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Diario YA


 

Manuel Bru cuenta su viaje a Angola, con el Papa

Manuel María Bru. 24 de marzo.

A mí vuelta de Angola, muchos me preguntan: ¿qué tal en África? (ya algunas cosas he contado desde allí en este blog, y esta serviría de resumen) Y yo quisiera contar, en pocos segundos, lo que allí he visto y he oído, también porque lo que la expedición de Ayuda a la Iglesia Necesitada “hemos visto y oído”, expresión evangélica del encuentro de los apóstoles con Jesús, tiene mucho que ver con la Buena Nueva del Evangelio, con la esclavitud del hombre, pero también con su liberación:
Hemos visto la miseria en la que viven miles de angoleños, en las apestosas calles de Luanda y de Luena, entre toneladas de escombros y basuras, y hemos oído el clamor de los pobres que con su mirada nos preguntaban si su suerte, de alguna manera, podría algún día tener algo que ver con la nuestra. Hemos visto a las mujeres angoleñas, las mantenedoras del poco orden familiar y social existente, llevando a sus hijos más pequeños atados a la espalda, consiguiendo, como pueden, el pan de cada día, y un mínimo de higiene cada día. Hemos visto jóvenes inquietos, buscando donde y cómo recuperar el tiempo perdido de la guerra, para salir de su analfabetismo, para ayudar al cacareado por todo el mundo allí proceso de reconstrucción nacional, empezando por reconstruir el sentido de sus vidas.
También hemos visto un país paralizado, caótico, desprovisto de todo, sin infraestructuras, sin industrias, sin empresas, sin profesionales, sin escuelas, con un pasado espantoso y un futuro incierto, con políticos corruptos, con una aristocracia, herencia del sistema comunista implantado durante la guerra, de un 1% de la población –ni siquiera se les ve- que acumula el 90% de la renta.
Hemos visto todo esto, pero también hemos visto la respuesta a todos estos males endémicos de la presencia de la Iglesia, esa que el Papa en su viaje ha evidenciado, la presencia de una razón para seguir luchando por su futuro, que es la fe, y la de una mirada para confiar en él, que es la esperanza, y la de miles de caminos concretos para conseguirlo, que es la caridad. Hemos visto y oído la alegría y la valentía de una Iglesia viva, incansable, y adorable, la Iglesia misionera de África.

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