Mons. Juan Antonio Reig Pla, presentó el libro del Cardenal Carlo Caffarra “No anteponer nada a Cristo”
Después de dar a conocer algunos rasgos biográficos del cardenal y su estrecha relación con él mismo, explicó Mons. Reig la importancia que tiene para la Iglesia Católica la creación del Pontificio Instituto Juan Pablo II para estudios sobre el matrimonio y la familia. Es en este ámbito del Instituto donde el obispo de Alcalá pudo conocer el alma de este gigante del espíritu que fue el Cardenal Caffarra y la riqueza de su pensamiento.
A continuación explicó el título de la traducción española. “No anteponer nada a Cristo” es una expresión que está presente en la Regla de San Benito, fundador de los Benedictinos. En la época de la caída del Imperio romano, el joven Benito, viendo que sus amigos se corrompían, dejó Roma y se trasladó a Subiaco, viviendo como ermitaño y dedicándose a buscar el Reino de Dios: quaerere Deum. Transcurridos unos años, fundó con sus seguidores el monasterio de Monte Casino dedicándose a enseñar de nuevo el arte de vivir que está expresado en su Regla. Con esta nueva realidad monástica comenzó la evangelización de lo que con el tiempo se llamó la Europa cristiana.
Algunos autores contemporáneos han querido comparar nuestra época con el momento y proceso de la caída del Imperio romano. Entre ellos destaca el filósofo converso al catolicismo Alasdair Macintyre. Este autor, en su obra After virtue, después de comparar la decadencia cultural actual de Occidente con la decadencia de Roma, llega a afirmar que la diferencia con el Imperio romano es que entonces los bárbaros estaban en las fronteras y ahora los tenemos gobernando. Para Macintyre no estamos esperando, pues, a los bárbaros sino a Benito.
De este mismo modo de pensar se hizo cargo Joseph Ratzinger en distintas ocasiones y también aludió a ello siendo Benedicto XVI. Recientemente otro converso, el periodista norteamericano Rod Dreher ha expuesto la necesidad de volver a la opción Benito, fundando verdaderos espacios de identidad cristiana que puedan ser como la sal y la luz del mundo. Su libro The Benedict option, recientemente traducido al italiano y al español, proporciona, sin duda alguna, un punto de contraste para tantos católicos en estos momentos.
También el Cardenal Caffarra expuso la necesidad de volver la mirada a San Benito para llegar a edificar familias como monasterios: “Lo que hicieron los monasterios benedictinos en Europa durante la caída del Imperio romano y las invasiones bárbaras, hoy, en el imperio de la nueva barbarie espiritual- antropológica, lo pueden hacer las familias creyentes. Y, gracias a Dios, aún existen” (pág. 170). Del mismo modo son necesarias las pequeñas comunidades a través de las cuales Dios hace obras grandiosas: “En esa destrucción total de todo que fue la caída del Imperio romano, Benito se retiró con algunos amigos en el bosque de Subiaco, sencillamente «para servir al Señor», dice en su Regla. De ese pequeño grupo se generó una nueva Europa. Veis, las pequeñas comunidades son pequeñas -es cierto- cuantitativamente, pero una de las reglas que el Señor sigue en su acción es que Él hace las obras grandes con las fuerzas pequeñas. En la Biblia esto está clarísimo. En estos días hemos leído la historia de Gedeón: manda a casa a estos, manda a casa a esos, dice el Señor, y se quedaron unos pocos cientos contra un ejército de miles y miles, y el Señor venció. El santo Cura de Ars decía: «Sansón mató a cien filisteos con la quijada de un burro. ¿Qué creéis que podría hacer Dios con un burro entero?». Por lo tanto, estas pequeñas comunidades como la vuestra son los lugares donde florece la nueva sociedad, son los lugares donde se ponen las bases para la verdadera ciudad de los hombres y, también, para la guía y una orientación en la Iglesia” (pág. 171).
Tras esta primera reflexión, Mons. Reig se adentró en el pensamiento filosófico-teológico del Cardenal Caffarra, destacando los puntos neurálgicos de la decadencia cultural presente y la necesidad de reconstruir el “humanum”. En este sentido expuso lo que significa la decadencia de la razón y su colapso. En estos momentos se está privilegiando la “razón instrumental” que, a través de la técnica y la tecnología, se presenta como razón hegemónica al margen de la verdad del hombre y del bien humano. Este tipo de razón, sin la base de una antropología adecuada y sin los criterios para salvaguardar el bien moral de la persona, está atravesando incluso el alma humana que camina por las sendas del nihilismo y el posthumanismo.
Del mismo modo, al no estar la libertad humana anclada en la verdad del hombre (designio de la Sabiduría infinita de Dios-creador), ésta se encamina hacia su propia perversión. La perversión de la libertad se produce cuando la voluntad humana, en vez de ser guiada por la inteligencia y la verdad del hombre, sigue simplemente los impulsos de los instintos, de los sentimientos y emociones, estimulados potentemente por los medios de comunicación en una sociedad volcada al consumo. Hoy, cuando se apela a la autonomía radical y soberana de la voluntad, desconociendo la naturaleza propia de la persona y su auténtica libertad unida a la verdad, se está preparando un mundo de esclavos de sí mismos y de los tiranos de turno.
Finalmente, el obispo de Alcalá de Henares, destacó el tercer factor que promueve la destrucción de lo humano. Se trata del “apagón” de la conciencia moral que deja al hombre a oscuras, con una libertad sin norte y totalmente sometida al relativismo moral.
Toda la obra del Cardenal Caffarra, y también la selección de textos en este libro, ha ido encaminada a proponer las bases para una antropología adecuada que salvaguarde la dignidad del hombre (imagen de Dios) y proponga las claves de la ética que conduzcan a la libertad hacia la perfección de la persona humana.