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Diario YA


 

Recibiendo al holandés errante

Beatriz Bullón. 21 de octubre. Hay un barco macabro en Valencia que quiere recoger a pobres embarazadas para que aborten en aguas internacionales, bajo estandarte holandés. Se trata de concienciar a la opinión pública de este “nuevo” derecho de la mujer: matar a sus crías aún no nacidas cuando le venga en gana. El único requisito necesario: que el bebe todavía no haya nacido. Por ahí se empieza, pero esto puede continuar, porque tan dependiente de la madre es el nasciturus como el niño que acaba de nacer. Y bien mirado, el ya nacido es el que da verdadera lata, el que entorpece radicalmente los movimientos maternos, que de eso se trata cuando se habla de autodeterminación o derecho de la mujer para decidir sobre su descendencia.

Si nuestra próxima ley sobre el aborto lo reconoce como derecho cívico, ya se arreglaran nuestros legisladores para presentarlo de modo que no se oponga a las Declaraciones de Derechos Humanos. De hecho, hay una corriente que quiere introducirlo como derecho de nuevo cuño en el sesenta aniversario de la Declaración Universal de 1948. Tienen que presentarlo como compatible porque nuestro derecho interno no puede contravenir esas Declaraciones.

Esta realidad está en total conexión con nuestra nueva asignatura de educación para la ciudadanía. En ella, se presentan los derechos humanos “en evolución” como principal referencia ética de la conducta humana, se da cabida a “nuevos” derechos. Conforme a ello se evalúa al alumno, se le pone nota según sea mucha o poca su adhesión a semejante postulado ideológico. Nuestros niños habrán de adherirse a este “nuevo” derecho con entusiasmo para sacar matrícula.

Ante esta concepción no hay escape. No se crean los padres que ellos podrán decir sus hijos otra cosa. En la Orden que establece y regula la ordenación de la Educación Secundaria se dice expresamente que los estudiantes deben identificar los valores que subyacen en las personas de su entorno, para analizar sus actitudes e ideas preconcebidas. Nuestra actuación y nuestro juicio serán indirectamente valorados por ese profesor. A nosotros no nos pondrá nota, pero nos juzgará irremediablemente.

Este caso demuestra las graves consecuencias de la confusión legislativa entre Derecho y Moral. Ahora bien, en este caso, quiero extraer una conclusión optimista. Nunca será comparable una solución de muerte con una solución de vida, por mucho que se les quiera confundir, niños y jóvenes percibirán cual solución enciende en la noche del alma una aurora. Nunca será comparable un Padre que nos quiere y puebla gratuitamente un mundo de colores con cientos de funcionarios creadores de miles de oscuras disposiciones por las que cobran.

 

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