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Diario YA


 

“Ningún búho tiene miedo de la noche, ninguna serpiente del pantano y ningún traidor de la traición” Mehmet Murat ildan.

Puigdemont, culmina su traición a España, desde Bélgica

Miguel Massanet Bosch. Resulta incomprensible que todavía queden catalanistas que no hayan caído en la cuenta de la gran trampa a la que han sido sometidos por determinados políticos catalanes, que los han estado engañando, adoctrinando, manipulando y utilizándolos como instrumentos, con el solo objeto de alcanzar sus particulares objetivos.

Valiéndose de los sentimientos del pueblo catalán para movilizarlos en contra de España, del resto de los españoles y de todas las leyes a las que todos nos sometimos cuando, en 1978, aprobamos, por una gran mayoría, la Constitución por la que nos venimos rigiendo.

embargo, algo que era difícil imaginar, que ha sido una verdadera revelación para todos aquellos que confiaban en la honorabilidad, en el valor, en el compromiso con su causa y en la coherencia, del señor Puigdemont, con aquellas ideas que defendía, aunque para muchos de nosotros fueran equivocadas, absurdas e imposibles de llevar a cabo; ha sido esta “espantada”, esta muestra de cobardía y falta de ética que ha sido capaz poner en práctica este personaje, cada vez más dependiente de sus fobias y más enfangado en sus obsesiones sicóticas, que lo ha llevado a trasladarse a la nación belga para, desde allí, utilizando el apoyo de una asociación de la prensa, se haya66 despachado a gusto contra el gobierno, la “opresión”, los ataques a la “democracia catalana” y contra la Justicia española, a la que acusa de ser un medio del Gobierno para acusarles a ellos de prevaricación, rebelión, secesión y malversación de caudales públicos.

Se presenta como si, los separatistas catalanes,66 fueran una agrupación de “serafines”, que sólo buscase el bien y el progreso de los catalanes aunque, por lo que estamos viendo, lo único que han conseguido, desde el 1 de octubre pasado, ha sido que más de 1800 empresas se hayan ido de la comunidad catalana; las inversiones hayan caído en picado y el turismo haya entrado en recesión, sólo ante la posibilidad de que, esta tierra, acabara convirtiéndose en una isla abandonada de todos, en manos de separatistas y comunistas, los que, en definitiva, se habrían hecho con el poder en el caso de que hubieran logrado sus propósitos.

Qué curioso que, ahora que han tenido que ver cómo se ponía en marcha el Art.º155 de la Constitución, que han sido convocadas, por el Gobierno de la nación, unas elecciones (en esta ocasión con todas las garantías de legalidad precisas para que fueran válidas); en lugar de rechazarlas de plano, como anunciaron que harían con todas las leyes españolas y las iniciativas del Gobierno, se han agarrado a ellas como a clavo ardiendo, pensando que era la única manera de conseguir poner en jaque al Estado, si consiguieran que, la suma de escaños conseguidos por los partidos partidarios de la independencia, fuera superior a los conseguidos por los partidos “constitucionalistas”.

Pero el señor Puigdemont no tenía ninguna prohibición de viajar, ni todavía había sido querellado para que tuviera que huir a Bélgica en busca de “protección”, si es que la consigue, algo que no parece que sea tan fácil para una nación que sabe que, este problema catalán, afecta a toda la UE y que se han apresurado a negar el reconocimiento de la flamante “república independiente catalana”, a la que no le conceden ninguna credibilidad. Ahora sí, la fiscalía ya ha hecho sus deberes y es muy posible que pronto, el señor Puigdemont y todo su gobierno, se vean ante las acusaciones de secesión y prevaricación, aunque parece que se intenta acusarlos de rebelión junto a malversación de caudales públicos. En todo caso, sigo pensando que el Gobierno se ha apresurado demasiado en esta convocatoria para el 21 de Diciembre.

