Montserrat Nebrera: "El centro no existe"
Rafael Nieto. 16 de marzo.
Montserrat Nebrera tiene para muchos españoles un cierto aire de rebelde sin causa, que no es incompatible con su propia visión de las cosas: "creo que es bueno para el partido y para mí que yo tenga posiciones críticas con el PP". Nos lo dice convencida y rotunda, como en todas las respuestas, pensando poco antes de contestar, quizá porque tiene las cosas muy claras. Nos atiende amablemente en el hall de un céntrico hotel madrileño, porque aunque vive en Barcelona viaja con cierta frecuencia a la capital. Ella, al revés que algunos paisanos suyos, no tiene tendencias centrífugas.
¿Qué opina sobre la trayectoria del PP en los últimos años?, ¿cree que es motivo de reflexión la derrota en las últimas elecciones generales ante Rodríguez Zapatero?
Yo creo que lo es siempre, sobre todo en un partido que está pensando siempre en un gobierno para el bien común. En todo caso cuando se pierden elecciones, y las elecciones generales se perdieron, es un momento claro para la reflexión. Querría creer que en el Congreso de Valencia el debate de las ideas se cerró, pero no creo que haya sido así, y creo que es bueno decirlo, es incluso conveniente, porque vamos a afrontar unas elecciones generales y por tanto hay que tener claro el debate de las ideas. Las victorias que se pueden producir en el ámbito autonómico son de otro tipo, porque es en la política estatal donde se debaten los grandes temas de estado, y los temas con respecto de una agenda política de corte liberal-conservador son importantes.
Nosotros hemos criticado una intervención desafortunada de Rajoy en un debate televisivo, cuando dijo que la economía era lo más importante, ¿no cree que esto puede confundir a los votantes?
Bueno, a lo mejor es que nos estamos aproximando mucho a la ideología de Bill Clinton, que es el que acuñó en primer lugar esa reflexión dedicada a la economía, que en última instancia es una reflexión marxista. La economía no lo es todo, ni siquiera condiciona fundamentalmente las superestructuras, como dirían los materialistas históricos. Cuando se produce una crisis económica hay una crisis superior y coetánea que seguramente está en marcha. Yo estoy convencida de que si observamos lo que pasa en nuestro entorno, la crisis del dinero es importante, pero hay otras muchas crisis que forman parte de la gran crisis. Y a esa crisis de principios, de valores, seguramente habrá que recurrir para salir de la crisis económica. Por lo tanto, no lo es todo y seguramente tampoco es lo más importante, aunque a la gente que padece la crisis naturalmente también le importa.
Últimamente parece haberse consolidado el liderazgo de Rajoy en el PP, sobre todo después de las gallegas…, ¿usted cree que llegará a las próximas generales?
Ahora mismo es un momento dulce para el PP, y el riesgo de los momentos dulces es que pueden cercenar la necesaria autocrítica, que es absolutamente imprescindible para estar vigilantes hasta el momento inmediatamente anterior a la contienda electoral. Porque el objetivo debe ser, además de ganar congresos que es muy legítimo y de ganar elecciones que también lo es, conseguir cambiar el mundo. Y por tanto es imprescindible mantener alerta las propias fuerzas, la capacidad de ejercer bien la oposición, y desde ese punto de vista sentirse contento y cómodo puede ser un peligro. Por tanto, bien está, felicidades por supuesto por las victorias conseguidas, pero ojo porque lo que tenemos delante es un adversario político, que es el PSOE, con una agenda muy clara en algunos temas por la que debemos preocuparnos, y que es absolutamente imprescindible ganar en el 2012.
Porque se supone que es de una gran importancia que exista una oposición fuerte en una democracia para evitar lo que está haciendo el PSOE, convirtiendo el sistema en un simulacro de democracia, ¿no?
Es probablemente el debate sobre la propia fortaleza democrática de los partidos políticos. En su momento asentados sobre la idea de que necesitaban de esa fuerza, en el momento de la Transición, y posteriormente anquilosados en esas estructuras en las que gobiernan cuatro o cinco personas por encima de lo que son sus militantes o sus votantes, y en el caso del PSOE, claramente vendido a las veleidades de ciertos partidos regionalistas cuyas pretensiones son obvias y que yo espero que al final acaben pasándole factura, porque cierto tipo de compañías y de matrimonios de conveniencia se acaban demostrando nulos. Eso significa que uno gobierna por pura conveniencia y no por convicción.
¿Cree que el PP debe apoyar la investidura de Pachi López?
Sé que lo que voy a decir es quizá cuestionable, o puede ser objeto de un debate. Yo espero que se entienda con el ánimo constructivo con el que lo planteo. Creo que en la eventual alianza, siquiera sea para el momento de la investidura, que se pueda producir entre el PSE y el PP, el PP sufre una enorme tensión que es la de decidir si está de alguna manera sustentando que Ibarreche vuelva a ser lendakari y por tanto manteniendo ese poder casi totalitario que se ha ejercido en el País Vasco de privación de libertad y de miedo, o aliarse con esa izquierda que quiere cambiar las almas de España y que ha pretendido hacerlo de una manera notoria en algunos de los proyectos de ley que ha planteado en esta legislatura, y que en el propio Pachi López tiene la representación de lo que significa, los niveles que tiene, de compromiso con España una persona como él, que se dice socialista. En otras palabras de otro tiempo, tendrán que decidir en el PP del País Vasco si prefieren una España rota o roja, o rota y roja, o las dos cosas a la vez, y eso acaba siendo un problema. Es un problema de conciencia, y como tal debería plantearse. No me gustaría, por esa razón, estar en la piel de los compañeros del PP del País Vasco, que sé que se sienten determinantes, pero que justamente por esa determinación tienen un enorme conflicto moral en este momento, estoy convencida.
