Podemos y Ciudadanos: las marcas blancas del sistema
Fernando José Vaquero Oroquieta. Algunos de los diagnósticos de la actual coyuntura española, popularizados por las “nuevas” formaciones, Podemos y Ciudadanos, son certeros. Al contrario, sus alternativas, que poco a poco van desgranando, merecen un juicio muy distinto; en realidad no son disyuntivas sustanciales al actual estado de cosas.
Podemos nace de las protestas del 15-M; si bien en su génesis orgánica encontramos un pequeño soviet liderado por Pablo Iglesias fogueado en diversas batallas mediáticas y universitarias, que recurrió en su implantación territorial, en sus inicios, al pequeño partido trotskista Izquierda Anticapitalista. Sus ataques a “la casta”, la denuncia del poder de las finanzas internacionales sobre las políticas nacionales y la exacerbación y puesta en primer plano de diversas reivindicaciones radical-progresistas, en las que se viene educando a los españoles desde hace décadas, les otorgaron una aureola de novedad y supuesta rebeldía: la posibilidad de un cambio real, una ilusión colectiva... un espejismo.
Podemos, en su breve pero intensa trayectoria, ha configurado un partido leninista, dejando para crédulos y optimistas incurables la percepción de que se trata de un novedoso “proyecto participativo y ciudadano”. No en vano, si a alguien se remite como paradigma Pablo Iglesias, con pleno conocimiento de causa, es a Lenin. Y tan mencionado “Juego de Tronos” es la broma simpática para quien no quiera enterarse del verdadero: el del resentimiento y el ansia de poder a cualquier precio. Menos mal que no hay en España unos miles de bolcheviques, pues, de haberlos, nadie podría garantizar que no corriera abundante sangre. Pues ganas no les faltan.
Pero volvamos a Podemos y su consolidación como partido inmerso en la cultura del “centralismo democrático”. A estas alturas de la película era inevitable: ya han empezado las purgas. Han frenado a los troskos, marginado “en provincias” a Echenique y otros parecidos de menor entidad, y se han desembarazado de un locuaz Juan Carlos Monedero incapaz de justificar los dineros percibidos del régimen chavista. Pero, como maestros en dialéctica, han presentado tamaña depuración como el triunfo de unos presuntos “moderados” socialdemócratas en viraje hacia el centro, frente a unos presentados como radicales que serán arrojados –antes o después- a las cunetas (metafóricamente hablando; Monedero no es Andreu Nin, como Maduro no es Stalin).
Lo siento por los creyentes, pues los hechos desmienten que con Podemos las cosas vayan a cambiar en dirección al bien común; no en vano, su programa es más de lo mismo. Más ideología de género, mayor intervencionismo, nuevas dinámicas orientadas a la desarticulación de la nación, individualismo a discreción, versiones asilvestradas de la Alianza de las Civilizaciones (anticatolicismo, que nadie lo dude)… el programa del PSOE de Rodríguez Zapatero, pero radicalizado. Efectivamente: también nos referimos a la ingeniería social sostenida… por un Partido Popular en caída libre socialdemócrata.
Ciudadanos, por su parte, es la criatura de Albert Rivera: ex-militante de Nuevas Generaciones del PP y afiliado a la UGT. Tiene suerte: ya le han dado el visto bueno y tiene una oportunidad.
Nacidos para la defensa de la españolidad de Cataluña, a la vez que reivindicaba un fortalecimiento de la nación y cierto regeneracionismo político, Ciudadanos no es otra cosa que la solución de recambio, vagamente centrista, impulsada, en tiempo y forma, por unos poderes fácticos (medios de comunicación, grandes corporaciones, Bruselas…) que, primero, abrieron la espita a Podemos y, un poquito asustados, o tal vez complacidos, dieron paso, a su debido tiempo, a Rivera y los suyos. Recordemos, no obstante, que presenciamos hoy su tercer intento de salto a la política nacional. ¡Por fin llegó el momento! Y es que la jugada se presenta beneficiosa para ambos: Ciudadanos da el salto y el PP, finalmente, tiene con quien pactar. Se acabó la soledad…
Y, poco a poco, Ciudadanos va deshaciendo su margarita programática: rechazo de la educación diferenciada (¡sorpresa!), apoyo a las políticas de género, tributación extractiva (pero, ¿son liberales o socialdemócratas?), etc. Comparándolos con el Partido popular: ¿dónde está la novedad? Sea ésta escasa o nula, en todo caso: un partido de arribistas, aventureros y rebotados. Seguro que con estos mimbres nos darán más de una sorpresa.
En un futuro inmediato -todos los estudios demoscópicos así lo indican- no habrá claras mayorías: ni en ayuntamientos, parlamentos autonómicos, ni en el Congreso de los diputados.
PP, PSOE, Ciudadanos, PSOE, incluso los nacionalistas, deberán negociar para poder gobernar. De este modo, esa profunda reforma constitucional que en principio pretendían Podemos y Ciudadanos, aunque en direcciones opuestas (planteando los primeros una “nueva transición”, pero ¿hacia dónde?), tendrá que ser pospuesta en aras de políticas de urgencia.
En cualquier caso, los españoles sufriremos inestabilidad e incertidumbre, y continuarán conmoviéndose los debilitados cimientos de España. Pero el sistema permanecerá gracias a una nueva praxis lampedusiana; “si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”. Algunos nuevos actores, pero el mismo juego.
Podemos y Ciudadanos son, en definitiva, soluciones de recambio de una clase política acomodada en PP, PSOE y nacionalistas, en simbiosis con los poderes fácticos. Nada más. Nada menos.
En Francia, con el Frente Nacional, y en Gran Bretaña con la UKIP, por ejemplo, nuevas formaciones están dando voz al dolor de las gentes que pierden su identidad y son despreciadas por la dictadura de unos poderes anónimos gestionados por esa casta extractiva e irresponsable (por haberse blindado). En España no hay ninguna alternativa análoga a la vista. Pero en estas elecciones municipales concurren más de 150 listas de VOX, 85 de Plataforma por Cataluña, una treintena de Coalición Nacional, una veintena del Partido por la Libertad, otras tantas de España 2000, más unas cuantas de AES, FE de las JONS, MSR... Millones de españoles, entre ellos muchos desencantados del Partido Popular y abstencionistas crónicos, podrán votar candidaturas “distintas” a las que presenta el poder en su periódica farsa. Qué le vamos a hacer: en España no tenemos ni a Marine Le Pen ni a Nigel Farage.
Algunos de ustedes me dirán que VOX es una excrecencia de la casta del PP; otros que Coalición Nacional o España 2000 son unos impresentables. Y que FE de las JONS es un dinosaurio del pasado. Nos les diré que no tengan un poquito de razón. Pero sí les diré que no tienen excusas para seguir votando al PP, por mucho que jueguen al despiste los chicos de Hazte Oír pidiendo el voto para Esperanza Aguirre a la vez que marcan a Cristina Cifuentes. No en vano, ¿acaso Aguirre puede defender mejor que Eugenio Nasarre o Mayor Oreja en el pasado, los intereses reales y sencillos del pueblo y la nación en tan mastodóntico como corrupto Partido Popular? No seamos ingenuos y no nos engañemos de nuevo: en nombre del mal menor nos han tomado el pelo durante décadas y lo seguirán intentando.
Aunque pueda parecer que no sirve para nada, ¡golpéales donde más les duele! ¡Vota a los malditos!