Principal

Diario YA


 

José Luis Orella: El ajedrez ucraniano

 

 

Ucrania se desliza hacia la división social. Finalmente ha quedado claro que el rechazo al acuerdo con la UE, en realidad escondía una nueva revolución. (El ajedrez ucraniano)

 

 

hace no mucho la Navidad se celebraba como Dios manda

Paganismo, tiempo de adviento y Navidad

La Lupa del YA. “Gaudete in Domino Semper: iterum dico, gaudete” [Gozaos siempre en el Señor; otra vez digo, gozaos]. Con estas palabras se iniciaba la Misa de este domingo tercero de adviento, conocido así por la primera palabra del Introito. Repasando la historia de la Iglesia y su sagrada liturgia, el Tiempo de Adviento se originó como un ayuno de cuarenta días en preparación para la Navidad, comenzando el día después de la fiesta de San Martín lo que propició de desde el siglo V fuera conocido también como "Cuaresma de San Martín" - nombre por el que el Adviento fue conocido desde el siglo V, sin que se pueda datar antes porque no hay evidencia de que se observara la Navidad el 25 de diciembre antes de finales del siglo cuarto y la preparación para una fiesta no puede establecerse antes que a la fiesta misma.
En el siglo IX, la duración del Adviento se redujo a cuatro semanas, encontrándose en una carta de San Nicolás I (858-867) a los búlgaros, la primera alusión a un Tiempo más corto, y hacia el siglo XII consta que el ayuno se atenuaba por simple abstinencia. San Gregorio Magno fue el primero en redactar un Oficio para el Adviento, y el Sacramentario Gregoriano es el más antiguo en proveer Misas propias para los domingos de Adviento. En ambos se hacen provisiones para cinco domingos, pero ya hacia el siglo X el número usual eran cuatro, aunque algunas iglesias de Francia observaran cinco domingos incluso entrado siglo XIII.
Pero el Adviento preservó muchas de las características de los tiempos penitenciales lo que lo hace una especie de complemento de la Cuaresma, correspondiendo así el tercer domingo de Adviento, o el del medio, con el domingo de la mitad de la cuaresma o Domingo de Laetare (Alegría). En ambos domingos el órgano y las flores, prohibidos durante el resto del tiempo penitencial, podían ser usados; se permitió el uso de ornamentos color rosa en lugar del negro o morado e, igualmente durante ambos tiempos, los cardenales usaban color morado en lugar del púrpura. Así el Domingo de Gaudete por lo tanto, hace un alto, como el Domingo del Laetare, a medio camino a través de un Tiempo que de otra manera es de carácter penitencial, y significan la cercanía del nacimiento o la resurrección del Señor; y de las "estaciones" que se mantienen en Roma para representar los cuatro domingos de Adviento, la correspondiente a la basílica Vaticana se le asigna al Gaudete, ya que es el más importante de los cuatro domingos.
El Domingo de Gaudete está marcado por un Nuevo Invitatorio, la Iglesia no invita ya a los fieles a meramente adorar "al Señor que va a venir", sino que les llama a una liturgia de alegría porque "el Señor está ahora aquí y al alcance de la mano". Por ello, en la Misa, el Introito "Gaudete in Domino semper" resalta el gozo, y da el nombre al día; de igual modo que la Epístola nos incita a regocijarnos y nos urge a prepararnos para encontrarnos con el Salvador a través de oraciones y súplicas y de acciones de gracia, mientras que el Evangelio de San Juan Bautista nos advierte que el Cordero de Dios está ahora entre nosotros, aunque parezca que no Le conocemos. El espíritu del Oficio y de la Liturgia a través de todo el Adviento es uno de espera y de preparación para la fiesta de Navidad en los corazones de los fieles.
Sin embargo, de unos años a esta parte da pena ver cómo el adviento y la Navidad están perdiendo su sentido y están deviniendo en una sucesión de festejos de índole pagana, barbarizante y consumista que nada tiene que ver con lo que realmente se celebra: el misterio del nacimiento del Hijo de Dios en el portal de Belén.
Hasta no hace mucho, en esta santa tierra de España, que durante siglos, gracias a sus reyes y caudillos, sus monjes y obispos guerreros, sus frailes, clero secular y su Inquisición, había sabido sacudirse los yugos del Islam, las costumbres judaizante, las herejías protestantes de allende los Pirineos o el ateísmo marxista… la Navidad se celebraba como Dios manda: esto es con dos tiempos distintos y definidos, el de adviento (ya comentado) y de Navidad, que iba desde la vigilia de la Fiesta hasta el Bautismo del Señor, celebrado el domingo siguiente a la Epifanía, o fiesta de Reyes, de gran importancia por cuanto implica la manifestación de la Segunda Persona a los no judíos y el reconocimiento de Ésta por los gentiles encarnados en las figuras de los Magos de Oriente, de quienes lo poco que verdaderamente nos ha transmitido la tradición, además del mosaico del siglo VI de la basílica de la Natividad, son las reliquias que se veneran en la catedral de Colonia.
Pero ahora, con la vieja Europa renegando de sus raíces cristianas, las modas extranjeras, importadas en gran medida a través del celuloide yanqui, han trastocado casi todo lo que de cristiano pervivía en nuestra sociedad. Ahora, en noviembre, incluso sin comenzar el adviento, ya se empieza a hacer acopio de alimentos y licores, como si viniera a cercarnos un enemigo ¿Y quién puede afirmar que el gran Enemigo, el Príncipe de este mundo, no ande tras ello? O como si las gastritis, los empachos y las resacas honraran más que los villancicos al Niño recostado en el pesebre? A principios de diciembre ya son numerosos los establecimientos hosteleros y superficies comerciales que nos atruenan con músicas supuestamente Navideñas ¿Han traducido ustedes la letra de  Jingle Bells, por ejemplo?; en la televisión nos aturden con anuncios cuyo frecuente erotismo nada tiene que ver con el misterio de la Inmaculada Concepción; o nos atruenan con los gritos y campanadas de esa especie de marciano llamado Papá Noel, originario del norte de Europa pero introducido entre nosotros por obra y gracia de Hollywood; y todo se pierde, hasta los miles de kilovatios derrochados en millones de bombillas que adornan las principales calles comerciales, sobre cuyos despojos nos precipitaremos, como deshumanizadas aves carroñeras, el 7 de enero iniciando una cuesta que ya suele llegar hasta marzo.
Yo no sé a dónde irá la Navidad si seguimos así, pero tengo la impresión de que, con semejante actitud, si se honra a alguna de las figuras del portal, no será tanto a la Sagrada Familia como al buey o a la mula.
El sabio abad benedictino Dom. Próspero Guéranguer, refundador de la abadía de Solesmes, una de las actuales cumbres del canto gregoriano, predicaba que “los dogmas de la Virgen y del Papa son gemelos. Tienen su fundamento en el Misterio de la Encarnación del Verbo: el Hiho de Dios necesitaba una madre en la tierra, y al subir al cielo, necesitaba un vicario en el mundo.
Desde la contemplación de este misterio empecemos ya, con la alegría de este domingo,  a reflexionar en las palabras que repetiremos al final de este tiempo de adviento (Isaías 45,8): "Envíe el cielo su rocío desde lo alto y lluevan las nubes al justo. Ábrase la tierra y produzca la salvación y germine juntamente la justicia"
P.S.M.D.U.