No
Tanto el gobierno de Salvador Allende como la dictadura de Augusto Pinochet tuvieron sus aciertos y sus tremendos errores. Esa época ha servido para que varios cineastas hayan saltado a la palestra, contando detalles del Chile de los setenta y los ochenta. Pues bien, Pablo Larraín se ha colado entre los nominados a los Óscar de habla no inglesa por No (2012).Sin embargo, no es la primera vez que una película de ese país está rondando el premio, ya que la excelente Machuca de Andrés Wood también estuvo preseleccionada en 2004, pero la cinta en cuestión ya ha llegado más alto. El acierto de los dos cineastas ha sido el de no inclinar demasiado la balanza hacia un lado u otro, ofreciendo unos largometrajes ponderados, a diferencia de nuestro cine, que está demasiado escorado y tendente al sectarismo.
El trabajo de Pablo Larraín comenzó con La fuga, aunque lo más importante que ha hecho ha sido una trilogía sobre las distintas etapas de la dictadura de Pinochet formada por Tony Manero, Post Mortem y la citada No (2012), que es una adaptación de la obra de teatro, El plebiscito, de Antonio Skármeta. En una entrevista a Fotogramas el director explica las razones que le llevaron a hacer esta película:”Dudo que cualquier otro dictador en la historia de la humanidad haya dejado el poder a través de un proceso democrático como ocurrió con Pinochet. Normalmente, salen del poder de forma sangrienta. Así que es una historia única, que generaba respuestas. Cuando decidí hacer esta película me di cuenta de que debía ser honesto para narrar la victoria de un pueblo sobre su dictador. Había que afrontar el relato con optimismo y alegría”.
La historia gira en torno a un publicista muy influyente que fue capaz de marcar a una sociedad para que diera un volantazo a la política del país.
El reparto lo encabeza Gael García Bernal, que está muy convincente y nos ha gustado más que en otros trabajos. La interpretación de Luis Gnecco es muy buena. Representa a un político de la oposición que se convence o piensa que la clave del referéndum se encuentra en el perdón más que en el rencor.
Como dato curioso, se filmó con equipos de los ochenta para que no desentonasen con documentales de las dos décadas mencionadas con lo que se resalta el modo de pensar y vivir de un momento trascendental. Es toda una lección de publicidad de cómo contrarrestar la buena gestión económica con otro mensaje muy positivo que busca cerrar las heridas producidas por unos duros enfrentamientos.