Inés Robledo Aguirre. Hace pocos meses, salió en las librerías un libro titulado “No es bueno que Dios esté solo”. En estas fechas de Semana Santa, bien podríamos asociar este título al fervor cofradiero, a los jóvenes integrados en sus cofradías, a tantas personas que en estos días sienten quizás el mismo deseo: que Dios no se encuentre solo.
Serán los jóvenes los que con ese amor y ese entusiasmo hacia sus Titulares, pondrán de manifiesto su gran apoyo a sus Cristos y a sus Vírgenes en la calle.
Serán los que le apoyan, con su presencia, recordando sus vivencias, sus recuerdos, sus añoranzas que están vivas en estos días y también salen a acompañar a Dios.
Serán esa masa de gente que alborota las calles, que se para, reza y se recrea en la hermosura de nuestras imágenes, que portados en sus grandes tronos asombran a todo espectador. Y así cada año vuelve a sorprender cuando aparecen de nuevo con la grandiosidad y hermosura de nuestros tronos. -Somos únicos- con ese respeto con que los balancean, con ese ritmo solemne se pasean por nuestras calles. -No es nada “paqué”-
Serán los que con su presencia física animan a mantener una Semana Santa compleja, solemne, religiosa y popular. En esa masa humana están los que quieren, los que sienten la Semana Santa como propia, los que salen a la calle con respeto y se plantean que Dios no se sienta solo.
Esto es muy importante para muchos, como cofrades hay en Málaga. Es la institución con 65.000 hermanos de cuota, no hay otra institución ni política ni social que adquiera estos relieves de participación y que libremente son sus seguidores. También los cofrades somos conscientes de la indiferencia espiritual de tantos otros, pero aun con la crítica negativa que se manifiesta, también estos a escondidas, que no con fe, cuando aparece el Cristo, ese Cristo especial, el que le recuerda a sus padres, a su familia, o esa Virgen guapa, la de su barrio, la de su parroquia, también le viene el recuerdo, ese recuerdo de cuando metió el hombro en aquel día y en aquel varal, y como pesaba, y mucho. Pero arriba iba su Virgen, de la que esperaba aquel favor, aquel consuelo que Ella le daría en relación a sus problemas o le ayudaría en su frialdad espiritual.
Serán esos otros que no quieren hablar ni de Cristo ni de la Iglesia, pero… sus hijos le han salido cofrades, y por eso están allí, para verlos, para ver como llevan el trono y por eso también se echan a la calle, y allí es cuando recuerdan como se rezaba cuando la madre le decía que lo hicieran en aquel momento, cuando pasaban las imágenes.
Estas son las vivencias que todos hemos oído tras pasar la Semana Santa, comentarios de personas que ellos mismos fueron sorprendidos cuando sentían el deseo de seguir en silencio la procesión hasta llegar a su encierro y allí lleno de emoción, la lagrimita, la plegaria, el propósito y ese Dios que no quiere estar solo se regocija de todos y los abraza.
Así los cofrades inician el recorrido del Vía Crucis.
Así comienza el camino de Cristo hacia el calvario. Y así vamos recorriendo ese camino con las imágenes de los Cristos que desfilan para su pueblo.
Allí viene el Prendimiento, allí los Azotes que recibió Cristo atado a la columna. En la calle Alcazabilla se abren las puertas para dar paso al Coronado de Espinas – mi Cristo de los Estudiantes-. La Humillación, ya en otra ocasión hacia este mismo comentario que hoy relato, es la imagen más sentida de toda la pasión. Dios humillado y despreciado, paseado con sus manos benditas atadas hacia atrás, con la túnica caída sobre sus hombros, sin poder recomponer su figura.
Seguimos el Vía Crucis, Cristo sube al Calvario y agarrado a la cruz camina hacia delante, -cuanto le cuesta llegar hasta el Calvario- en cuantas advocaciones vemos reflejada esta imagen de Cristo con la cruz a cuestas y ya clavado en la cruz. Es el espolio, el despojo, la pobreza más absoluta, nada ha quedado al Señor, sino un madero.
Para llegar a Dios, Cristo es el camino; pero Cristo está en la cruz, y para subir a la cruz, hay que tener el corazón libre desasido de las cosas de la Tierra.
Y ya en la cruz ayuda a muchos a tener una Buena Muerte, es Él que se pasea al compás de la música legionaria, es el Cristo de Mena, de los míos, de mi familia, camina despacio con fondo de música, sabiendo que su madre en Soledad le sigue. La Soledad de tantos recuerdos, la Virgen de mi familia, de mi hermana, de su nieta, de mi hija, de mi nieta y en esa mezcla de recuerdos y emoción sigue el Vía Crucis.
Ya estamos en Viernes Santo, el Cristo Yacente en su catafalco, es la procesión oficial, la que representa a la Málaga cofrade y cristiana, la que en su trono es llevado en silencio y devoción a Cristo muerto. El pueblo recogido y respetuoso escucha solo el pisar del desfilar de la Marina, le custodia en todo su recorrido, desde su salida en su casa hermandad del Santo Sepulcro hasta su encierro. Cristo vuelve a su casa, seguido de su madre en Soledad.
Cae la noche. Ahora ha pasado todo. Se ha cumplido la obra de nuestra Redención. Ya somos hijos de Dios. Por eso vale la pena, que el ciclo rotativo llegue cada año. En nuestra Semana Santa se renuevan opiniones, algunas grandiosas, como recordar la pasión del -Dios hombre-, que sufrió suplicio y sacrificio. Es momento de contrición y dolor y preguntarnos como hemos de llegar al término de ella. “Con ganas de pensar y meditar, y eso hoy no tiene precio”, escribía Pedro Luis Gómez después de visitar la exposición en la Catedral de la Sábana Santa.
Esta es la gran catequesis que hacen los cofrades cuando pasean a sus Cristos y a sus Vírgenes con respeto por las calles malagueñas. Haciendo esta reflexión seamos felices, rezadores, profundos, conscientes que en Semana Santa sentiremos en nuestro interior una voz reconfortante que nos dice: Sé que estás de acuerdo, que no es bueno que “Dios esté solo”.