Orgullo compartido
Miguel Ángel Guijarro. 13 de febrero.
Qué buenos somos. Eso es lo que más se escuchaba en el Ramón Sánchez Pizjuán tras el partido de la Selección española ante Inglaterra. El resultado era lo de menos, lo importante es la sensación que da este combinado de amigos cuando se ponen en un terreno de juego. La propuesta futbolística de España derrocha compromiso, toque, intensidad, pegada y gusto por un deporte al que desviaron la mirada sus propios inventores en la noche del miércoles. Ahora que está tan de moda el debate de jugar bien o ganar, sobre el césped de Nervión se dejó muy claro que los ingleses buscan con Capello solamente los resultados mientras que nosotros nos dejamos hace tiempo los complejos en la caseta y saltamos a un campo aplicando una máxima que casi siempre se cumple, si juegas bien, sueles ganar. Ahora somos favoritos porque hacemos el mejor fútbol y además lo demostramos ante rivales que antes simplemente con su presencia nos habrían puesto a temblar. Se acabaron las épocas mediocres, de fútbol rácano, de miedos y sentido de inferioridad porque ahora eso que ocurre en el campo se transmite a una afición que ya se ha quitado el corsé y se ha destapado abiertamente sin miedo a decir a voz en grito que son españoles. Todos somos de la roja, todos enarbolamos la bandera sin miedo a que nos cataloguen de ‘fachas’, sacamos pecho porque por primera vez en mucho tiempo, ser español no avergüenza. Los niños quieren vestir la camiseta de la selección, sueñan con ser Torres, Villa o Casillas, los papás se sienten orgullosos ce compartir con sus descendientes y amigos este momento histórico de nuestro fútbol y lo que es mejor, gente que jamás se ha acercado al fútbol, gente que ha renegado de los 11 tíos en calzoncillos corriendo detrás de un balón, ansían el siguiente partido de un equipo que sentimos como nuestro. Del Bosque, ese hombre tranquilo, esa antítesis del sargento de hierro público, heredó un equipo campeón y lo ha sabido mantener dándole su propia filosofía de fútbol. No es ni mejor ni peor que Luis Aragonés, porque lo que tiene entre manos es algo tan genial que solo un torpe puede lanzarlo por la borda. Mantengamos esa ilusión, ese espíritu que nos hace ser invencibles, porque aunque lleguen las derrotas, el orgullo, la casta y el buen juego van ligados al triunfo y ese orgullo de ser español, es muy difícil de soterrar. El amor no se puede combatir.