Quien, una vez, escuchó la prédica de un comunista, sabe que todas son igualmente engañosas
Miguel Massanet Bosch. “No debemos cejar hasta que en las torres y edificios oficiales ondee la bandera roja de la revolución”, “La clase obrera debe adueñarse del poder político, convencida de que la democracia es incompatible con el socialismo, y como el que tiene el poder no ha de entregarlo voluntariamente, por eso hay que ir a la revolución”, “Si no nos permiten conquistar el poder con arreglo a la Constitución… tendremos que conquistarlo de otra manera”.
Estas frases, junto a muchas otras parecidas e incluso más agresivas, fueron pronunciadas por Francisco Largo Caballero en tiempos comprendidos entre la dictadura de Primo de Rivera y la Guerra Civil del año 1936. El señor Carlos Sánchez Mato, edil del actual equipo municipal de Madrid, presidido por M.Carmena, candidatura promocionada por el grupo Podemos, de Pablo Iglesias, tampoco se ha privado de poner su granito de arena con esta frase: “Los ahorros de la sociedad no deben estar en manos privadas ni ser gestionados por ellas”, ¡díganselo a los políticos que mangonearon las Cajas de Ahorros en su provecho! Salvador de Madariaga, ministro de Instrucción Pública en la II República, en 1934, antifranquista que se exilió de España, al inicio de la Guerra Civil, para instalarse en el Reino Unido, se quejaba de la izquierda con la siguiente frase: “Con la rebelión del 34 la izquierda española perdió hasta la sombra de autoridad moral para condenar la rebelión de 1036”.
Estos fueron los que perdieron la guerra contra el general Franco y los que sembraron la semilla, que luego fructificó con el aislamiento a la que fue sometida la España nacional durante los años subsiguientes a la finalización de la contienda. Los que hablaban de democracia pero siempre que ésta les sirviera para justificar, de puertas para fuera, todos los actos de totalitarismo, opresión, limitación de libertades, imposición doctrinaria y supresión práctica o formal de toda oposición que pudiera oponerse a sus objetivos dictatoriales. Ahora, en España, nos encontramos ante un nuevo partido de raíces bolivarianas. Un grupo de profesores universitarios, crecidos bajo la tutela del hijo de Carrillo, el que fue rector de la Universidad Complutense e hijo del que fue el encargado de las juventudes socialistas, que fueron las promotoras de la insubordinación contra el gobierno de la II República, en octubre de 1934, en lo que fue conocida como la “Revolución de Octubre”; que comenzó con el alzamiento en armas de los mineros de Asturias.
Este grupo de universitarios, entrenados en los métodos revolucionarios en la Venezuela del señor Chávez y del señor Maduro y que colaboraron, activamente, para crear lo que ha sido el amordazamiento de la prensa opositora, el cierre de las televisiones privadas y la limitación de los derechos de los ciudadanos, que ha conducido a muchos de ellos a las ignominiosas cárceles del régimen dictatorial ( ahora felizmente superado con la gran victoria de los demócratas contra el régimen fraudulento de Maduro) acusados injustamente de haber atentado contra el Estado. Son verdaderos expertos en la tarea de lavar el cerebro a personas fáciles de impresionar, a cautivar a aquellos que pasan o han pasado situaciones de paro o que han sido afectados por las medidas que el Gobierno ha tenido que aplicar, a la fuerza en muchas ocasiones, para evitar que el derrumbe de España fuera todavía más catastrófico de lo que se presumía como inevitable, cuando los socialistas de Zapatero entregaron al PP una nación quebrada y a punto de verse obligada a pedir el rescate de la UE. Sus métodos no han variado desde que Stalín decidió extender la doctrina comunista en toda Europa mediante lo que se denominaron como “Frentes Populares”, uno de los cuales fue el que ganó, con trampas, las elecciones de Febrero de 1936, que fue el mismo que dio paso a que las calles de las ciudades de España se convirtieran en lugares de tiroteos, refriegas y asesinatos, sin que las autoridades quisieran, pudieran o hicieran el más mínimo intento para impedir aquellos desórdenes.
