Mentiras y engaños para mantener viva la revolución separatista
Miguel Massanet Bosch. Uno no sabe que pensar cuando se cerciora de que todo el gran bluf del nacionalismo catalán, una postura de los políticos catalanes que vienen manteniendo durante años, al menos desde que el señor Mas, aparentemente resignado y partidario de unas actuaciones menos radicales, más juiciosas y menos belicosas de aquellas que el mismo, el gran “astuto” del independentismo catalán, vociferaba a los cuatro vientos en sus gran desafío al Estado español; con base a la revolución pacífica, moderada, de grandes manifestaciones festivas los 11 de Septiembre, de grupos familiares, niños y gran profusión de esteladas que, esto sí, ya no les bastaba la bandera oficial de Cataluña, la de las cuatro barras, sino que ahora debían incluir la estrella sobre fondo azul de la representación revolucionaria tal y como luce la propia bandera cubana de los Castro, el signo máximo de la confrontación y el desafío.
Y decíamos que no sabemos que pensar, cuando observamos que, aquellos en los que teníamos puestas las esperanzas de que iban a acabar con la gran boutade del nacionalismo catalán, que iban a actuar con la necesaria energía y los medios adecuados; que se utilizaría la implantación del Artº 155 de la Constitución en Cataluña para establecer la legalidad; reponer la aplicación normal de las sentencias de los tribunales de justicia; establecer el uso normal del castellano sin cortapisas e impedir que, unos cuantos, tuvieran el poder de tener en vilo a toda España, amén de nombrar un nuevo Parlamento y a un nuevo presidente de la Generalitat, con autoridad y medios para impedir que, toda la deriva separatista que se había venido estableciendo en Cataluña (muchos pensábamos que, con tanta negligencia y falta del valor necesario para poner coto a lo que se perfilaba claramente como los prolegómenos de lo que ha sucedido después, al menos los españoles que residíamos en esta comunidad, veíamos claramente que acabaría por ocurrir) continuara considerando la tierra catalana como propia, imponiendo sus leyes, su idioma y sus coacciones para establecer, de hecho, un lugar en el que el resto de españoles se encontrarán a disgusto y sujetos a las arbitrariedades y caprichos de quienes renegaban de España y de los españoles.
Lo que ha sucedido y que ha salido a la luz a través de la prensa, aunque ya formaba parte del concepto que muchos teníamos de la evolución del gobierno del PP dirigido por el señor Rajoy ( un señor que, al parecer ha querido pasarse de listo) y acompañado de una serie de ministros que le bailan el agua y una vicepresidenta, la señora Sáez de Santamaría, que tenemos la impresión de que se encuentra más a gusto intrigando por los vericuetos de las alcantarillas de la política, que trabajando para que, de verdad, se pusiera término a la gran amenaza del independentismo catalán. Así hemos tenido oportunidad de enterarnos de la mojigatería, la flojera, la vergonzosa actitud de la mayor cobardía y la evidente traición a la patria española que tuvo lugar cuando, según información del Independiente, mientras en sedes sociales, las TV y los periódicos del mundo se publicaban toda una serie de reportajes difundiendo la supuesta brutalidad de la policía española contra el ilegal referéndum del 1.O, la Moncloa impedía que la Policía y la Guardia Civil hicieran públicas numerosas grabaciones en las que se mostraba la violencia ejercida durante la jornada contra las fuerzas del orden. La orden partió de la Secretaría de Estado de Comunicación que dio instrucciones a los mandos de Interior para adoptar un “perfil bajo” de modo de que no se soliviantara demasiado a aquellos que, por si fuera poco, habían conseguido poner a España y su Gobierno a la altura de una nación bananera, al dejar al descubierto su incapacidad para impedir que, unos cuantos alborotadores, pusieran en marcha la distribución de urnas y se pudiera votar en muchos lugares de Cataluña pese a los esforzados y meritorios intentos de la Guardia Civil y la Policía para impedirlo aunque, finalmente y para más INRI, fueron despreciados y dejados en ridículo.
Hoy mismo, después de que en la comunidad catalana hayan estado actuando, con perfecta impunidad y ante la mirada complaciente de los mossos de escuadra de la policía catalana, unos grupos de activistas de las llamadas CDR, impidiendo el paso por carreteras, autopistas, abriendo peajes y burlándose de la gente que durante esta Semana Santa intentaba desplazarse a sus lugares de destino, como si fueran quienes pudieran jugar a su libre arbitrio con los automovilistas, cubiertos de una capucha y con la tranquilidad de quien no se siente amenazado, al contrario defendido por unos agentes de la autoridad entregados a la causa, se atribuyeran la autoridad para decidir quién pasaba y quién no, incluso quienes podían cruzar los peajes sin pagar con el consiguiente perjuicio para la sociedad que administra las autopistas. Pero, una vez más, las prisas de Rajoy para intentar solucionar el problema de la constitución de un gobierno catalán que le permita retirar el 155 de Cataluña, un artículo que, por lo visto, le duele más a él que a los propios independentistas, sin duda por el ansia de conseguir, de nuevo, algún acuerdo millonario con los del PNV que le permita, por encima de todo, afianzar su legislatura que se encuentra en situación de crítica inestabilidad, si es que no consigue aprobar los PGE; han quedado expresadas con una de estas declaraciones que ponen los pelos de punta a todos los que estamos preocupados por el tema catalán y que esperábamos que el 155 se aplicara con la suficiente energía para que todo lo que estos días está sucediendo en la comunidad catalana, no hubiera tenido ocasión de producirse.
