Rajoy, un discurso para un imposible gobierno
Fidel García Martínez Catedrático Lengua Literatura, Doctor Filología Románica (Retórica Clásica) Mariano Rajoy pronunció ayer en el Congreso de los Diputados, una de las mejores piezas oratorias desde hace varios debates parlamentarios. La mejor prueba de lo excelente que fue el discurso han sido las opiniones de sus adversarios, especialmente la de esas dos nulidades parlamentarias que son Errejón (Podemos) y Hernando (PSOE), quienes o no atendieron o no entendieron nada, cegados por el sectarismo y por su nula capacidad retórica.
Las circunstancias políticas que vive España y sufren los españoles por culpa de unos políticos infantiles, resentidos, egotistas hasta el ridículo, que tienen en Pedro Sánchez (su máximo ejemplo) y grupo de amiguetes que mal dirigen el PSOE en general, salvo honrosas y muy pocas excepciones, exigían a gritos un discurso claro, contundente y muy efectivo. Esos tópicos de un discurso plano, aburrido y sin convicción es un mantra a prior y sin fundamento.
El discurso de Rajoy se adecuó en su forma y contenido a la realidad cruel que vive España, porque unos incompetentes han decidido contra toda lógica y sentido común hacer del no es no y de lo prescindible, butades para no dar a los españoles lo que piden a gritos: un gobierno que gobierne, que tome decisiones y que impida que la deriva hacia ninguna parte, que es la repetición de unas terceras elecciones y después las cuartas hasta la náusea se haga crónica en España, lo que sería un desastre para las pensiones, educación, sanidad, servicios sociales, el empleo y la inversión. Rajoy ofreció soluciones y consensos frente a la demagogia y al populismo, como lo hacen sus críticos, incapaces de hilvanar una solo frase con sentido para descalificar el discurso de Rajoy, quien se sirvió de un estilo retórico sólido y a veces impactante como cuando condenó sin contemplaciones y con notable energía el deriva del nacionalismo en general y del catalán en particular que pretende romper España, humillar a la mayoría de los catalanes llevándoles a su propio destrucción.
Su gran defensa de la democracia y de la importancia de respetar lo que los españoles votan quedó meridianamente clara en contra de los que por aventuras partidistas y miopes se mofan del voto de los que ostentan la soberanía nacional que son los españoles. La catarata de argumentos ofrecida por Rajoy para evitar que se repitan las elecciones, lo que sería no sólo un sinsentido sino una desgracia que no merecen los españoles, fue un ejemplo de brillantez y solidez retórica. Pero Rajoy también estuvo convincente en demostrar cómo no existía ninguna posibilidad de alternativa a su obligación de formar gobierno, que no fuera el aventurismo, el populismo o la inestabilidad. Formar un gobierno débil con partidos contrarios, opuestos, sin más meta que impedir que forme el gobierno el Partido Popular, preferido por los españoles es un absurdo tan inconsistente como banal. Reprochó a Pedro Sánchez sin nombrarlo, querer ser oposición sin gobierno y no poder formar gobierno porque no tiene credibilidad y capacidad para formarlo, y además los españoles se le han vetado con sus votos. Hoy puede ser el gran día de Rajoy y la sepultura política de Pedro Sánchez.