Oslo, ejemplo de compromiso con el medioambiente
Oslo (Noruega) anuncia que prohibirá la circulación de vehículos privados en el centro de la ciudad. La propuesta forma parte de un plan de reducción drástica de emisión de gases de efecto invernadero. A partir del año 2019, los noruegos residentes en la capital se verán totalmente restringidos a utilizar sus vehículos en las carreteras colindantes al corazón de la ciudad. La propuesta, que pretende reducir en 2020 al 50% (en comparación con los niveles de 1990) la emisión de gases nocivos para el planeta, ayudará a concienciar a los habitantes de la urgente necesidad de una economía baja en carbono. Las ciudades más verdes aseguran que vender tu coche y favorecerte del transporte público, caminar o utilizar la bicicleta son las opciones más saludables para el planeta y para ti.
En las elecciones locales del 14 de Septiembre de 2015, el Partido Laborista Noruego ganó el 33% de los votos y, junto a sus aliados (el Partido de Izquierda Socialista y el Partido Verde) presentó un proyecto que se compromete fielmente en la lucha contra el cambio climático. El plan incluye la construcción de más de 60 kilómetros de carriles para bicicletas, así como una gran inversión en la ampliación y mejora del transporte público, que facilitará el acceso a todos los puntos del centro de la ciudad en la que cada día aproximadamente 90.000 noruegos trabajan.
Oslo se convertirá en la primera ciudad europea que prohíbe permanentemente la utilización de vehículos privados en el centro. Esta medida se ha probado efectiva en algunas capitales que la han adoptado en periodos cortos de tiempo a modo de prueba, como por ejemplo París. También accidentalmente en Beijing, que por su 70 aniversario de la victoria en la Segunda Guerra Mundial, decidieron celebrar con una gran fiesta que cortaba el tráfico en el centro de la ciudad durante varios días. Mientras que el API (Index de Polución de Aire) en Beijing en un día normal llega a la escalofriante cifra de 160 en su escala, el día de la fiesta se redujo a 17, un nivel que no estima consecuencias negativas en la salud humana.