Usted es una persona católica, creyente. ¿Cómo debe comportarse un cristiano en política?. ¿A qué le compromete a Vd.?
Creo que hay determinadas normas de conducta que compartiría un cristiano con las personas que, sin llamarse ni sentirse así, tienen un elevado sentido de la moral: no mentir…, en política no mentir debería ser un deber. Cumplir con las promesas, cumplir con la palabra dada, orientar la política no en beneficio propio ni de la parte, sino del Bien Común, entender que la solidaridad existe y que como tal existen límites a esa solidaridad, entender qué significa la libertad enmarcada en una serie de códigos de conducta y de principios que no deben nunca subvertirse. Yo no creo que la política exista sin un concepto de la trascendencia, que no exista la buena política. La buena polis, la primera polis, es uno mismo, el templo sagrado en el que estamos durante nuestro paso por este mundo, al que hay que cuidar y que es el presupuesto de los demás derechos. Es difícil en muchas ocasiones, porque como dicen algunos compañeros, la ética en política es a veces mediana, es pequeña, y lo que ocurre es que deja de serlo, y ese es el peligro, la pendiente peligrosa en la que uno se encuentra siempre: pensar que los fines pueden justificar ciertos medios espurios o no convenientes. Yo creo que no los justifican, que es absolutamente imprescindible que cuando uno deje de estar en política, quienes le recuerden piensen que nunca vendió un medio a un fin.
¿Puede un católico, o un cristiano, sentirse cómodo en un partido liberal?
Bueno, yo es que no creo en los partidos liberales a secas. Yo creo que los partidos son liberal-conservadores, o no son liberales. La libertad es un principio de gobierno de la conducta humana, es el libre albedrío, pero nada existe en la libertad si no tiene límites, se convierte en otra cosa. Primero, porque no estamos solos, y en segundo lugar porque, aunque lo estuviéramos, sabemos que incluso en nosotros mismos la libertad mal ejercida se convierte en un vicio y en un problema. Por tanto, no existe la libertad sin un marco conservador, yo no creo en el liberalismo a secas, eso no existe. Y si alguna vez se ha transformado en una realidad, se ha convertido en un problema. Yo creo en el liberal-conservadurismo que significa saber que el libre albedrío de las personas tiene un marco de relación con los demás basado en unos principios éticos.
Cuando su partido se ha definido en alguna ocasión como liberal y de centro-reformista, ¿qué le dice a Vd. esa definición?
El centro no existe. Yo no creo en el centro, salvo que por el centro entendamos un modo de proponerse. Yo creo que existen dos ideologías básicas, la derecha y la izquierda, basadas en la libertad una y en el control la otra, y que ambas se han ido modelando. La derecha se ha ido modelando, y yo creo que ahora es el ideal liberal conservador, y la izquierda ha ido moderando sus impulsos de control en la medida de lo posible y ha aceptado ciertas reglas del mercado. Yo creo que es mucho mejor el ideario liberal conservador que el social-demócrata para las personas, pero entiendo que los dos deben existir y que del complemento de los dos sale la alternancia y el pluralismo político, sale la democracia, salen las decisiones, y sale la capacidad de convencer cada uno a los demás de si el suyo es el mejor. El centro es un modo de proponer esas cosas que intenta evitar que la confrontación se transforme en ira, que se transforme en violencia y en muerte. Pero no existe como tal, porque uno es una cosa o es la otra, y si no la gente, aquellos que tienen que votar, se confunden y no saben dónde estás. De la gente hay que esperar la responsabilidad de decidir, y a la gente hay que ofrecer la libertad de escoger, pero a la gente hay que ofrecerle un ideario, y para poderlo ofrecer el centro no existe.
Hablemos de Cataluña. Háganos una fotografía con palabras de la situación social y política creada por el nacionalismo.
Bueno, estamos viviendo una mezcla de reivindicación identitaria creciente y centrífuga respecto del conjunto de España, y una creciente intervención en la vida de las personas propiciado por una mala concepción para el siglo XXI de lo que fue el socialismo de toda la vida. Y en eso estamos. Vivimos en el gobierno de tres partidos que no ganaron las elecciones pero que pretenden seguir gobernando en franca unión de perdedores, y con las reivindicaciones de otro partido que perdió las elecciones y que seguramente no se ha acostumbrado todavía a haberlas perdido después de seis años, y que va estirando de esas reivindicaciones haciendo de ello un santo grial en el que se han embarcado prácticamente todos los partidos. Perdiendo de vista lo que significa la unidad, lo que significa la solidaridad, y dejando pasar que la solución de muchos problemas no pasa por centrifugar, sino por centripetar.
Y en ese contexto político, ¿qué papel juega el PP de Cataluña?
Pues un papel escaso, residual, estigmatizado, en muchos casos heroico y en algunos casos, en lo que hace referencia a la dirección del partido, algo errático. Esta es mi opinión. Yo espero que eso cambie, si dentro de un año acaba produciéndose eso que algunos llaman la “socio-vergencia”, yo no descarto que eso se produzca, llegue el momento en el que el PP de Cataluña haga una reflexión sobre su papel y sobre su responsabilidad. Quizá sea ese el momento, como ocurre con la crisis que puede convertirse en una oportunidad de levantar la cabeza y salir adelante, a lo mejor el claro hundimiento, cuando el socialismo y el nacionalismo se unan y matrimonien definitivamente, habrá llegado el momento en el que un partido liberal conservador que cree que ser catalán y ser español no es incompatible, que cree que la libertad bien entendida es un presupuesto imprescindible para la excelencia y para el crecimiento personal, llegue a tener su lugar.