Not that funny
Victor Alvarado
En raras ocasiones nos decantamos por el circuito de la versión original. Sin embargo, Not that funny (2012) merece nuestra atención, ya que viene avalada por multitud de premios en festivales de cine independiente estadounidenses y porque rompe con ciertos tópicos del género de la comedia romántica.
Stefan es un chico tímido que ha sufrido un desengaño amoroso, pero algo cambia cuando Hayley regresa a su pueblo acompañado de su estirado jefe-novio. Esta chica necesita meditar sobre su vida. ¿Será capaz este hombre de conquistarla mediante un curso acelerado con un humorista de prestigio?
El cine “indie” todos los años nos obsequia con alguna que otra perla interesante. Recuerden títulos como (500) días juntos, Juno, Pequeña Miss Sunshine o El camino de vuelta. La encargada de que disfrutemos de esta joya es la cineasta novel Lauralee Farrer, rompiendo con los convencionalismos de la comedia con toque romántico y transmitiendo credibilidad, pues muchas de ellas se sustentan tan sólo en el romanticismo puro y duro, sin profundizar. Sus guiones dan la sensación de mantenerse en pie con alfileres fácilmente olvidables. Centrándonos en esta producción que llega con retraso, habría que decir que no estamos ante una comedia de carcajadas, pero si de sonrisas. Y, aunque el ritmo puede parecer lento, no dejan de ocurrir cosas con las que captar la atención del espectador.
Básicamente, cuatro son los actores sobre los que recae el peso del relato. Destaca sobre los demás el actor Tony Hale, asociado a las series de televisión y la actriz Brigid Brannagh junto a dos secundarios con más importancia de la que pueda parecer como K. Callen que hace de una entrañable anciana y John Kapelos como fiel consejero del protagonista.
La cinta toca temas ciertamente importantes para el ser humano como el de la necesidad de pararnos a pensar cuando nuestra vida ha perdido el rumbo o las circunstancias cambian. Otro punto es que la historia de amor se construye en pilares sólidos del día a día, donde no se dan pasos sin haberse creado unas bases para que pueda saltar la chispa. Por último, el amor desinteresado y con mayúsculas tiene una importancia trascendental para el desenlace. La elegante metáfora final de la película nos parece inteligentísima, pues ilumina nunca mejor dicho, todo lo ocurrido en el largometraje, siendo de esas que nunca se olvidan.