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La organización valora los resultados de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible Rio+20

Manos Unidas: “El Futuro que Queremos”

 Manos Unidas,  como organización de cooperación al desarrollo y desde su trabajo en red con CIDSE (organizaciones católicas de desarrollo) y con Coalición Clima (plataforma española de la sociedad civil), ha participado tanto en el proceso oficial de Rio +20 como en el espacio alternativo de la sociedad civil en la Cumbre de los Pueblos. Han sido muchos los seminarios, eventos y encuentros con representantes de distintos gobiernos, incluido el Gobierno de España, a los que hemos podido acudir para llevar nuestro posicionamiento y mensajes. También hemos hecho un esfuerzo por acompañar a socios locales brasileños y visibilizar sus demandas en Rio +20. En todo momento, nuestro enfoque ha dado prioridad el desarrollo humano integral por encima del crecimiento económico y nos hemos interesado para que el texto final y los acuerdos firmados tuvieran presentes, sobre todo, a las personas más vulnerables y la necesidad de proteger al planeta en nuestros procesos de producción y nuestras pautas de consumo. 

 
A continuación, y tomando como referencia nuestro posicionamiento inicial, hacemos una valoración sobre los resultados de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible, expresados en la declaración final titulada “El Futuro que Queremos”, intentado resaltar los elementos positivos de la declaración que abren puertas hacia el futuro, así como sus grandes debilidades, faltas de ambición y concreción.
 
Aspectos positivos a destacar en el camino hacia la sostenibilidad
 
El texto final retoma los compromisos adquiridos en las cumbres anteriores en relación con el desarrollo sostenible, y reconoce que la falta de cumplimiento de estos compromisos ha implicado, entre otras cosas, la persistencia del hambre y la pobreza en una parte significativa de la población mundial, así como el deterioro del planeta. A este respecto, nos parece importante que la declaración reconozca explícitamente el derecho al desarrollo, que debe ser inclusivo y centrado en la persona humana, y el derecho a un nivel de vida adecuado para todas las personas, incluyendo, entre otros, el derecho a la alimentación.
 
Por primera vez se reconoce la limitación de medir el bienestar únicamente en función de la riqueza a través del PIB. Este reconocimiento abre la puerta a la incorporación en el futuro de otros indicadores que también tomen en cuenta la dimensión social y ambiental del desarrollo sostenible. En este sentido, nuestro posicionamiento para la Cumbre ya señalaba que el crecimiento del PIB se está traduciendo en mayores desigualdades sociales  y en aumento de la pobreza; y que tampoco se puede crecer a costa de deteriorar nuestro planeta.
 
Se aceptó iniciar un proceso de diálogo a través de una Conferencia Intergubernamental con la intención de instaurar unos Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) a nivel mundial. Este proceso podría concluir en la elaboración de un marco internacional de referencia para trabajar la sostenibilidad, aumentar la equidad, luchar contra la pobreza y cuidar del medio ambiente. Si bien éste es uno de los elementos más importantes de las decisiones tomadas, habrá que seguir su evolución, y la manera en que estos nuevos ODS converjan con los ODM, actual marco de referencia para la lucha contra la pobreza y la exclusión, se superen sus debilidades y se incorporen sus aprendizajes.
 
La propuesta para la actualización y reforma de las instituciones de gobernabilidad mundial del desarrollo sostenible y el medio ambiente resulta muy modesta, en relación con los cambios que considerábamos necesarios. No obstante, se decidió robustecer tanto la capacidad como la legitimidad y las funciones del Consejo Económico y Social de Naciones Unidas (ECOSOC), así como la creación del Foro Político Intergubernamental de Alto Nivel, que sustituirá a la actual Comisión de Desarrollo Sostenible y que tendrá la responsabilidad de hacer viable y operativo el desarrollo sostenible. En cuanto al Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), si bien se refuerzan sus capacidades y funciones, no se ha dado el paso fundamental de convertirlo en Agencia, ya que ha prevalecido la resistencia por parte de los gobiernos a tener que realizar contribuciones económicas obligatorias y cumplir con decisiones y compromisos ambientales vinculantes. Justamente por eso creemos que es necesario que se convierta en agencia. 
 
Después de varios intentos fallidos en anteriores cumbres, finalmente se ha aceptado la elaboración de un programa a diez años sobre producción y consumo sostenibles, a cargo del PNUMA. Este aspecto es muy relevante, ya que permitirá valorar y plantear la modificación de las pautas actuales de producción y consumo, siendo una de las causas principales del deterioro medioambiental y la desigualdad.
 
 
Por primera vez se ha reconocido a nivel internacional la necesidad de un uso más racional de los recursos pesqueros y se ha decidido iniciar dentro de dos años un  proceso de diálogo con el objetivo de conseguir un instrumento internacional para la conservación de la biodiversidad en alta mar.
 
Debilidades preocupantes del documento en el contexto de la lucha contra la pobreza y el hambre:
 
Salvo las decisiones políticas mencionadas más arriba, el resto del texto, formado por 283 párrafos, es una declaración de buenas intenciones, en el que la comunidad internacional “reconoce”, “subraya”, “reafirma”, “hace un llamado”, etc. pero no “decide”, y en el que la mayoría de las propuestas quedan estrictamente en el ámbito de lo voluntario, respetando la autonomía y prioridades de cada país. Esta forma permite al texto hablar de todo e incluir todo, pero ni decide ni marca consensos internacionales sobre temas claves para la sostenibilidad.
 
