Pedro Sáez Martínez de Ubago. Hoy es 14 de febrero y la Iglesia celebra a los dos gigantes de la evangelización que fueron San Cirilo y San Metodio; pero muchos celebrarán el “día de los enamorados”, San Valentín, posiblemente otra de esas fiestas artificiales como el día del padre o de la madre, promovida por el comercio para hacer caja. Como si unos enamorados tuvieran que quererse más en un día concreto o los hijos pudiéramos aprovechar una jornada determinada para reparar con unos euros lo mucho que faltamos al cuarto mandamiento de honrar al padre y a la madre. Quizá sea muy poco romántico o tenga el corazón de cartón piedra, pero quien firma estas líneas nunca ha sido partidario de convertir en nada especial celebraciones tales.
Cierto es que el día y la fiesta tienen su historia, a veces con más de una versión, y en este caso, como en tantos, estemos ante una festividad pagana en su origen a la cual la sabiduría de la Iglesia de los primeros tiempos intentó dar un sentido cristiano que le ayudara en su duro y largo camino de penetración en la sociedad de los primeros siglos
Así, si nos remontamos a las versiones de la vasta cultura europea, encontraremos dos precedentes distintos y verosímiles ambos para cristianizar la jornada de hoy. Por un lado las lupercales romanas, fiesta cuyo nombre deriva del latín arcaico “lupum arcere” que significa ahuyentar al lobo, rito de un pueblo de pastores como era la antigua Roma antes de ser potencia militar, comercial y cultural, y que tenía lugar en torno a los idus día décimo tercero de febrero “febrarius” que era un mes dedicado a las purificaciones. En la fiesta de las lupercales se celebraba un complicado rito relacionado tanto con la fertilidad de los rebaños como de las mujeres estériles.
Igualmente relacionado con la fertilidad, estaba la fiesta que por estas fechas se celebraba en extensas zonas de los países bárbaros del norte de Europa por ser la época, ya falta poco más de un mes para la primavera, en que comenzaban las aves a emparejarse y aparearse, periodo éste en que nuestros ancestros veían un símbolo de amor y de creación.
Muy posiblemente la Iglesia, como Madre y Maestra que es, intentara compaginar estos rituales con la honra tributada a su mártir, el presbítero Valentinus, quien bajo el reinado del emperador Claudio II Gótico (268-270) que toma su sobrenombre de la rotunda victoria contra los godos en la batalla de Naisso (268). En aquella época el cristianismo era perseguido y, además, se prohibía a los soldados contraer matrimonio, pensando que los hombres solteros rendían más en el campo de batalla que los hombres casados por no tener vínculos familiares. Entonces irrumpe en la historia Valentín, un sacerdote cristiano que ante tal injusticia decide casar a las parejas bajo el ritual cristiano a escondidas de los ojos romanos, lo que le confiere tal fama en la Urbe que es llamado por el emperador Claudio II para conocerle. El sacerdote aprovecharía la audiencia aquella para predicar el cristianismo; y se cuenta que estuvo a punto de convertir al emperador para que siguiera los pasos de Jesús. Sin embargo diversas presiones del ejército y el senado le obligaron a desistir logrando que el César ordenara procesar al sacerdote, quien fue ejecutado un 14 de febrero.
Sin embargo, otro 14 de febrero más reciente, el de 1989, el ayatolá Jomeini promulgó la “fatwa” o edicto religioso mediante el cual Ahmed Salman Rushdie, autor del libtro Versículos satánicos, fue condenado a muerte acusado de blasfemo y apóstata por afirmar que ya no creía en el Islam. Por ello Jomeiní hizo un llamamiento a la ejecución del escritor y de los editores que publicaran el libro conociendo sus contenidos; y 10 días después ofreció una recompensa de tres millones de por la muerte de Rushdie, quien viviría largos años escondido bajo la protección del gobierno británico.
Y esta amenaza lanzada hace hoy 23 años, aún sigue vigente en cierta medida, porque, aunque en enero de 1998 el gobierno iraní se comprometió públicamente a no buscar la ejecución de Rushdie, en el marco de un acuerdo más amplio entre Irán y el Reino Unido para normalizar las relaciones entre los dos países, la ley islámica dispone que una “fatwa” sólo puede ser revocada por el legislador que la promulga, y, con Jomeini muerto en 1989 sin haberlo hecho, no faltan hoy grupos fundamentalistas que consideran que sigue siendo válida independientemente de la postura del gobierno iraní. Y como consecuencia de esta intransigencia, hace menos de un mes, Salman Rushdie ha tenido que cancelar su participación en el Festival de Literatura de Jaipur (India), el mayor de Asia, después de que la inteligencia de los estados de Maharashtra y Rajasthan informaran de que se había "pagado a dos asesinos de los bajos fondos" de Bombay para eliminarlo.
Así pues, mientras en España y el resto de Europa escondemos la cabeza, como los avestruces, ante la propagación del Islam, su continua amenaza y las decenas de mártires cristianos que, como san Valentín por los romanos del siglo III, son asesinados cada día por vivir su fe en muchos países árabes, parece que a ningún gobierno ni institución, salvo los continuos llamamientos de la Iglesia y Benedicto XVI, le importa y que, nuestra sociedad occidental, moralmente arruinada y culturalmente emponzoñada, prefiere recrearse en lo melifluo y anecdótico. Pero, aunque sí se promuevan el sexo fácil y el consumismo, no todo es amor -ni tan siquiera tolerancia- en San Valentín. No olvidemos, a fin de cuentas, el versículo de San Lucas X-3, correspondiente al Evangelio de la Misa de hoy:”Mirad que os envío como corderos en medio de los lobos”.
PEDRO SÁEZ MARTÍNEZ DE UBAGO