Nuestro Señor reveló a Santa Gertrudis la Magna, religiosa cisterciense del Monasterio de Helfta en Eisleben (Alemania), a finales del siglo XIII, que la oración que publicamos a continuación, liberaría a 1000 almas del Purgatorio cada vez que se ofreciese, extendiéndose también la Promesa a la conversión y salvación de las que todavía peregrinan en la Tierra.
"Eterno Padre, te ofrezco la Preciosísima Sangre de Tu divino Hijo, en unión con todas las Misas celebradas hoy en todo el mundo, por todas las Santas Almas del Purgatorio. Amén".
La aprobación y recomendación fue hecha por el Cardenal Patriarca de Lisboa, Portugal, el 4 de marzo de 1936.
Santa Gertrudis nació en Eisleben, Alemania en el año 1256. La santa es considerada como patrona de las personas místicas; y fue ella quien propagó la devoción al Sagrado Corazón y el culto a San José.
Hasta los 25 años Santa Gertrudis fue una religiosa como las demás, dedicada a la oración, a los trabajos manuales y a la meditación. Sentía una inclinación sumamente grande por los estudios. A esta edad recibió la primera revelación, que transformaría su vida para siempre.
Se recomienda rezarla todos los días y difundirla por todos los medios posibles, para mayor gloria de Dios y salvación de las almas. Así, a la hora de nuestra muerte, cuando nos presentemos ante Dios, no tendremos las manos vacías de buenas obras. Esta oración, rezada constantemente a modo de jaculatoria, salvará miles o millones de almas.
Tengamos en cuenta que las almas del Purgatorio sufren de una manera indecible e inexpresable humanamente, y que ellas por sí solas nada pueden. Si no es por nuestras oraciones y ofrecimientos a su favor, se ven imposibilitadas para aliviar su sufrimiento o para liberarse del Purgatorio y ascender al Cielo. Hacer esto por las pobres almas del Purgatorio es una de las mayores obras de Misericordia que están a nuestro alcance.