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Diario YA


 

One World One Dream


Editorial, 9 de agosto
 
Da la sensación de que los medios occidentales no tiene muy claro de parte de quién ponerse en el conflicto entre Georgia y Rusia. Se trata el tema sin entrar en profundidades, temiendo tomar partido por uno o por otro. De momento, Saakashvili ya ha decidido decretar la ley marcial y parece inminente una guerra entre ambas repúblicas, no hace mucho unidas por la extinta URSS.

Las guerras nunca llegan de repente. Generalmente son pequeños acontecimientos los que van desencadenando acciones de envergadura cada vez mayor. Pero por las fuerzas que concurren en esta ocasión, con algunos peligrosos precedentes acaecidos en las últimas semanas, da la sensación de que en aquella parte olvidada del mundo puede jugarse una partida importante.

Los mismos motivos que llevaron al reconocimiento internacional de Kosovo como república independiente de Serbia, deberían servir para considerar Osetia independiente de Georgia.

Sea como sea, y ante la dificultad de poder determinar en qué acabará la cosa y cómo y en qué manera se irán sumando piezas a este puzzle, lo peor de todo es que hoy nos hemos levantado con la sensación de que se estaban reeditando los conflictos fronterizos de una Guerra Fría que creíamos cerrada con la “Perestroika” y la caída del muro de Berlín. Georgia quiere ingresar en la OTAN, Rusia presiona para que el escudo antimisiles americano no se instale junto a sus fronteras y mueve sus piezas en la región: Osetia y Abjazia. 

Y todo esto, en el día en el que el mundo iba a estar pendiente de Pekín y de sus juegos olímpicos, como si se hubiese elegido el momento para no alarmar a nadie. No hay nada en Georgia, nada interesante, nada por lo que luchar. O sí. O, si no, ¿Por qué se lucha?.

Pekín ha escogido el día 8 de agosto para inaugurar sus olimpiadas porque es el número de la suerte. Pero cuando se ven las imágenes de los aviones de combate sobrevolando poblaciones paupérrimas, no se entiende que al mismo tiempo todo el mundo pueda estar pendiente de lo que pasa en el interior de un estadio olímpico. “One world, one dream” -suena en Pekín, mientras el Cáucaso se sume de nuevo en la pesadilla.

 

 

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