El señor Pablo Iglesias ha utilizado la habitual trampa de vender, a quienes le escuchan, precisamente lo que quieren escuchar. ¿Quién se puede resistir a la serie de obviedades que se reflejan en su plan? Casi todo lo que dice lo podría suscribir cualquier partido político, desde la extrema izquierda hasta la extrema derecha. ¿Alguien desea que exista corrupción política?, ¿Podría defenderse una Justicia parcial? O ¿es defendible que haya alguna clase de conchabamiento entre el gobierno y los consejos de administración de las sociedades privadas? En todo caso, en ocasiones, lo que propone demuestra la ignorancia que tiene este señor de la actual legislación española. Veamos: pide que haya “garantías constitucionales contra la corrupción” olvidándose de que el delito está previsto en nuestras leyes y las sanciones también; no obstante es una estupidez pedir garantías que ningún tribunal puede dar, porque los delincuentes no esperan el permiso de ninguna clase de poder público para cometer el delito.
Reproducimos, seguidamente, lo que Podemos, por boca de P.Iglesias, propone como ejes de su campaña: “En primer lugar: democracia real representativa, igualitaria y participativa. Hace falta reformar el sistema electoral y garantizar la posibilidad de que, en caso de incumplimiento flagrante del programa, el presidente del Gobierno se someta a la evaluación de los ciudadanos a mitad de mandato. En segundo lugar: justicia independiente.
Hay que despolitizar el Tribunal Constitucional y garantizar de esa manera la participación ciudadana en la elección de los órganos de gobierno de los jueces. En tercer lugar: garantías constitucionales contra la corrupción. La Constitución debe prohibir las puertas giratorias entre los Consejos de Ministros y los consejos de administración de empresas estratégicas. En cuarto lugar: blindaje constitucional de los derechos sociales y medioambientales que deben tener el mismo reconocimiento que los derechos civiles y políticos.” Y por último, reconocimiento de la plurinacionalidad de nuestro país y del derecho a decidir. El referéndum es una fórmula democrática adecuada para que las catalanas y catalanes decidan su encaje en España.” Resulta absurdo hablar “del blindaje constitucional de los derechos sociales” como si estuvieran desatendidos en nuestra Constitución, cuando, en el Capítulo III del Título I son expresión, por una parte, del carácter social del Estado, que propugna como valores superiores la libertad, la justicia, la igualdad… (art. 1.1.) y, por otra, de la responsabilidad que tienen los poderes públicos para promover las condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo y de los grupos en que se integra, sean reales y efectivas (artículos 9.2).
¿Qué pretende el señor Iglesias confundiendo al pueblo español reclamando algo que ya tenemos garantizado plenamente y específicamente garantizado en nuestra Carta Magna? Quizá, si se la hubiese leído una vez el texto constitucional dejaría de cometer semejantes lapsus. No es de extrañar, porque en el debate a cuatro en la TV3 se invento una supuesta revuelta, en Andalucía, demandando la independencia de España, algo que nunca tuvo lugar. Pero se empieza mintiendo y uno se acostumbra hasta que se olvidan de decir la verdad. Incidiendo en este tema resulta paradójico en un partido comunista, que siempre han intentado mantener la unidad nacional, el buscar cosechar votos en Cataluña usando el tema de la voluntad a decidir.
La voluntad a decidir no tiene otro objetivo, para los separatistas, que el poder obtener (hasta ahora no lo han logrado en las votaciones que han tenido lugar) una mayoría que les sirviera para poder apelar, ante el resto de naciones, a una supuesta mayoría en pro de la independencia; algo que, curiosamente, no les iba a servir para nada, ante la posición unánime del resto de la UE en contra de las aspiraciones independentistas de Cataluña.
En España, afortunadamente, ya los ciudadanos somos adultos políticamente, somos capaces de distinguir entre los que quieren vendernos gato por liebre y los que pretenden privarnos de los derechos conseguidos a copia de años de democracia, para hacer que, con nuestros votos, les respaldemos para caer, como lo hicieron en su día los venezolanos, en el cepo de una de estas dictaduras populistas que tanto abundan; aunque parece que ya están empezando a perder fuerza, al menos en la América latina. El tiempo y la realidad social y económica, de estas dictaduras comunistas, están haciendo abrir los ojos a quienes se dejaron seducir por ellas.