Manipulación del lenguaje
Manuel Morillo. 3 de noviembre. De nuevo queremos tratar un problema que tiene diversos aspectos pero que tiene mucha importancia pues es fundamental para el control ideológico de la sociedad: es el uso y la manipulación del lenguaje.
La Babel de nuestro tiempo no está en la confusión de lenguas, sino en la confusión de conceptos; y esta confusión es mucho más dañina que aquélla. Aquélla se resuelve con los traductores políglotas, los diccionarios, y actualmente, con los programas informáticos, pero la confusión ideológica requiere de un esfuerzo de la voluntad primero, y de la inteligencia, después, a fin de que sea posible entendernos.
Una de las confusiones ideológicas a que nos referimos, y que hoy constituye un lugar común, surge del empleo de una misma palabra para expresar conceptos distintos y aún antagónicos. En este sentido hay palabras que no son unívocas, sino equívocas, porque son portadoras no de un solo mensaje, sino de mensajes contradictorios. Tal ocurre, por ejemplo con vocablos tan usuales como Iglesia, paz, libertad, democracia, monarquía, etc..
La segunda de las confusiones consiste en el enredo voluntario entre palabras homófonas, que suenan parecido, pero antitéticas, que suponen conceptos o juicios opuestos. Así ocurre con unidad y uniformidad, social y socialista, libertad y liberalismo, etc
Un tercer grupo de confusiones es entre palabras diferentes que encierran conceptos diferentes y que en pricipio sería complicado confundir si no se promoviera esa confusión de forma deliberada. Por ejemplo la que se produce entre patriotismo y nacionalismo, propiedad privada y capitalismo
Por último también se produce una manipulación del lenguaje transformando palabras, que en principio debieran ser neutras e incluso encerrar conceptos positivos, para satanizarlas, como integrista (el que mantiene integro el contenido), radical (el que va a la raíz del asunto)
Y lo peor es que estos cuatro tipos de confusiones, que son potenciadas por los media del sistema están lograndrando tomar carta de naturaleza en la sociedad y son aceptadas entre las personas e instituciones que son afectadas por estas manipulaciones, sin que se reaccione en muchas ocasiones.
No seamos nosotros complices, por acción, pero también por omisión, en el avance de esta prostitución del lenguaje.