Premios Goya: Una gala soporífica
José María Caparrós
La gala de la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de España provoca cada año polémica. Ya lo comentó en estas mismas páginas Miguel Massanet Bosch. Por tanto, sin pretender enmendar la página a mi colega, quería hacer una consideraciones no políticas sobre los galadones de este año.
La 28 edición de los Goya han tenido dos protagonistas principales: David Trueba (foto) y su film minoritario Vivir es fácil con los ojos cerrados, que se llevó los seis premios más importantes, entre ellos Mejor película, Director y Guión original y Actor (Javier Cámara); y otra desmadrada cinta comercial de Álex de la Iglesia -ausente en la ceremonia (como el ministro de Cultura) -, Las brujas de Zugarramurdi, que obtuvo ocho Goyas técnicos. La perdedora fue La gran familia española, de Daniel Sánchez Arévalo, que es una comedia destructiva sobre la institución familiar; mientras Amour, del austríaco Michael Haneke, una ambigua película sobre la eutanasia, obtuvo el Goya a la Mejor película europea.
Por tanto, filmes de low cost, como La herida, del debutante Fernando Franco, y la galardonada de David Trueba -que tuvo muy poco éxito de público, y ahora se reestrena en 60 salas de toda España- han sido los premios del cine español de este año pasado de crisis, como comentó el presidente de la Academia, el productor, distribuidor y exhibidor Enrique González Macho, dentro de una gala sosa y soporífera, presentada con muy poca gracia por Manel Fuentes.
Más emotivo resultó el Goya de honor para el veterano Jaime de Armiñán, que tampoco estuvo demasiado acertado en sus tristes comentarios de agradecimiento, así como los profesionales españoles que han desaparecido este año: los tradicionales In memorian de 2013 dedicados a Alfredo Landa, Sara Montiel, Manolo Escobar, Pepe Sancho, Maruja Asquerino, Constantino Romero, Amparito Rivelles, Lolita Sevilla... hasta los realizadores Bigas Luna y Jesús Franco, o el productor Elías Querejeta -cuya hija, Gracia Querejeta, merecía ser premiada por 15 años y un día-, entre muchos otros.
Estamos en un momento difícil para el cine autóctono, como ya hemos comentado en esta columna semanal. Esperemos que el Gobierno baje el IVA del actual 21 por ciento al 10%, como ha hecho con respecto a la compra de obras de arte e implantado más dureza en la piratería; pues las películas españolas siguen teniendo poca asistencia de espectadores.