Neil Young, para todos los públicos
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Norberto de la Mata. 31 de mayo. El rock colonizó Barcelona este fin de semana. La ciudad condal, gracias al Primavera Sound, recibió a una de las leyendas vivas de la música del siglo XX: Neil Young quien, como el pasado año en el Rock in Rio, llegó acompañado de su Electric Band. “El padrino del grunge”, once meses después de haber visitado nuestro país, obsequió a los asistentes –unos 30.000, según la organización-, con un concierto repleto de himnos rockeros y con el que abrió la gira europea de presentación de su último disco: “Fork In the Road”. Esta noche actuaba en San Sebastián.
Se puede pensar que los festivales son para gente joven. Sin embargo, quizá a la espera de un Young inspirado, además de “chicos de la generación X”, el concierto congregó gente de todas las edades. Podías ver en las primeras filas a un hombre de “taytantos” años compartiendo curiosidades del viejo rockero con un quinceañero, e incluso a una señora con sus sesenta ya cumplidos esperando volver a escuchar aquellas canciones con las que tal vez se enamoró hace casi cuarenta años.
El ambiente general era muy interesante para el canadiense, al menos, más que el pasado año en el madrileño Rock in Rio. Esta vez, se veía rodeado, además de por una multitud entregada, de grupos de su gusto, de los que se puede considerar su mayor influjo: The Jayhawks, country-rock muy agradable, y Sonic Youth, una inteligente mezcla de distorsión y crudeza, unas auténticas fieras que presentaban su próximo trabajo: “The Eternal”, que estará en las tiendas el 9 de junio.
El prolífico cantante contaba con la responsabilidad de ser la estrella del Festival y respondió con creces. Cuando el Primavera se paró para que actuase solo, todos asistieron a su llamada, la llamada de su música, de tantos géneros como ha cultivado, desde el country al rock, pasando por el grunge o la electrónica.
En Barcelona, el músico se limitó a mostrar sus vertientes más exitosas. Abrió fuego con una doble descarga eléctrica. Con “Mansion On The Hill” y “Hey, Hey, My, My (into the black)”, logró un objetivo: unir, como hace casi dos décadas, el rock con el grunge, con dos muestras de poderío que conseguían conectar con el respetable.
Tras este comienzo tan potente, el maestro hizo un paréntesis, buscando un poco de tranquilidad. Empezó con “Are You Ready For The Country?”, con Young al piano, y siguió, ya a las seis cuerdas, con “Everybody Knows This Is Nowhere”, del album homónimo, y “Pocahontas”, electrificada para la ocasión, pero con la misma pausa y dulzura de siempre.
El público estaba muy animado, pedía más ritmo. Neil respondió con contundencia: “Spirit Road” sería el preludio de la cima. “Cortez The Killer” le encumbró, como hace 34 años. Consiguió hacer vibrar a un público que enmudecía ante sus improvisaciones maestras, mientras que “Cinnamon Girl” sonó llena de poderío. Nada nuevo bajo su tormenta.
Volvió a sentarse en su viejo órgano. Allí, recogido en su intimidad, interpretó la conmovedora “Mother Earth”, que dio paso a las habituales piezas de éxito. Empezó con la intensa “The Needle And The Damage”, seguida de “Unknown Legend”, que solo fue un breve inciso en la secuencia de las canciones de su trabajo más importante: “Harvest”. Con la armónica a cuestas, se dispuso a tocar “Heart Of Gold”, su único número uno en Estados Unidos, y “Old Man”, que confirmó que el público se había rendido ante su sensibilidad.
Por enésima ocasión, cogía su guitarra eléctrica y, como no, volvió con una de sus mejores piezas: “Down By The River”, que suena tan vital como hace cuarenta años, por entonces acompañado por sus queridos Crazy Horse. Y, para seguir, una de su último trabajo: “Get Behind The Wheel”, ritmo rockabilly, pero con una crudeza tal, que fue una inmejorable introducción para la culminación del show: “Rockin’ In The Free World” sonó tan potente como siempre, con una improvisación sublime.
Con esto, amagaba el final del espectáculo. Sin embargo, se enfundó una bufanda del F.C. Barcelona al cuello, con lo que homenajeó el triplete del club blaugrana. Fue algo extraño para un artista de carácter tan especial, agrio en ocasiones, aunque esta vez se mostró más afable que de costumbre.
Se despidió, pero, ante la insistencia del público, tuvo que salir al escenario para regalar su habitual versión de “A Day In The Life”, de The Beatles, tras la cual rompió las cuerdas de su Gibson. Esta vez sí, se fue, tras una hora y cuarenta y cinco minutos de intensidad, algo menos de lo prometido por la organización. Sin embargo, aunque se hizo corto, Young se volvió a comportar como un huracán.