Manuel Parra Celaya. En estos tiempos de crisis que vivimos y tal como está lo que los economistas del Sistema llaman el mercado de trabajo, es importante que surjan figuras emprendedoras que diseñen nuevos perfiles profesionales, o, dicho en román paladino, originales formas de currar, aunque sea por módicos estipendios.
Es el caso de la nueva figura del verificador de procesos de paz, que, a cambio de 750 euros de nada al día, vienen a reunirse con los encapuchados de la bomba y la pistola para recibir una simbólica caja de cartón con cuatro armas y algunos cartuchos y aconsejar, a renglón seguido, al Gobierno español sobre el camino de la concordia que debe emprender con esos chicos (según inefable expresión del Sr. Arzalluz, ¿recuerdan?), que, en el fondo, no son tan malos. Esta profesión y este talante misericordioso se unen a la de los de los miembros del Tribunal Europeo para los Derechos Humanos, dependiente del Consejo de Europa y, por tanto, sin relación con la Unión Europea, por cierto, que nos pusieron en la calle -con la pronta colaboración de los tribunales españoles, que todo hay que decirlo- a los asesinos más despiadados.
A lo que vamos: los señores Manikkalingam, Kasrils, Maccabe y la señora Santana pertenecen a ese grupo innovador de la nueva profesión; al parecer, sus modestos sueldos son pagados por Holanda y por “un país escandinavo” que los medios de información no citan. Este último dato incompleto le lleva a uno a recordar al infortunado señor Oloff Palme, que se paseaba con su hucha recogiendo fondos para los pobres etarras enjuiciados por la maldad del Gobierno español de entonces, que casualmente estaba bajo las órdenes de Franco; el Sr. Palme fue asesinado algún tiempo después por un terrorista, y que sepamos nadie continuó su innovadora postulación a favor de su asesino. Paradojas que tiene la vida…
Un juez español -nada innovador ni reconocido a la meritoria labor de los verificadores- ha llamado a declarar a estos figuras. Lógicamente, las protestas del entorno de ETA han clamado al cielo, acompañadas, como suele ser, por los lamentos del Gobierno vasco y del PNV, que siguen confiando en recoger las nueces del árbol agitado por esos chicos. Nada nuevo bajo el sol, por otra parte.
No sé si mi condición de recién jubilado es compatible con una solicitud formal para formar parte de la Dialogue Advisory Group, entidad a la que pertenecen los verificadores; no crean que me mueve el afán de acrecentar mi pensión, sino un sincero deseo desinteresado de colaborar para que terroristas y asesinos de Guardias Civiles, taxistas, militares, concejales o, sencillamente, niños, puedan dialogar con sus represores, y que estos se convenzan de que hay que sentarse en una mesa de diálogo. Si además de contar con los dineros holandeses y escandinavos me cae alguna invitación para degustar angulas regadas con buen chacolí -todo ello a cargo del moderado nacionalismo vasco- miel sobre hojuelas.