Somos muchos los españoles que hemos celebrado juntos en 40 ciudades distintas el Día Internacional de la Vida. En Madrid, la cita ha sido en la Puerta del Sol, con la afluencia de miles de personas que han querido formar parte de esta gala festiva apoyada por más de 400 asociaciones, que defiende la vida con alegría, como el valor supremo del ser humano.
Desde nuestra editorial de esta semana apoyamos y damos la enhorabuena a esta gran iniciativa, que ofrece con entusiasmo una perspectiva humana de la realidad. Mediante testimonios reales que cuentan, con palabras sencillas, verdades tan grandes que, en nuestra sociedad actual, permanecen muchas veces enterradas u olvidadas en la maraña de nuestro día a día.
Felicidades por apoyar los valores más fundamentales de la persona. Y por hacerlo con más cariño y buena intención que presupuesto. Nosotros, que estuvimos allí, hemos visto algunos momentos de silencio que llegan a emocionar cuando se piensa lo difícil que resulta callar a tantas almas reunidas. Será porque la verdad rotunda sobrecoge.
Llamó favorablemente nuestra atención otro hecho que, aunque no queremos calificarlo de insólito, sí podemos decir que es, hoy día, poco habitual. Y es que, aunque los presentadores de la gala de Madrid (Alejandra Prat y Miguel Ángel Tobías) recalcaron desde el primer momento el carácter apolítico y aconfesional del encuentro, no lo es menos que algunos participantes de la gala tuvieron la gran libertad de declararse públicamente católicos.
Tomemos conciencia del valor de toda vida humana desde su concepción hasta su muerte natural. Respetemos este gran valor como se merece. Protejamos legalmente a los más débiles, sin excepción alguna. Dejemos libertad a la persona para ser objetor de conciencia y no querer participar en la masacre sin por ello perder su puesto de trabajo. Hagamos un mal recuerdo de sociedad poco evolucionada toda la que defienda el aborto, la eutanasia y la manipulación y destrucción de embriones humanos.
Como nos decía el Papa Juan Pablo II : «¡Respeta, defiende, ama y sirve a la vida, a toda vida humana! Sólo siguiendo este camino encontrarás justicia, desarrollo, libertad verdadera, paz y felicidad» (Evangelium vitae, 5).”