Javier González Méndez. Los prolegómenos del Consejo de Ministros de este 12 de julio de 2012, que marcará un antes y un después para millones de españoles, no podían ser más elocuentes. Hablan por sí solos y reflejan un Gobierno acorralado entre la espada de la opinión pública española y la pared de Bruselas. La soledad de Mariano "Manostijeras", utilizado por Europa para desvalijar a los ciudadanos, es una réplica a la española de la célebre película de Tim Burton, cuyo personaje pierde el aprecio de su comunidad cuando lo utilizan para descerrajar cerraduras y saquear casas de la vecindad (Periodista digital).
¿Padece Rajoy la misma inocencia que Eduardo Manostijeras? Es un dilema que dejamos al criterio de los lectores ¿Le podía plantar cara a los mercados, a Bruselas, a Merkel, al BCE y al FMI, juntos, revueltos e implacables? Es una incógnita que abarca un amplio abanico entre el escepticismo, el decorado de cartón piedra al que hasta ahora se llamaba soberanía y la desconfianza casi ilimitada que propone la "duda metódica" de René Descartes.
La soledad de Rajoy ante los recortes
La cuestión es que nunca el Presidente de un Gobierno Español, se ha enfrentado a una emergencia a vida o muerte como ésta. España ya ha padecido "pronósticos muy graves" en sus últimas tres décadas y media.
Pero aquella Europa que tuvo que elegir entre la insolvencia pre-democrática del suarismo o la resurrección del fantasma del franquismo que sugería en una novela de Vizcaíno Casas, hizo piña, movió hilos diplomáticos, se hizo de tripas su frío corazón y se las ingenió para mantener las constantes vitales de una transición en peligro de muerte económica.
A la Europa pre-comunitaria le estorbaba una España con ecos de ruidos de sable y amagos de resurrección del Movimiento. A esta Europa post-tratado-de-Lisboa, en cambio, le estorba esta España con ruidos de ERES e indicios de incremento del paro. Paradojas de la historia que han pillado a Rajoy pasmado como al rey de ficción que describió Torrente Ballester.
Un Rey con muletas, sirve de muleta de un gobierno
Por increíble que pueda parecerles a republicanos, escépticos, desencantados, antimonárquicos, indignados y protectores de elefantes y otras especies en peligro de extinción (excluidos políticos), Juan Carlos I sigue siendo el líder nacional mejor valorado. Es el único que en las encuestas del CIS, incluso tras la resaca de la "trompa" de Botswana, mantiene una nota por encima del aprobado y a pocas décimas del 6. De ahí para abajo, encabezados por Rosa Díez, los líderes nacionales obtienen notas del 4 y pico para abajo y en ningún caso progresan adecuadamente.
Quizá por eso Rajoy y su Consejo de Ministros inician su día más largo en el Palacio de la Zarzuela, bajo la presidencia del Rey, en una sesión previa de naturaleza deliberante, antes de trasladarse a La Moncloa, con sus guadañas en ristre, a celebrar la sesión de naturaleza decisoria. La foto en torno al Rey puede transmitir mañana un cierto efecto placebo mediático.
Meten a su Majestad en el lío, en la pomada, e intentan transmitirle a la opinión pública española lo que probablemente ya ha interiorizado: que la situación es tan grave, estamos en semejante grado de emergencia nacional, que tienen que utilizar de muleta a un Rey que, casualmente, también precisa de muletas.
De Rey a escudero mediático
En la historia de las monarquías, debe ser la primera vez que un Rey se convierte en escudero. Juan Carlos I va a ser utilizado esta mañana como escudo humano mediático por parte de un gobierno que se prepara para un bombardeo de la opinión pública y la opinión publicada española.
¿Para qué sirve un Rey?, se preguntan las generaciones más jóvenes de españoles y empiezan a plantearse las generaciones más veteranas. La respuesta a ése dilema debe flotar en el viento inescrutable de Bob Dylan. ¿Para qué sirve Juan Carlos I? Aunque parezca una redundancia entre interrogaciones, la moderna historia de España ofrece respuestas distintas y distantes para dos preguntas que pueden antojarse similares.
In illo témpore, nos sacó las castañas del fuego y los tanques de las calles de Valencia, aquella noche del 23-F en que vivimos peligrosamente. Mañana, Dios, la prensa y la opinión pública dirán. Pero su foto amparando a un gobierno en soledad, en tiempos de cólera política, económica y social, es posible que surta cierto efecto placebo.
El Jefe del Estado, por voluntad propia o por exigencias explícitas de La Moncloa, impartirá su bendición urbi et orbi a un gobierno que se dispone a anunciar una hecatombe fiscal, social, administrativo, sin saber si este cuento de terror y las cuentas catastróficas, tendrán el final feliz que le predicen De Guindos, Álvaro Nadal, gurús de esos, al conmovedor Mariano 'Manostijeras'.