Pedro Sánchez, sus funcionarios, paniaguados y deshollinadores de la Moncloa
Miguel Massanet Bosch.
Cuando un gobierno necesita apoyarse, para ser efectivo o, al menos, hacerse la ilusión de serlo, en toda una parafernalia excesiva de personas que, en apariencia, le ayudan en su función gubernamental, lo primero que se le ocurre al ciudadano de a pie es preguntarse si la persona a la que las urnas le ha conferido el poder, le han entregado los destinos del país y le han conferido la potestad de hacer y deshacer, era la que verdaderamente precisaba España o no. Es evidente que un número razonable de personas capacitadas ( no enchufadas ni beneficiadas por el mero hecho de ser miembros del partido gobernante) siempre es conveniente que puedan asesorar al presidente del gobierno, en aquellas materias en las que la especialización es precisa, los conocimientos del gobernante no sean suficientes y el interés patrio así lo aconseje. Pero nunca, entendámoslo, nunca puede un líder político esquivar su responsabilidad, intentar transferirla a otros o dejar de banda el apoderamiento que se le otorgó a través de las urnas, para hacer lo mejor para el país, con excusas poco realistas, por falta de preparación o por intentos fraudulentos de esquivar responsabilidades.
Según datos publicados por el ministerio de la Función Pública en enero del 2022 en España teníamos 2.717.570 trabajadores públicos, una cifra superior a la de Alemania, por ejemplo, que casi nos dobla en población que, con todo no debería preocuparnos si los funcionarios de nueva creación fueran para ocupar puestos en sanidad, por ejemplo, o en educación, suponiendo que la enseñanza en España fuera ejemplar y no una de las peores de toda Europa, según datos contrastados de la UE. Pero en el caso de nuestro gobierno socio-comunista, lo que sucede es que la creación de funcionariado está directamente relacionada con el objetivo del señor Sánchez de ir comprando votos, por el procedimiento de repartir el dinero recaudado, mediante los impuestos que nos viene aplicando a todos y, con ayuda de la inflación desmesurada que tenemos en la actualidad, le está proporcionando a Hacienda golosos superávit que van a parar a las arcas del Estado y que, sus administradores, los socialistas y comunistas, reparten con avaricia y destinándolos a aquellos sectores en los que piensan que van a conseguir captar más votos.
Pero un importante porcentaje de los llamados asesores con los que se viene haciendo nuestro Gobierno, son destinados a funciones poco conocidas, a labores de investigación, búsqueda, análisis de la vida privada y de los antecedentes de los miembros más destacados de la oposición al gobierno a los que, en un momento determinado, se los pueda presionar o incluso acusar de algo que pudieran tener en su vida pasada, que les pudiera perjudicar. Una KGB al estilo soviético que ha tenido al frente a una serie de personajes poco transparentes, de dudosa credibilidad, pero entregados en cuerpo y alma a su tarea de ayudar al señor Sánchez a superar aquellos obstáculos que se le han presentado y, en la misma línea intentar, por todos los medios a su alcance, deslegitimizar a la oposición partiendo de la premisa, evidentemente errónea, de que si España va mal, si nuestra economía no se recupera o nuestra justicia falla, todo ello es “debido” a la deslealtad del PP o del resto de partidos de la oposición. El hecho evidente de que quien está gobernando España en estos últimos años, viene siendo el gobierno de coalición filocomunista y, consecuentemente, toda la responsabilidad de la gestión le corresponde a quien tiene en su mano la potestad de gobernar.
¿Quién no recuerda al escurridizo señor Iván Redondo, hoy activo colaborador de la panfletaria La Vanguardia, con sus tendenciosos y manipulados artículos en defensa de quienes le sacaron de su puesto en la Moncloa, cuando al señor Sánchez le convino? Todo debe tener su explicación, cuando vemos a los rasputines monclovitas, seguir adulando a quienes fueron los que, inopinadamente, prescindieron de sus “valiosos” apoyos. Hoy le viene sucediendo en su labor rastrera de lacayo del señor Pedro Sánchez, el ministro de la Presidencia, señor Félix Bolaños, que parece que ha heredado del anterior ocupante de su cargo, todos aquellos tics malévolos, trucos, maquinaciones y demás atributos propios de esta clase de sujetos, que suelen trabajar en las letrinas del Estado, con la única misión de agitar la porquería con el objetivo de utilizarla para impedir que, el resto de formaciones políticas que pudieran, legítimamente, aspirar a suceder en el gobierno al socialismo imperante, el que llevamos soportando desde que aquella infausta moción de censura, en contra del señor Rajoy, tuviera éxito y se produjera el cambio que elevó al poder al señor Sánchez y todo su equipo socialista, con apoyo comunista.
Ahora, con la inapreciable colaboración del señor J.F.Tezanos del CIS, otro de estos políticos en los que el actual ejecutivo puede confiar y al que no le duele mentir, utilizar el instrumento que dirige para falsear sus estudios estadísticos y presentar unas encuestas que tienen la particularidad y marca de la casa, de ser diametralmente opuestas a las del resto de entidades privadas que realizan sus mismas tareas, con resultados completamente desfavorables al PSOE y sus socios de gobierno, de modo que, si se celebrasen hoy elecciones legislativas, es más que probable que la victoria del centro derecha sería lo suficientemente amplia como para poder gobernar con mayoría absoluta. Falta todavía mucho tiempo y nadie puede pronosticar lo que va a suceder en estos meses, que se presentan complicados para toda Europa y, por desgracia, todavía peor para nuestra nación.
Es obvio que la labor de contención, contestación, argumentación y, por encima de todo, la de información a todos sus presuntos votantes y a aquellos que, no siéndolo en la actualidad, si se les informara debidamente de lo que está sucediendo en España, habría la posibilidad de que cambiaran su intención de voto. El señor Feijoo deberá dejar su modestia, su poca agresividad y poner en juego toda su experiencia, su talento y su galleguismo, para conseguir superar esta valla enorme que le van a poner enfrente sus enemigos políticos, buscándole todo aquello que pueda perjudicarlo, aún en el caso de que no sea cierto. La lucha va a ser intensa y todos deberíamos poner nuestro granito de arena en colaborar para que, quienes quieren acabar con España, trocearla y entregarla al comunismo bolivariano, fracasen en su intento y nuestra patria regrese a aquella situación de progreso de la que nadie debiera haberla apartado.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, empecemos a centrarnos más en temas que suponen entrar en lo que verdaderamente precisa el país, evitar que el gasto público se convierta, de hecho, en una carga insoportable para los próximos gobiernos de la nación, acudir a los tribunales para denunciar cualquier intento de violar la constitución o, bien, de lo que sería puentearla con una serie de leyes que, por si mismas, tuvieran la virtud de vaciarla de contenido. España debe remozarse, despojarse de toda la inmundicia de comunistas y socialistas, recobrar sus principios y valores, y permitir que las libertades ciudadanas retornen y ocupen su puesto en la política nacional.
Como colofón una frase del literato Henri-Frédéric Amiel: “El cielo, el infierno y el mundo entero, están en nosotros”