"Crear polémicas sobre esto no conduce absolutamente a nada positivo", zanjó el jefe del Ejecutivo, cuando se le comentó la actitud manifiestamente contemplativa de los Mossos. Y sacó pecho respecto a la actuación de los pasados días de la policía catalana, ahora bajo control del ministerio del Interior en aplicación del artículo 155 de la Constitución. No dudó en declarar: "ha habido muchas actuaciones, identificaciones y detenciones" amén “de que los agentes de este cuerpo policial están “escoltando a mucha gente de la vida política y judicial”. Lamentable y, nos atreveríamos a decir que muy preocupante. De hecho, este personaje ya hace días que da la impresión de que anda perdido, acosado por todos lados, incluso por los de su mismo partido que, cada vez más, ponen en cuestión sus decisiones a la vez que, los tropiezos que están afectando al partido, cada vez van alejando más a sus presuntos votantes que, en una situación de desamparo, se encuentran ante una gran disyuntiva entre no votar en los próximos comicios o hacerlo por Ciudadanos, aunque a muchos esta posibilidad no acaba de resultarles la más adecuada.
Lo que es evidente es que el gobierno de Rajoy se ha tomado en serio esto de “mantener el perfil bajo” en su idea perenne de que hay que darle tiempo al tiempo y que, por encima de todo, lo que hay que hacer es mantenerse en el machito aunque, para ello, se deba de traicionar al partido, a sus miembros y a sus simpatizantes que llevan tiempo admirados de que, un partido de derechas, se haya dejado arrastrar a posiciones socialistas olvidándose de las promesas que, en su día, cuando necesitaba los votos de los españoles, no dudaron en prometer lo que estaba en su mano dar y lo que, en forma alguna, estaban dispuestos a dar. Los resultados los estamos advirtiendo ahora cuando, la mala gestión política que han estado llevando a cabo, pone al partido en una situación tan precaria que, como no haya una reacción inmediata y surja de la nada un salvador capaz de enderezar su rumbo, vamos a presenciar como el primer partido del país queda reducido a uno del simple montón.
Sólo el anuncio de los fiscales alemanes respecto a la situación del señor Puigdemont en Alemania, a su petición de que siga en prisión y en la decisión de enviarlos al tribunal correspondiente, con la petición de que sea extraditado por los delitos de rebelión y malversación de caudales públicos, dos delitos de suma gravedad y que, si fuera juzgado en España y declarado culpable de los delitos que se le imputan, es posible que tuviera que permanecer una larga temporada en la cárcel haciendo compañía a quienes ya le adelantaron en ocupar sus correspondientes celdas en la cárcel de Extremera; ha conseguido darnos un poco de tranquilidad aunque era evidente que, siendo Alemania la nación en la que se produjo la detención del expresidente de la Generalitat catalana, era de suponer que, dada su legislación referente a la materia y pesar de los intentos de los medios de comunicación catalanes, entre ellos y de forma destacada todos los columnistas del periódico catalán La Vanguardia, entre los cuales los hay que han estado inventándose a juristas y expertos que sólo existían en sus radicalizadas imaginaciones, que afirmaban que sería puesto en libertad; tal es el caso de la señora Rahola, una de las más irreductibles defensoras de Puigdemont que, seguramente, en estos momentos debe estar siendo sometida a reanimación, después de que le haya llegado la noticia del resultado de las decisiones de los fiscales de Schleswig-Holstein.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, es obvio que nos estamos enfrentando a una situación en la que, las necesidades imperiosas que acosan al PP respecto a la urgencia de la aprobación de los PGE, le están induciendo a cometer errores garrafales como es el de pretender pactar a toda costa con el PNV cuando sabe, positivamente, que los de Urkullu tiene un as en la manga y lo están haciendo valer negándose a iniciar cualquier contacto antes de que sea retirado el 155 de Cataluña, interesado en hacer desaparecer un precedente que piensan que, en alguna ocasión, podría perjudicar sus aplazadas pretensiones independentistas. Un país no puede estar pendiente de que un partido minoritario o un grupo de fanáticos nacionalistas lo acosen de una manera intolerable y, si el Gobierno no está en condiciones de evitar que ello suceda, lo mejor que puede hacer es convocar nuevas elecciones, reestructurarse, realizar cambios drásticos en su directiva y dirigir su mirada hacia tiempos pasados, cuando los dirigentes del partido seguían las reglas de una derecha, cristiana y dispuesta a luchar pos sus principios que, por aquellos tiempos, no como ahora, parece que estaban lo suficientemente claros.