Primer domingo de adviento
Jesús Asensi Vendrell. Hemos entrado en la recta final del año; aunque los cristianos ya hemos comenzado uno nuevo en este primer domingo de Adviento. Un tiempo de crisis, y no sólo económica, al que todos deseamos pasar página para que los hipotéticos brotes verdes se conviertan en frondosos árboles de realidades de mejora ciertas y estables.
Pues eso, que todos los cristianos que seguimos con interés las noticias referentes a nuestra fe sabemos que ya hemos comenzado un nuevo año y que, desde hace ya algunos meses, nos encontramos en un tiempo dedicado a los sacerdotes, a la oración por las futuras vocaciones ministeriales y por los que día a día se dejan la piel para ser fiel reflejo de Jesucristo, sumo y eterno sacerdote.
Porque la Iglesia y la sociedad entera necesita presbíteros que sirvan a los demás mediante la predicación de la Palabra divina y la administración de los sacramentos.
Pero la cosa no queda ahí, porque los laicos tenemos también alma sacerdotal, hemos de ser mediadores entre el cielo y los hombres, y ejercer nuestra misión en el seno de las estructuras temporales, tratando de animarlas con el espíritu de Cristo.
Por eso, a lo largo del nuevo año que comienza, y siempre, en vez de mirar con lupa el comportamiento de los sacerdotes, de juzgar su modo de ser y de actuar, sería conveniente redoblar nuestra oración por ellos y mirarnos en ese espejo crítico para averiguar si no seremos nosotros los que no damos la talla, los que no vivimos con plenitud una vocación que, bien vivida, podría dar la vuelta a este mundo como a un calcetín.