Mariano empieza oler a muerto
Francisco Torres García. Ya es un hecho evidente que el sistema de partidos en España, que lleva reasentándose desde la caída de Rodríguez Zapatero, va a continuar moviéndose entre continuos sobresaltos que alientan la inestabilidad, porque si alguien piensa que con lo sucedido en los días precedentes, desde el referéndum del chalet a la sentencia de la Gürtel, hemos terminado es que vive en otro país.
Lo que las encuestas y los estudios de opinión indican es que el electorado se ha vuelto volátil, que los suelos de votantes de los partidos han dejado de ser seguros, situándose por debajo del 20% en el PP y en el PSOE, y que un porcentaje muy amplio de electores duda a quién votar dentro de su marco de referencia.
Lo que ya es un hecho innegable, es que se está produciendo un constante trasvase de votos entre el PP y Ciudadanos, entre el PSOE y Ciudadanos, entre PODEMOS y el PSOE, entre votantes de PODEMOS de la indignación primigenia y Ciudadanos... Una realidad que está marcando la agenda táctica de todos los partidos nacionales al igual que el evidente miedo a la expansión sociológica de Ciudadanos, un partido que comienza a moverse a base de encuestas y estudios demoscópicos recuperando lo que fue una seña de identidad táctica de los años triunfales del PSOE.
No soy capaz de predecir si, finalmente, como parece cada vez más probable, se van a adelantar las elecciones generales, si vamos a acabar realizando una jornada macroelectoral en la que convergerían elecciones municipales, autonómicas y generales; o, si como muchos parecen apuntar, podemos ser citados a las urnas en noviembre o diciembre. La gran resistencia a ello tiene un nombre, Mariano Rajoy. Básicamente, porque no solo piensa que el tiempo largo puede jugar a su favor, sino porque no solo se va a jugar su sillón en La Moncloa sino la continuidad del PP como opción de gobierno.
El problema es que Mariano ha comenzado a oler a muerto no tan solo fuera de sus filas sino también entre los suyos. El PP está en ebullición interna y casi en lucha silente fratricida entre los que provienen de lo que ya podemos denominar como “los años de la corrupción popular” y los que habían creído que no era verdad (ardorosa ingenuidad o exceso de pubertad); pero también arde el desánimo de quienes han estado viviendo los navajazos que llevan produciéndose en el PP en virtud de la “batalla de damas” que aún no se ha cerrado (liquidadas Cifuentes y Esperanza, por no hablar de otras, aún queda el choque entre Soraya y Cospedal); por no mencionar a quienes a nivel nacional o local se quedan pasmados cuando se pone en tela de juicio a las jóvenes promesas (el caso Casado que aún no está cerrado y que probablemente hunda sus aspiraciones a encabezar al PP en Madrid). Ante este panorama, y lo que previsiblemente pueda venir, tiene razón Mariano al pensar que acceder a ir a una contienda electoral dentro de unos meses, como lo pide Ciudadanos, con la situación en la que se encuentra el PP, sería un suicidio. Ahora bien, también lo sería dentro de algo más de un año cuando su único bagaje serían los resultados económicos, si es que los datos positivos se siguen manteniendo y logra reflotar a una clase media cada vez más erosionada. Pero a la vez, Mariano, aunque el pretenda ignorarlo, al apostar por un partido de gestión, por querer mantenerse a toda costa, refugiándose en el apoyo del sector económico a su gestión -aunque no pocos comienzan a bascular hacia Ciudadanos-, está erosionando de forma acelerada al PP. Es así, por su política del avestruz ante la corrupción, por su táctica de entrega ante el nacionalismo, por su falta de respuesta eficaz al desafío catalán, por su compra, vía Presupuestos Generales del Estado y cesión política, del apoyo del PNV, por haber abandonado cualquier referente ideológico clásico de la derecha. Dándose la paradoja de que un sector de los votantes de la derecha está dispuesto a premiar a Ciudadanos como castigo a su PP.
El acoso ha comenzado. El márchese señor Rajoy va a convertirse en un grito de guerra en la moción de censura que Pedro Sánchez ha planteado para intentar ser el líder de la izquierda, aprovechando las revueltas convenientemente programadas (ahí están las movilizaciones de los pensionistas y las que vendrán), la crisis del chalet y las desavenencias internas de la olla de grillos que es PODEMOS… aunque convendría tomar buena nota de que el referéndum más concurrido de los podemitas ha sido el del chalet que en realidad era un Pablo Sí, porque Pablo sigue sin oler a muerto.