Pesadillas en el paraiso
¿Quien lo iba a decir? Eran el grupo del sueño americano. Sus caritas regordetas, y convenientemente sonrosadas, olían a cereales y leche de primera calidad. Peinaban sus rubios cabellos siempre hacía atrás y lucían unas camisas, preludio Ralph Lauren, a las que no les permitían una arruga. Cantaban castamente a chicas etéreas, playas sin límites y coches con vocación de picadero sin estrenar. En Navidad entonaban conmovedores villancicos, que venían envueltos en portadas con abetos, regalos y el grupo en pleno con unos jerseys de pico que seguro les habían tejido sus propias madres para salir en el boletín de la parroquia correspondiente. Eran perfectos, nadie manejaba las armonías como ellos y, para colmo, el bueno de Brian sabía componer unas canciones maravillosas. Lástima que tanta felicidad encontrara su lado oscuro después de la obra maestra.
El corazón de los Beach Boys lo formaban los tres hermanos Wilson y su principal motivo para asaltar las listas de éxito era el surf, ya saben eso de las tablas y las olas. Nuestro protagonista de hoy, Dennis, era el que se ocupaba de la batería, el más guapo del grupo y, de hecho, el único que sabía hacer surf y mantenerse sobre el agua. Vivió con la banda sus momentos de gloria y fue testigo de la peculiar locura del brother genius, o sea Brian Wilson, cuando decidió dejar las baladas adolescentes y crear música con mayúsculas que se pudiese comparar a la de sus adorados Beatles.
La cosa salió bien y en 1966 apareció Pet Sounds una grabación luminosa, que se convirtió con los años en uno de los mejores discos, para muchos el mejor, de la música popular del siglo XX. El éxito les trajo problemas, el fantasma de las drogas salió al encuentro y Brian se deprimió al ser incapaz de repetir la hazaña y se encerró en su estudio con un piano y arena de playa para recuperar la inspiración.
Por su parte, Dennis también se metió en líos. En 1968 se hizo amigo de un angelito llamado Charles Mason. Pronto se dio cuenta de que el pájaro en cuestión estaba como una cabra y dejó de frecuentarlo. En 1969 se produjo el terrible asesinato de Sharon Tate y amigos, a manos de Mason y familia. Un suceso que dejó a Wilson marcado de por vida y que acentuó su propensión al alcohol y otras sustancias poco aconsejables.
En 1977 vio la luz su primer y único álbum en solitario, Pacific Ocean Blue. Una maravilla que se reedita ahora acompañada de las grabaciones que realizó para un proyecto que se iba a llamar Bambu y que nunca vio la luz. El disco contiene temas corales esplendidos como River Song, medios tiempos de pop sedoso como You and I y baladas memorables como Farewell My Friend o Time. Todo con unos arreglos ambiciosos, unas composiciones brillantes y una voz oscura y expresiva que poco recuerda a las soleadas gargantas de los chicos de la playa. La crítica pronosticó que una brillante carrera en solitario acababa de comenzar.
No fue así. En 1983, justo después de cumplir 39 años, apareció ahogado en un accidente que pudo haber sido provocado por el abuso del alcohol. Mientras tanto Brian seguía sometido a tratamiento para superar sus adicciones y, ya en 1998, el tercer hermano, Carl, falleció a los 51 años victima de un cáncer. El dolor y la muerte tampoco respetaron a los Beach Boys y a la banda sonora que crearon para un verano eterno. Un verano que, a pesar de todo, sigue viviendo en las sonrisas inmutables de esos cinco adolescentes que nos miraban desde las portadas de sus primeros singles.