Sin duda, nadie lo puede negar, se les ha dado una salida a los que venían reclamando un referéndum, cuando lo que se les ofrece es precisamente la posibilidad de votar. La Vanguardia y todos los medios de comunicación ( por cierto los de TV3 y la señora Rahola, siguen insistiendo en su propaganda independentistas sin que, de momento, se les haya llamado al orden) parece que ante la forma descafeinada con la que se viene aplicando el 155, han recuperado su fe en la línea independentista y ya le está diciendo al Gobierno lo que debe hacer para recuperar la “tranquilidad”, como si ésta se hubiera alterado en ningún momento desde que se produjo la reacción del Gobierno aplicando la Constitución.

Si el Gobierno no deja meridianamente claro y lo explica mil veces para que no haya lugar a dudas, a todos estos recalcitrantes partidarios de la independencia que, la próximas elecciones que se van a convocar, en manera alguna significarán, gane quien gane, que el separatismo quede legitimado y que, como parece que espera Puigdemont, lo que pudiera surgir de los comicios, aún en el caso de una mayoría independentista, en modo alguno puede suponer que la república independentista declarada, de forma ilegal, el 1.O, quedara legitimada por el resultado de las nuevas elecciones. Tenemos la impresión de que, al Gobierno, le ha entrado el vértigo ante el compromiso que supone llevar adelante las modificaciones que exige la intervención de la autonomía catalana y está desesperado por volver a cederles a los catalanes aquellas competencias que ha dejado en suspenso.

Sería grave que, después de tantos retrasos, de tantas dudas y de tantos enfrentamientos con el resto de partidos constitucionalistas, ahora que está en sus manos poner orden en Cataluña, se deje llevar por los consejos de aquellos que llevan intentando evitar el enfrentamiento con el independentismo por medio del “diálogo”, un instrumento que ha quedado desacreditado desde el momento en que, el mismo Puigdemont, declinó toda clase de encuentros bilaterales si no era para acordar los términos y los plazos para poner en marcha la independencia de Cataluña.

Si ya reconocieron que, con toda probabilidad, se tendrían que enfrentar a algunas reacciones por parte de los extremistas de la CUP o del resto de organizaciones, ahora descabezadas a causa del envío a la prisión de los señores Cuixar y Sánchez, y que intentarían crear problemas en las calles, acoso a los que no pensaran como ellos o incluso, amenazas a los que no secundaran sus órdenes; no vemos el motivo por el que, con tanta premura, cuando se dieron seis meses para intentar solucionar el problema catalán, han de darles árnica proporcionándoles, una vez más, la posibilidad de votar para devolverle al Estado la pelota si, como pudiera suceder, los independentistas consiguen la mayoría en el Parlamento Catalán y, de nuevo, se vuelven a reproducir todos los sucesos por los que hemos tenido que pasar durante los últimos años.

Y, como quien avisa no es traidor, tenemos la inquietante presunción de que este débil vínculo que se ha conseguido entre PP, Ciudadanos y PSOE para la aplicación del 155, va a tener una duración muy limitada y que, por parte de los socialistas que se deben al PSC, pronto vamos a ver cómo empiezan a salir quienes muestren disconformidad con alguna de las medidas que proponga el PP o, también es posible, sean los de Ciudadanos los que partan peras con los socialistas.

¿Quién garantiza, en el caso de que esto ocurra, de que sigan manteniendo, una vez constituido el nuevo gobierno de la Generalitat catalana66 (sea quien sea que haya logrado la mayoría), esta unidad constitucionalista que pudiera impedir que, los separatistas, instalados de nuevo en el poder, volvieran a reclamar la independencia, esta vez basándose en las votaciones legales que, para ellos, con toda seguridad, les van a dar el carácter de constituyentes?

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, sentimos mostrarnos pesimistas, como lo hemos sido a lo largo de toda esta legislatura, basándonos en que no hemos visto, en todo el tiempo que viene gobernando el señor Rajoy y su ayudante, la señora vicepresidenta, que, en ninguna de las ocasiones en las que se han tenido que enfrentar al desafío de los catalanistas, hayan tenido una reacción, lo suficientemente enérgica, como para cortar de sano, de una vez, todos sus ramalazos en contra de la autoridad del Estado español. Mucho nos tememos, y quisiéramos equivocarnos, que en esta última ocasión, vamos a salir con soluciones que, para nada, vayan a darle el puntillazo al problema catalán. Una verdadera lástima.

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