Miguel Massanet Bosch. Existe un proverbio inglés del siguiente tenor: “El fanfarrón mata a un león ausente, pero se asusta de un ratón presente”. No sé si los españoles estamos hechos de distinto material de los habitantes de otros países ni si somos más fáciles de llevar al huerto pero, en todo caso, lo que sí es cierto es que tenemos una gran propensión por dejarnos arrastrar por la buenas palabras, permitir que nos convenzan quienes nos prometen respetar nuestros convencimientos y libertades y claudicar ante aquellos que saben tocarnos la fibra sensible de nuestras debilidades más íntimas. Y me refiero a ello porque, cuando en las pasadas elecciones algunos de nosotros, bastantes por cierto, votamos por el señor Rajoy y el PP, estábamos convencidos de que, en esta nación, había muchas cosas que enderezar, empezando por el tema económico, financiero y social y pasando por las cuestiones éticas y morales sin olvidarnos de la necesidad de cortar de raíz todas aquellas ínfulas separatistas, que tanto daño estaban haciendo a nuestra patria y tanto dañaban la credibilidad y la imagen de España en el extranjero. Pensamos, equivocadamente, que el PP sería capaz de hacerlo.
Por desgracia, aquellas ilusiones no se han cumplido. En parte, porque la herencia de los anteriores gobiernos del señor Rodríguez Zapatero fue catastrófica y, en parte, porque el PP demostró, en su campaña electoral, tener un desconocimiento de la situación real de España que lo llevó a hacer promesas que le han sido imposibles de cumplir, ofrecer cambios que luego no se ha atrevido a realizar y hacer ofertas de regeneración moral y ética que, fuere por temor de las reacciones de aquellos que saldrían perjudicados con ellas o por estar tan absorbidos por los problemas más acuciantes ( los económicos y financieros); que han sido dejadas en un segundo término sin que, después de más de un año de ocupar el poder, lleven trazas de volver a adquirir el protagonismo que los votantes les dábamos al emitir nuestro voto. Lo cierto es que, el tema del aborto, con más de 100.000 asesinatos de fetos al año, sólo en nuestro país o el tema de los matrimonios gays y la adopción de niños por este tipo de “familias”; siguen dándose con tanta o mayor intensidad que cuando, los socialistas ( sus más acérrimos defensores) ostentaban el poder; ante la pasividad de la dirección del PP que, al parecer, está olvidando los principios en los que se basa la existencia de esta formación y el respeto que les debe a los simpatizantes que lo votaron.
Pero, sobre todos estos temas hay uno, especialmente sangrante, que parece que, a tenor de lo que está sucediendo estos días, no va a camino de solucionarse en el sentido que se nos prometió. Al contrario, si ya el señor Rajoy se ha venido mostrando excesivamente “prudente”; sospechosamente paciente y peligrosamente indulgente, con el separatismo catalán; concediéndole demasiado espacio en el que desenvolverse y cuando los precedentes de los últimos gobiernos de la Generalitat han venido demostrando que son capaces de incumplir los sentencias de los tribunales, despreciar las advertencia del Estado y mantener una actitud desafiante, exigente, de enfrentamiento y de desprecio por la propia Constitución española o, cuando ha sido el propio presidente de la Generalitat quien ha lanzado a los cuatro vientos, sin el menor rubor, su intención de lograr la independencia de Catalunya, exigiendo el “derecho a decidir”; todo ello sin que ninguna institución del Estado, aparte de algunas declaraciones descafeinadas, haya dado muestras de querer acabar, de una vez, con esta evidente rebelión en contra de la unidad de España y de los preceptos constitucionales; es lógico que lleguemos a la conclusión de que, el llamado “problema catalán”, se le ha atragantado al Ejecutivo, que anda errante, improvisando y cediendo, sin que se atreva a enfrentar con claridad y energía al meollo de la cuestión, utilizando los mecanismos recogidos en nuestra Carta Magna. Y ¿así es como van a zanjar tan espinosa cuestión, buscando hacerse perdonar el ser los garantes de una España unida?
