Profesor Lazhar
Víctor Alvarado
El cine ha presentado el tema de la educación desde distintos puntos de vista y con educadores de todos los estilos imaginables. Me viene a la mente la película Hoy empieza todo (1999) o el célebre profesor Mr Chips (interpretado por Robert Donat y Peter O´Toole respectivamente en las dos versiones existentes de Adiós Mr Chips). No me puedo olvidar del profesor Keating de El club de los poetas muertos (1989), ni de la implicación de Louanne Johnson (Michelle Pfeiffer) en Mentes peligrosas (1995) o el maestro de la vida Chano (interpretada por Jorge Lavat) en la desconocida, pero imprescindible El estudiante(2009). Todos ellos nos tocaron el corazón. Por esa razón, tenemos que incluir al Profesor Lazhar (2011).
Se trata de un inmigrante, exiliado político, que es contratado para ejercer de maestro en una clase de un colegio canadiense, que sufre el trauma colectivo de haber perdido a una de sus maestras de modo traumático.
La actuación del actor protagonista, Mohamed Fellag, es magistral. Una de las claves para entender su acierto, quizá se deba a que esta persona sufrió en sus carnes la represión de la guerra civil de Argelia al igual que le ocurre a su personaje Bachir.
Profesor Lazhar (2011) ha ganado varios premios en el Festival de Toronto, Locarno y Valladolid aparte de haber sido nominado para los Óscar en la categoría de mejor película de habla no inglesa. Es el cuarto largometraje de Philippe Falardeau. Se adentra en el mundo de la educación de un modo original y sugerente en una cinta de noventa minutos, que son los justos y necesarios para contar una buena historia de estas características, sin perder el ritmo narrativo en ningún momento.
Bachir, el maestro, representa a un sistema educativo en teoría conservador frente al supuestamente muy pedagógico y tecnológico. En esta producción, el espectador va a tener la oportunidad de conocer en qué consiste el trabajo del maestro que no debe de ser tan sólo un mero transmisor de conocimiento, que, por supuesto, tiene su importancia, sino que es el encargado de conocer las necesidades de sus alumnos, hacerles pensar, modelarles el alma con valores universales o dar un abrazo a un niño para consolarlo cuando la situación lo requiere. La frase que a continuación reproducimos es esencial para comprender la dureza vivida por el protagonista, pero que sirve para explicar el significado de la educación: “No busquéis un significado por la muerte de Martine (…). Un aula es un hogar para… Es un lugar para la amistad, el trabajo y la cortesía. Sí, la cortesía. Un lugar lleno de vida, donde dedicas tu vida. Un lugar donde te dan su vida. No debes infectar a toda una escuela con tu desesperación”.
Por otra parte, reflexiona el modo en el que unos y otros ayudan a superar el duelo por la muerte de un ser querido, constatando el modo en que el sistema educativo afronta una situación de dolor y la muerte que no afronta la situación frente a un hombre políticamente incorrecto que piensa que los problemas se mitigan o solucionan abordando directamente las dificultades mirando de frente y no de perfil al tema del suicidio, en este caso, y a la repercusiones que tuvo en los demás.