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Diario YA


 

José Luis Orella: El ajedrez ucraniano

 

 

Ucrania se desliza hacia la división social. Finalmente ha quedado claro que el rechazo al acuerdo con la UE, en realidad escondía una nueva revolución. (El ajedrez ucraniano)

 

 

Mucha reestructuración bancaria pero, ¿de los créditos, qué?

Miguel Massanet. Cuesta poder imaginar cómo puede llegar a concluir este verdadero maremagnum en el que se ha convertido la política de nuestro país, convertida en un complicado puzzle de imposibles acoplamientos en el que, cada vez, resulta más laborioso poder encajar cada pieza en el lugar que le corresponde, debido a que sus límites varían y se distorsionan a tenor de los bandazos económicos, financieros, sociales y de índole separatista a los que está sometida, por los vaivenes que azotan, en todos los sentidos, a nuestra sociedad.

No sólo la herencia recibida del anterior gobierno socialista, sino también la serie de  impedimentos con los que se quiere impedir el normal  funcionamiento del mecanismo del Estado; tanto desde el interior de las fronteras de la nación, como procedentes de nuestros vecinos europeos, sea desde Bruselas o lo sea desde las mismas entidades bursátiles o mercados internacionales; hacen que el gobierno actual de nuestro país se vea sometido a un acoso, unas presiones, unas zancadillas y ataques furibundos, convenientemente orquestados desde la oposición y malévolamente manejados por socialistas y separatistas para “ayudar”, con sus tretas y con sus intentos de convertir las calles en un gobierno paralelo que le impida, al legítimo Gobierno de la nación, poder llevar a cabo su política de austeridad, sus modificaciones legales y su dolorosa disección en aquellos sectores públicos en los que no queda más remedio que extirpar lo superfluo para que quede nada más que aquella parte de tejido sano, que pueda ayudar a la recuperación de España.
 
En todo caso, como anticipaba Lord Chesterfield (1.694- 1.773), famoso estadista y literato inglés, en sus famosas Cartas a su hijo “Un hombre sensato puede sentir prisa, pero nunca precipitación; porque sabe que lo que se hace precipitadamente, sale siempre mal”; los ciudadanos de a pie, a los que los gobiernos del señor Zapatero nos dieron pocas oportunidades de poder comprender su sinuosa, descabellada, oportunista, dislocada e insensata forma de gobernar; fueron lo suficientemente erróneos para que todos pudiéramos apreciar que, sus pasos de camaleón, hacia delante y hacia atrás, y sus improvisaciones, sobre todo en materia económica y financiera; no podían traernos otras consecuencias que las que, desafortunadamente, nos han llovido durante sus dos legislaturas y, por inercia, seguimos padeciendo ahora.
 
Y si hay un punto especialmente sangrante, una cuestión lo suficientemente sensible para los ciudadanos y una política que haya merecido más repulsa por parte de los españoles es, sin duda, el tema de las ayudas a las entidades financieras ( bancos y cajas) que, a través de los 5 años que llevamos soportando la crisis, se puede decir que ha sido una constante de pasos en falso, despilfarro de ayudas, descubrimiento de malas gestiones, ocultación de irregularidades, balances amañados, auditorias falsas, directivos incapaces, aprovechados y corruptos; engaños a los depositarios e inversores etc. Si la burbuja inmobiliaria dejó a la vista la interioridades de bancos y, especialmente de las cajas; si pronto salieron flote el contubernio existente entre entidades financieras y una serie de empresas de especuladores, mal gestionadas y montadas sobre la ingeniería contable que ocultaba la falta de liquidez y la absoluta indemnidad como se montaban las operaciones “del pelotazo”; no fue manca tampoco la falta de vigilancia, la permisividad y la tranquilidad con la que, el Banco de España, a las órdenes del señor Fernández Ordóñez, hizo la vista gorda, impidió a los inspectores que delatasen las irregularidades que fueron detectando y dio lugar a que, cuando ya no tenía remedio, se produjera el gran crack de todo el sistema financiero español.
 
