Micropolix, donde todos quieren ir
Luis Alfonso
Un día de convivencia entre padres e hijos se puede plantear de muchas maneras. Pasar el día en Micropolix no es una opción como otra cualquiera. Allí los niños son ciudadanos y los adultos visitantes. Desde la entrada en el recinto el aire es diferente, una ciudad en pequeñito, a la medida de los niños. Tiene su Gobierno, su policía, sus bomberos, su supermercado, su oficina de empleo y un montón de actividades que suscitan el interés de los niños. Cada actividad realizada queda reflejada en el pasaporte personal, y mientras en algunas actividades los niños pagan eurix (la moneda de la ciudad) y en otras cobran por trabajar.
Los niños, aunque sepan lo que hay que hacer, se dejan explicar las normas, de nuevo, con nerviosismo, pensando en que están perdiendo el tiempo, pensando que lo importante es jugar. En el momento que se acaba la presentación (rápida, coherente y siempre personalizada) salen a sus actividades, en grupos de amigos. Unos quieren ser policías, otros ir al local de ensayo, al casting o a la universidad, pero siempre con la misma idea, ellos saben que eligen donde ir.
El papel de los padres consiste exclusivamente en acompañar, no son ellos los actores. Es un momento de educación también para los padres que tienen que aprender que la libertad del hijo es mejor que sea respetada a que sea dirigida. Es habitual que los padres sean los que guarden el dinero y el pasaporte de los hijos para “salvaguardar”. Un enorme error porque no es un grave problema que los niños pierdan su dinero o su pasaporte, mientras que sí es fundamental que les den libertad de elección. Micropolix necesita actividades para padres, no solo para entretenerles y que no interfieran en la vida ciudadana de los hijos, necesitan actividades educativas que respondan a la falta de conocimiento para educar en libertad a los hijos. Este tema es urgente en Micropolix.
Las conversaciones con los padres tienen todas la misma dinámica: qué bueno es Micropolix pero yo no sé qué hacer. A los padres les queda como recurso ir detrás de los niños, leer, salir de compras o volverse a casa. También a los padres se les debería dar una pequeña indicación en la entrada de cuál es su papel, sencillo pero determinante porque siempre son la referencia de los niños.
Las colas en las actividades son una nueva fuente de educación. Cuando un niño tiene que esperar 10 minutos para una actividad que dura 25 no es un problema, forma parte de un sistema que te enseña que hay que esforzarte por las cosas, en este caso esperar no es frustrante, es educativo.
El rostro iluminado de los niños no se puede pagar cuando vienen a contarte que han sido testigos de un robo en el supermercado, han tenido que apagar un fuego o han estado cambiando dinero en el banco. Ellos mismos se animan y se dejan aconsejar por sus amigos.
Mantener la tensión profesional de los monitores y mejorar la función de los padres es el camino para aumentar el éxito.