José Luis Orella. 16 de diciembre.
La Navidad representa para los cristianos de Tierra Santa, el momento de mayor alegría, por la llegada del Salvador. Sin embargo, la Navidad no es pública, los cristianos son minoritarios en la sociedad donde viven (islámica o hebrea), y se encuentran fraccionados en diferentes iglesias, dentro de las cuales pueden existir diversos ritos. Las causas de su división las encontramos en el remoto pasado, cuando las disputas de los Padres de la Iglesia se centraban en definir la naturaleza de Jesús. El concilio de Éfeso de 431 rebatió la teoría diofisita de que dos naturalezas coexistían en dos personas, a su vez en una. Esta pugna dio con la aparición de la iglesia nestoriana, que procedió a expandirse por el Asia central. Veinte años después, en el concilio de Calcedonia, se respondía a la herejía contraria, el monofisismo, que defendía la existencia de una sola naturaleza en una persona. En esta ocasión, las iglesias que se separaron fueron la Armenia, Copta (Egipto), Etiope y la Siria. La parte que permaneció fiel al emperador bizantino, fue la denominada melquita, del término melker, que es emperador. Sin embargo, la fecha de 1054 es la definitiva separación entre los dos pulmones de la Cristiandad. Roma y Constantinopla se excomulgaron mutuamente y se materializó la división de los cristianos de occidente y oriente. Estos últimos formaron la Iglesia Ortodoxa, que mantiene los patriarcados históricos de Constantinopla, Alejandría, Antioquia y Jerusalén.
Los cristianos de Tierra Santa tienen la difícil misión de mantenerse en una tierra donde no son queridos. Para los israelíes, son palestinos que luchan por un país independiente; para los palestinos de Hamas, traidores que se niegan a aceptar el Islam. Para colmo, los cristianos, en su mayor parte árabes (170.000 en Israel, Autonomía Palestina y Jordania), aunque con un contingente cada vez mayor originarios del judaísmo (3.500), se encuentran divididos en una veintena de comunidades. A estas cifras habría que añadir casi los 40.000 de la franja de Gaza.
Las cifras son elocuentes: unos 120.000 ortodoxos, 4.000 armenios, 2.000 jacobitas-monofisitas, 20.000 católicos romanos, 7.000 católicos maronitas, 50.000 católicos griegos, 400 católicos jacobitas, 1.000 católicos armenios, 3.000 anglicanos etc... La diversidad, por tanto es enorme, aunque luego se concentren, como los latinos en Nazaret y los maronitas en Galilea. El gran soporte de la presencia de esta minúscula comunidad cristiana proviene de la Custodia franciscana de Tierra Santa, 334 frailes de 32 países custodian 74 lugares bíblicos, 29 parroquias, 79 iglesias, 16 escuelas, 4 casas de peregrinos, 3 residencias de ancianos y 2 casas para niños huérfanos. En las escuelas, se encuentran 10.000 alumnos, el 60 % de ellos cristianos, donde se fomenta la convivencia entre las distintas religiones. La enseñanza da trabajo a 400 profesores y a otros 250 en las oficinas de la Custodia. Aparte los hermanos de La Salle rigen la Universidad de Belén, que cuenta con 2.500 alumnos y 9.000 graduados. Su presencia mantiene viva, dinámica y comprometida a la que fue la primera comunidad cristiana del mundo. En la actualidad, la prelatura del Opus Dei, los neocatecumenales, los legionarios de Cristo y los focolares, se han afincado en Tierra Santa para ayudar a “fijar” la presencia cristiana en la tierra de origen.
Las comunidades cristianas se enfrentan a la terrible situación de la emigración de sus mejores cuadros profesionales e intelectuales. Los pueblos se desertizan y las comunidades se mantienen por la regular llegada de cristianos procedentes del campo. Pero estas comunidades cristianas quedan compuestas de ancianos, niños y esencialmente, mujeres. Los hombres emigran y las mujeres cristianas, en una sociedad tan masculina, como la árabe, sino se casan, no son consideradas socialmente. Ante la ausencia de hombres jóvenes cristianos, se casan con musulmanes, pasando a formar parte de la comunidad islámica. No obstante, en Navidad, los cristianos de Belén, Nazaret y Jerusalén seguirán saliendo a la calle a dar testimonio de que el hijo de Dios ha nacido para salvar a la Humanidad. Mientras queden cristianos, existirá esperanza de paz en una tierra denominada Santa.