Pero Zapatero no supo o no quiso aprovechar la ocasión para hacer una limpieza de todo el sistema financiero y prefirió hace una política de parcheo, que comenzó con una dotación de 50.000 millones de euros, supuestamente para la concesión de créditos a industriales y comerciantes pero, la falta de unas condiciones específicas convirtió, aquella primera remese, en un maná para los bancos que se agarraron a él para sanear, en lo que pudieron, sus balances y cubrir sus más perentorias deudas. Resultado, ninguna ayuda ni mejora para el depauperado sistema económico de nuestra nación. Algunos, seguramente ciudadanos de a pie insensatos, hubiéramos querido que se dejase quebrar a aquellas entidades en las que quedó demostrado que, su principal actividad, era la del pelotazo y la especulación. Siempre se podía garantizar por el Estado las imposiciones de los cuentacorrentistas, algo que, seguramente, hubiera costado menos que los repetidos e infructuosos intentos de salvar a los bancos en dificultades, las fusiones absurdas entre entidades desahuciadas o entidades con grandes pérdidas que se unían a otras saneadas, con el resultado de que, ambas, acababan en pérdidas.
 
Millones y millones del FROB para ayudas a pagar los agujeros de los dirigentes incompetentes o, peor aún, de aquellos que quisieron lucrarse de las operaciones del banco que dirigían y que tenían aseguradas millonarias indemnizaciones para el caso de que el banco los despidiese o quebrase. ¿Cuánto hemos contribuido, con nuestros impuestos los ciudadanos, a causa de esta errónea y costosa política de intentar salvar lo insalvable? Y ¿cuánto deberemos soportar todavía a causa de este nuevo endeudamiento, 37.000 millones de euros? ¿En verdad que servirán para que puedan cumplir las draconianas condiciones que llevan aparejados dichos créditos de la CE?
 
Y, hete aquí el quid de la cuestión. ¿Cuándo los bancos “nacionalizados”, los que recibirán una parte de dichos créditos, van  a ser capaces de conceder créditos a la industria y el comercio? Porque, la primera consecuencia que se pone sobre el tapete es que, la reestructuración de dichas entidades que pide Bruselas, parece que supone el despido de unos 11.000 empleados bancarios. Mucha gente que añadir a otros despidos en ciernes, como es el caso de Iberia y de otros sectores; algo que, sin duda, va a elevar la ya abultada cifra de desempleados. Almunia nos dice que los responsables fueron los directivos de las entidades que han solicitado ayudas, pero ¿quién era que tenía la obligación de vigilar? En la junta directiva de las cajas había partidos políticos, sindicatos, representantes municipales etc. que, al parecer, cobraban para no hacer nada más que permanecer, en el mejor de los casos, en la pura inopia. ¿Por qué no se les ha exigido a aquellos directivos que llevaron a sus entidades a la ruina que, de su propio peculio pagaran, hasta donde llegaran, el resultado de su incapacidad o de su incompetencia o de su delictiva imprudencia?
 
Y ahora, de nuevo, mucho nos tememos que sigamos por el mismo camino. Más ayudas a los bancos, más desempleados, más bancos y cajas que se consideran insostenibles y, por el contrario ¿qué beneficio va a obtener el pueblo español de todo ello? Pues, al parecer, ninguno, puesto que ya se ha dicho que los créditos van a seguir sin llegar y que tenemos por delante varios años sin recuperación económica. Y, la cuadratura del círculo: ¿cómo vamos a salir de la crisis si las industrias y demás empresas no tienen medios para financiarse, para contratar y para mejorar sus estructuras, muchas de ellas anticuadas por falta de dinero para renovarlas? Una pregunta más: ¿cómo cree el gobierno que va a poder mantener un desempleo, como el que se anuncia, de un 27%? Seguramente, señores, alguien espera un milagro. Yo, por mi parte, rezo para que se produzca.