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Diario YA


 

La otra crisis

Personas caducas para leyes perennes

Jesús Asensi Vendrell

Dicen que no hay mal que cien años dure y quizás por eso Zapatero ha decidido remodelar su Gobierno y también, tiempo atrás, los españoles decidieron no renovaron su confianza en Felipe González ni en el Partido Popular. Porque las personas no son imprescindibles, aunque a veces sí que son necesarias para sacar adelante proyectos determinados.

Aquello mismo debió pensar nuestro presidente Zapatero cuando eligió a Bibiana Aído, y a su inventado Ministerio de Igualdad, para sacar adelante una reforma de la ley del aborto que atenta aún más contra la dignidad del ser humano y que ha dado luz verde a un holocausto silencioso que está llenando los bolsillos a gente sin escrúpulos y con la conciencia adormecida por la codicia.

Zapatero también pensó en su ministra de Sanidad, Trinidad Jiménez, para que aplicase la nueva ley en toda su amplitud; sus equipos sanitarios visitarán los colegios para ofrecer su doctrina sexual a los escolares; y en su ministro de Educación, el señor Gabilondo para que modifique los planes de estudio de la carrera de Medicina y se imparta una nueva asignatura llamada “Técnicas abortivas seguras y eficaces o cómo eliminar a un ser humano sin que cante demasiado”.

Porque las personas no somos imprescindibles, y es por eso que Zapatero ha decidido relegar a dos de sus tres valedoras abortivas, a Aído y a Trini, y ceder así todo el protagonismo a su tercer ariete, a Leire Pajín, la nueva ministra de Sanidad, la misma que arguyó mil y una sinrazones para que los senadores dieran su visto bueno a esta renovada masacre.

Y lo más triste de todo esto no es que a Leire Pajín también le llegará el momento de dejar su cargo y pasar a mejor vida en la oposición, sino que esa ley del aborto seguirá ahí, aguardando esos cien años que todo mal tiene para dejar su reguero de sangre injustificable, porque el futuro gobierno del Partido Popular no se atreverá a tocar una coma de esa macabra ley por miedo a perder rédito político. Vergonzoso pero cierto. Y si no, tiempo al tiempo.