Si bien el documento se refiere permanentemente a las tres dimensiones del desarrollo sostenible (económica, social y ambiental), en la práctica prioriza lo económico, como ha venido haciendo la comunidad internacional desde hace veinte años y sigue concibiendo el crecimiento económico como la estrategia principal y necesaria para alcanzar las dimensiones social y ambiental del desarrollo sostenible.
 
El texto únicamente habla de economía en términos de crecimiento, y en ningún momento reconoce explícitamente que el crecimiento económico ilimitado en un planeta finito no sólo no es posible, sino que además genera riqueza al mismo tiempo que desigualdad y deterioro de la naturaleza. Mientras no se reconozca que la economía ha de estar necesariamente condicionada por los límites del planeta y el deber de satisfacer los derechos básicos de la población mundial, el crecimiento económico “sostenido, inclusivo y equitativo” que propone la declaración en innumerables ocasiones, simple y sencillamente, no nos parece viable en un escenario a medio y largo plazo.
 
El apartado dedicado a “Economía Verde” es conscientemente ambiguo y genérico, dado que ha sido uno de los puntos más controvertidos y discutidos en el ámbito formal de las negociaciones y en el informal de la sociedad civil. En cualquier caso, consideramos que su no definición contribuye a potenciar la mercantilización y especulación de la naturaleza, bajo el pretexto de que el medio ambiente sólo podrá preservarse si incorporamos su valor económico en nuestras decisiones políticas y económicas. El permanente incentivo del texto para ver lo “verde” como una oportunidad de negocio para el sector privado, camina en esa dirección. 
 
Y aunque comprendemos el papel del sector privado en la creación de riqueza, la innovación tecnológica, la eficiencia, etc. también somos testigos de su poder de concentración en pocas manos, de su voracidad con la naturaleza, de la perversidad de su orientación especulativa, de su capacidad para crear desigualdad.
 
 
A pesar de que el documento reconoce el derecho de todos a una alimentación segura, suficiente y nutritiva, el abordaje es, una vez más excesivamente economicista, insistiendo en que el acceso al crédito y a los mercados, así como las inversiones tecnológicas, permitirán construir un mundo que garantice alimentos para todos. Sabemos que no es así y que buena parte del hambre en el mundo tiene que ver más con la accesibilidad a los alimentos que con la producción. Problemas como la especulación de los alimentos, el impacto de los agrocombustibles, el cambio climático y las prácticas de apropiación de tierras para vender a terceros países o a grandes empresas trasnacionales, son parte de las causas más importantes de que haya hambre, pero apenas se enuncian (si se enuncian) y sin ningún ánimo de abordar los temas desde un enfoque diferente.
 
 
Consideraciones finales
 
Río+20 ha sido una nueva oportunidad de la comunidad internacional para avanzar en el desarrollo sostenible; así lo demuestra el texto del la declaración “El Futuro que Queremos”, pero ha sido un esfuerzo mal aprovechado. A la luz de la declaración final  pareciera como si tuviéramos mucho más tiempo y varios planetas para seguir con este formato de Conferencias o Cumbres Internacionales donde no logra primar la necesidad de tomar ya medidas concretas, asumir compromisos vinculantes, incluidas las aportaciones económicas tan necesarias para verdaderamente avanzar hacia la sostenibilidad. Los Estados no están por la labor de responsabilizarse y rendir cuentas de su actuación, que tiene un impacto en lo global; las intenciones son buenas pero la sociedad civil no quiere un Río+40. Ni el deterioro del planeta ni los millones de personas que pasan hambre nos autorizan a relajarnos o conformarnos con los resultados.
 
Por eso, reconocemos el entusiasmo, el activismo y la calidad de la participación de la sociedad civil durante todo el proceso de Río+20. Destacamos las valiosas  aportaciones al documento de negociación de todos los grupos mayoritarios  compuestos por mujeres, jóvenes, grupos indígenas, ONG, sindicatos, sector privado, científicos, campesinos, etc., a nivel nacional, regional y local.
 
Consideramos la riqueza de la Cumbre de los Pueblos como espacio de expresión y  participación alternativo del proceso. Las propuestas concretas de miles de personas venidas de todos los rincones del mundo se han traducido también en una declaración final que se hizo llegar a los Jefes de Estado.
 
Nuestra participación, tanto en seminarios y talleres precisamente en la Cumbre de los Pueblos, y el acompañamiento a nuestras socios locales, frente a los diálogos que sostuvimos con representantes de gobiernos, en especial con el Gobierno de Español, nos han hecho caer en la cuenta de lo necesario que hoy, tal vez más que nunca, resulta nuestro trabajo de sensibilización e incidencia. Necesitamos sociedades fuertes, críticas, propositivas, que no se resignen ante las decisiones insulsas de nuestros gobernantes y que ignoran la urgencia de caminar en otra dirección.
 
Tarde o temprano la presión de la sociedad civil hacia la sostenibilidad dará sus frutos y se reflejará en la toma de decisiones políticas. Seguiremos insistiendo en que “el futuro que ellos quieren” no es “el futuro que necesitamos”, y por eso no debemos perder la esperanza.
     
El futuro que queremos está en nuestras manos, y se construye hoy desde el compromiso y la solidaridad, de las personas y de las organizaciones. Por eso Manos Unidas, después de Río+20, renueva su compromiso de seguir luchando para construir un mundo sostenible, justo y equitativo, en el que la erradicación de la pobreza y el hambre sean el objetivo principal de las decisiones políticas globales que afectan a toda la humanidad. 
 

 

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