Manuel Morillo: "Conservemos España y los españoles"
Conservemos España y los españoles
La preocupación ecológica verdadera, bien entendida, es un valor transcendente, que debemos defender y difundir, con interés.
Pero por el desprestigio que ha sufrido la palabra producido por la manipulación y mal uso que se hace de conceptos como ecología, ecológico, etc.. por ciertas ideologías materialistas y paganas, o por modas inducidas hace que sean términos dañados que inducen al error, en la mayor parte de las ocasiones.
Como las palabras son convenciones con las que entenderse, quiza sea mejor emplear términos como conservacionismo o similares.
En todo caso, sea cual sea la palabra que emplemos el contenido auténtico de ellas es un deber para las personas que mantienen los valores nacionales y cristianos:
-Como ciudadanos que amamos profundamente nuestra Nación, la infraestructura de ésta, su suelo, y la flora y la fauna que lo pueblan, son parte del patrimonio que sustenta nuestra Patria. Cuanto mejor conservermos la naturaleza, la Patria será más grata a sus hijos. Un Estado sano debe conservar y mejorar todos estos componentes, persiguiendo con dureza a quienes los deterioren, por desprecio o intencionadamente.
-Como creyentes debemos seguir el mandato imperativo del Génesis (II, 15), que puso al hombre en el mundo para que "...lo cultivara y lo guardara..." y que nos obliga a administrar en las mejores condiciones un planeta que tenemos solo en desposito y que debemos de dejar habitable para nuestros descendientes y de cuya gestión deberemos dar cuentas.
Pero una idea que siempre se olvida es que también los seres humanos forman parte de la biosfera y que, en muchas ocasiones, se desarrollan en condiciones inaceptables o están en peligro. Y de hay la petición que a la que hace alusión el título, por qué ¿somos los españoles somos una especie en vías de extinción?.
Afortunadamente, y a pesar de percepciones que pudieramos tener a través de los medios, y como cabría esperarse de las políticas del Gobierno Central , los autonómicos, y los partidos del Sistema, los españoles no peligramos porque desaparezca en nosotros el sentimiento de españolidad. Las últimas encuestas publicadas, sorprenden por los resultados, que prueban la terquedad de los ciudadanos de "este pais" en seguir manteniendo, contra todo pronóstico, y a pesar de la voluntad de la clase politca, el orgullo de ser españoles.
Sin embargo los españoles si que podemos llegar, literalmente, a extinguirnos, físicamente, como especie, si continuan las actuales tasas de natalidad, las más bajas de todo el mundo, y que no cubren ni de lejos los umbrales de sustitución intergeneracional.
A ello han colaborado tanto el Psoe, como el PP (Gobiernos de González: 359.624 abortos, Gobiernos de Aznar: 511.429 abortos, Gobiernos de Zapatero, de momento más de 500.000 abortos -Sin contar los abortos por píldoras-), responsables de que en España falten varios millones de españoles ya concebidos.
Eso de forma directa y de forma indirecta también la UCD, más los partidos citados, con sus leyes antifamilia y antinatalistas, y de forma principal creando un Sistema cuyos valores son contrarios a la vida.
Y en España estamos a punto de alcanzar un punto de no retorno, en que inclusive, por la estructura de la piramide de edades fértiles, aunque se tomaran medidas potenciadoras de la natalidad, éstas no surtirían efectos a corto y media plazo.
Esto va a traer consecuencias de orden moral, social, político y económico, con problemas gravísimos que hay ya que plantearse y solucionar.
Desde, y con vistas al largo plazo, como asegurar la pervivencia del pais, a, ya con carácter inmediato, ver como se ha de poder mantener nuestra estructura de pensiones. (en muy breve espacio de tiempo, habrá una proporción de un trabajador por cada dos pensionistas)
Por ello urgen medidas natalistas, con un fuerte apoyo económico de las administraciones (inversión para el futuro) a las familias. Pero sobre todo un cambio moral, donde la actitud social, la de los ciudadanos, sea una postura abierta a la vida, puesto que las medidas económicas en ese campo siempre serán insuficientes.
Pero también, y de forma realista, debemos plantearnos la necesidad de planificar una inmigración que cubra nuestro déficif poblacional.
A pesar de las calamitosas políticas migratorias de los últimos decenios, todavía estamos a tiempo de arreglar los desaguisados sufridos y planificar, paliando los actuales problemas de convivencia e integración, y evitando futuros problemas de enfrentamientos sociales, que producen todas las sociedades multiculturales, sobre todo cuando son culturas no solo diferentes sino opuestas en sus valores.
Para ello debemos primar la emigración de países de nuestro ámbito historico, cultural y religioso (entiendase Hispanoamérica, Guinea, Filipinas y Europa del Este)
Y por otra parte es necesario restringir al máximo las invasión que supone la emigración islámica. Una emigración que no quiere integrarse y aceptar los valores de la civilización occidental.
Así, por ejemplo, por su concepción religiosa, los marroquíes nunca se integrarán en España sintiéndose ciudadanos españoles, y aceptando la legislación española, porque se quieren subditos de Mohamed VI, máxima autoridad religiosa para ellos en su calidad de Amir Al Muminín, Comendador de los Creyentes. Esta autoridad emana de su condición de jerife, descendiente del profeta Mahoma.
Esta emigración, más que una solución, es un peligro, de la que en realidad los culpables somos los occidentales por apoyar el acceso al poder a élites políticas y económicas que ignoran los intereses de las naciones que dominan.
Naciones que se encuentran desarmadas ante este peligro por imperar en ellas el "pensamiento débil" (concepto acuñado por Gianni Vattimo que confluyente con el movimiento intelectual más genérico de la postmodernidad relativista, y que valora especialmente la multiculturalidad. El pensamiento débil comparte algunos rasgos con la deconstrucción de Derrida).
La solución al problema conservacionista de España, la España física, y la España vital, está en nuestras manos, con actitudes personales en nuestro comportamiento diario y en nuestro comportamiento político y social.