Y aquí tenemos al “justiciero” señor Montoro, al amenazante ministro de Hacienda que ha enarbolado el alfanje de la lucha contra el fraude; que nos está friendo a impuestos y que, en su momento, dijo que “todas las autonomías iban a pasar por el aro” y que no habría privilegios para ninguna de ellas si no cumplían con el objetivo de déficit que se les marcó; en cuyo caso, el Gobierno intervendría para imponer sus propias condiciones y obligar a las infractoras a rectificar por los errores cometidos. Cuando, entre otras, Catalunya y Valencia, cada una por distintos motivos, han incumplido con el control del déficit y todos esperábamos una actitud de firmeza del señor Montoro, que exigiese al gobierno catalán que dejara de dilapidar dinero subvencionando “embajadas”, despilfarrando cientos de miles de euros en ayudas a quienes escribiesen en catalán, hiciesen películas en catalán o a los teatros que representaran obras catalanas o en catalán aunque no fueran rentables o manteniendo varias TV insostenibles sólo porque trasmiten en catalán; resulta que nos deja con la boca abierta hablando de que las “penalizaciones” previstas en la Ley de Estabilidad Financiera ya no penalizan automáticamente, como prevé el texto legal, sino que “esta previsión legal es matizable”. ¿Es así como piensan frenar el independentismo catalán?
De nuevo el miedo a enfrentarse a los nacionalismos; la pusilanimidad de quienes temen equivocarse haciendo cumplir las leyes; la vieja renuencia a actuar con firmeza, a pesar de estar en inmejorables condiciones para hacerlo, apoyados por una sustanciosa mayoría, en ambas cámaras. Una vez más se desaprovecha la ocasión de darles una lección a estas comunidades levantiscas, desafiantes, que no sólo amenazan con separarse de España sino, en el colmo de la desvergüenza, siguen diciendo que no van a renunciar al derecho a escindirse de la nación española mientras, por otra parte, se lamentan de ser maltratados por no recibir las ayudas que ellos dicen que se les deben.
¡Vergonzoso, señor Montoro y todos aquellos del Gobierno que consienten o apoyan esta nueva rendición del Estado ante las amenazas nacionalista! Desengaño tras desengaño, los que nos consideramos españoles, vamos perdiendo la esperanza de que, el problema catalán, aquel que el príncipe Felipe dijo que no existía, sea resuelto de una vez por medio de los mecanismos previstos en nuestra Constitución; cuando observamos como, aquellos que nos prometieron luchar contra los que querían dividir la nación, en lugar de ello se dedican a pastelear y a hacer nuevas concesiones, permitiendo que, los separatistas, sigan insistiendo en sus pretensiones de independencia mientras reciben millones de euros a cargo del Tesoro de la nación. ¿Qué sentido tiene ayudarles a salir de sus apuros económicos si, al fin y al cabo, no va a servir para que renuncien a sus aspiraciones independentistas?
No sé como, desde Madrid, desde el PP o desde el gobierno del señor Rajoy, contemplan lo que está sucediendo en Catalunya, pero los que vivimos aquí, los que cada día pulsamos la opinión de nuestros vecinos y los que escuchamos, leemos y palpamos el ambiente del pueblo catalán, estamos convencidos de que la política de evitar la confrontación, el pensamiento de que, cediendo, se va a evitar enfrentarse al problema del catalanismo excluyente; no están bien informados y van errados. Puede que, cuando se encuentren en el callejón sin salida en el que, inocentemente, se están metiendo, acaben por darse cuenta del grave error que cometen. Lo que puede ocurrir es que, cuando quieran rectificar sea demasiado tarde. Esta es la percepción que tenemos, señores, de la verdadera situación de Catalunya y de la imprudencia del Gobierno, al no valorarla adecuadamente.