderes acomplejados, que han ido cediendo y al final acomodándose al pensamiento único. Ante una superioridad moral de la izquierda que no tiene ni ha tenido nunca, y ante el silencio de una derecha que se avergüenza y reniega de sus valores morales y de su pasado, la izquierda ha construido un nuevo modelo de sociedad basado en el relativismo moral, el hedonismo y un marxismo que tras la caída del muro del Berlín, no tuvo más remedio que aceptar el sistema capitalista y tuvo que buscar para su supervivencia otro campo de batalla, convirtiendo mayo del 68 en una nueva hoja de acción que podría resumirse así: "a partir de ahora lo normal pasa a ser anormal y lo anormal pasa a ser de obligado cumplimiento". Ninguna respuesta por parte de quienes deberíamos haber hecho algo. Estuvimos mirándonos el ombligo, creímos que aquello no era nada, que no había que exagerar y aquel que intentaba hacer algo era un exagerado.
En los últimos años, la sociedad civil, la derecha social, ha despertado, se ha organizado y ha salido a la calle. Este movimiento social no debería quedarse sin voz en las instituciones. Por desgracia, los millones de españoles que salimos a la calle no tenemos un partido, una voz en el Congreso de los Diputados que defienda la vida, la familia, la libertad de enseñanza, la unidad de España y que no se acomode al pensamiento único. Visto el panorama, creo que ha llegado el momento de decir basta a un partido que no derogó ni derogará la ley del aborto; que legalizó la píldora abortiva del día después; que apoyó y votó leyes de imposición lingüística privando a los padres del derecho a la libertad de enseñanza en Cataluña; que no ayuda ni defiende a los padres objetores a Educación para la Ciudadanía; que pactó con un separatismo que consiguió más en 3 días que en 20 años de democracia; que allí donde gobierna firma convenios con clínicas abortistas, reparte gratuitamente la píldora abortiva y preservativos en las escuelas; que subvenciona personajes que basan su "arte" en ridiculizar e insultar los valores de millones de españoles; que no se opone al divorcio exprés; que aprueba nuevos Estatutos (encubiertos bajo el nombre de reformas) que rompen la unidad, la igualdad y la solidaridad de los españoles, convirtiendo España en pequeños reinos de taifas; que transfiere la educación, dando barra libre a los separatismos para adoctrinar a los niños; que se suma al carro del despilfarro de la administración pública; etc. La lista es interminable.
Algunos ilusos siguen creyendo que el problema son determinadas personas. Por desgracia no es así. El problema es mucho mayor: no hay ideas. Se acepta que sólo se pueden ganar unas elecciones cuando se llega al 18% de paro, la Seguridad Social está en quiebra y no se pueden pagar las pensiones. Lamentable. Es evidente que el PP ha aceptado y entrado en el mundo progre. Utiliza la misma estrategia que el PSOE. Acusar a quien les puede quitar votos de pertencer a la extrema derecha. El PSOE logró conseguirlo pero el PP debe recordar que sus votantes o antiguos votantes no somos unos fieles borregos adoctrinados.
Quiero terminar con una frase que pronunció Eduardo Verástegui, protagonista de Bella, en una entrevista reciente: "El único voto útil es el voto en coherencia con la propia conciencia, con los propios principios. Cuando una sociedad funciona buscando el mal menor, nunca logrará el bien posible".