En estos momentos, un ciudadano, un hombre como tantos otros, de profesión docente universitario, se debate entre la vida y la muerte en un hospital por haber tenido una conducta solidaria, una conducta prosocial en una emergencia o situación límite, dónde una mujer corría peligro a manos de un cruel y violento compañero o amante.
Pues bien, esta conducta prosocial, es una tipificación del altruismo. Definiremos esta conducta tan necesaria para todo colectivo, y que en la actualidad parece ser castigada en vez de reforzada masivamente. El altruismo es una actitud voluntaria en beneficio de otra persona, sin anticipación de recompensas externas. La conducta altruista tiene un fin en sí misma.
Las características de la conducta altruista son las siguientes:
1. Es un continuo social: todos poseemos esta conducta, si es entrenada previamente, mediante los procesos de socialización. De este modo, estaría en un extremo el altruista total, y en el otro el perfecto egoísta, de tipo individualista.
2. Se actúa de forma altruista por recompensas internas, para rebajar el sentimiento de culpa, y como activación de la norma aprendida y reforzada mediante modelos sociales altruistas, modelados, observados y archivados en la memoria a largo plazo del sujeto que se dispone a actuar.
3. En una situación de emergencia sólo se actúa cuando suscita una activación emocional, empática o cercana con la víctima. El sujeto que se decide a ayudar evalúa rápidamente las siguientes opciones: las recompensas de la ayuda, los costos de la ayuda, los costos de la no ayuda y las recompensas de la no ayuda.
4. Se ayuda antes en una situación de emergencia cuando hay pocos observadores y la víctima tiene unas características de vulnerabilidad: enfermo, niño, anciano, mujer o herido.
5. Se activa la decisión de ayuda cuando en la valoración rápida, se percibe una amenaza real o potencial.
6. Las situaciones de emergencia son imposibles de prever, por lo tanto, no hay tiempo de consulta o duda en la elicitación de la conducta. Por lo tanto, se decide la emergencia, se percibe la responsabilidad personal y se presta la ayuda más adecuada.
7. Existen rasgos de personalidad y estados emocionales que facilitan o posibilitan la ayuda y el altruismo: personas más estables, melancólicas, distímicas, con creencias religiosas, empáticas, aventureras y también poco convencionales.
Como corolario de toda la tipología prosocial que acabamos de analizar, el Sr. Neira, el ciudadano que presenció, evaluó y actuó en ayuda a una mujer que estaba siendo maltratada, fue un perfecto héroe social, un hombre solidario, el cual valoró los costos de la ayuda y se decidió con valentía y decisión a intervenir en una situación injusta, desproporcionada, violenta, desajustada y vil.
Los medios de comunicación lo han presentado de modo ambivalente ante los espectadores, de modo que en situaciones similares, será fácil que se evalúen más los costos que los beneficios personales íntimos y únicos que lleva consigo la ayuda y la solidaridad. Se está haciendo hincapié en los costes físicos, evidentes, que ha tenido su actuación, empero, no se resalta la satisfacción personal, familiar y social que ha tenido su decisión. Si consideramos que el altruismo es una conducta normativa e imitativa, hemos de difundirla en su versión positiva, no en la cara de las consecuencias, puesto que toda conducta, incluidas las más livianas, tienen su parte negativa.
Gracias Sr. Neira. Desconozco la dirección de su recuperación, pero sí he conocido el vector emocional y social que le ha guiado. Ha sido capaz de poner en práctica el manual mejor que dispone el hombre en el hermoso camino de la vida: la solidaridad con los más necesitados. Dios le bendiga y le deseo lo mejor en estos duros momentos.