Reconocer los problemas es el primer paso para solucionarlos
Manuel Morillo. 23 de febrero.
Cuando nos planteamos embarcarnos en una tarea de cambio social es conveniente examinar la conciencia colectiva y el estado material y de la realidad de la comunidad a la que queremos hacer participar de nuestros valores.
Aunque las ideas que pretendo difundir desde la tribuna que me presta el DiarioYa son harto conocidas y poco originales, es conveniente repetirlas constantemente, porque son constantemente ahogadas por otros conceptos contrarios y engañosos, machaconamente defendidos y difundidos por los media del sistema, que nos quieren dar una falsa imagen de la realidad y que pretenden invertir la escala de valores e inventar un nuevo arquetipo de sociedad al que ir.
Todos sabemos como la mentira repetida termina siendo percibida como verdad.
España no va bien. España está inmersa en una gran crisis que es, a la vez, la de nuestra civilización (crisis de valores) y la de nuestra sociedad (crisis de identidad). Esto se traduce en una aceleración cotidiana de muchos de los males que afectan a nuestra comunidad.
Esta regresión ha aumentado a medida que el partidismo se han incrustado en el poder y colonizado la maquinaria del Estado, a la vez que desprofesionalizado y politizado el funcionariado.
El tener conciencia de los problemas reales de la sociedad española, aunque sea de forma incompleta y parcial, sin pretender endulcorarlos o volverles la espalda, no supone pesimismo, sino, al contrario, es el primer paso para hacerles frente, es la manera de empezar a solucionarlos. El negar los problemas en vez de reconocerlos y ponerles soluciones, el modo con que muchos entes sociales, han venido procediendo, es algo insensato.
Además es necesario analizar el cimiento doctrinal del "discurso cultural dominante" de la actual sociedad para explicar las causas ideológicas que producen muchos de los problemas (Ej. Ante el alarmante descenso de la natalidad y sus inmediatas consecuencias en las pensiones, es obvio advertir que es el resultado del ataque constante a la familia y las fuertes campañas contraceptivas impulsadas por el Estado)
Estos problemas de la población española no son problemas abstractos, resultados de la elucubración teórica, sino la suma de los problemas que padecen, y sufren, los hombres que la componen. Por eso los gobiernos y organizaciones que dirigen la sociedad deben tener claro el auténtico concepto de hombre para poder servirlo en plenitud.
La libertad ha de ser salvaguardada de las posibles abusos del Estado moderno. Con un poder teóricamente inferior, un gobernante en la actualidad tiene un poder real muy superior al de cualquier otro tiempo.
La omnipresencia e influencia económica del Estado y la ciencia, que usada de forma indebida se convierte en tiranizadora, permite que el Estado moderno, que lo quiere saber todo y controlar todo, pueda manipular las conciencias.
Hoy, mas que nunca la intimidad personal está amenazada por el control informático de los ciudadanos. Los que hablan de libertad en abstracto, vulneran las libertades concretas.
Por otro lado, sólo se es libre dentro de un Estado libre. Y para que un Estado sea libre ha de ser fuerte (que no absoluto). La libertad de los hongkoneses en este momento es una cosa muy relativa, ya que están a merced de China. Carecen de libertad política y de soberanía nacional.
España puede y debe tener un Estado fuerte. Un Estado fuerte en el Interior, que pueda proteger a sus ciudadanos de la amenaza terrorista, que pueda mantener la autonomía de la Justicia frente al chantaje de los poderosos, que controle la delincuencia y el narcotráfico, que impida el poder opresor de la Finanza sobre el Trabajo, etc...
Y un Estado fuerte en el Exterior, que defienda la libertad de comercio de sus agricultores, la libertad de trabajo de sus pescadores, el derecho a la vida de sus ciudadanos procesados en el exterior, que se haga respetar en la extradición de los delincuentes...
Ahora hay un Estado, supuestamente defensor de los ciudadanos, omnipresente pero débil, que no cree en sí mismo, que cede de forma continua a lo que le dicen otros, los burócratas de Bruselas o los inquilinos de la Casa Blanca. Ante ellos y ante la gran Banca y las multinacionales, ceden en cuestiones vitales.
Con los ciudadanos se comportan de forma tiránica, dejando eso sí, el derecho al pataleo. "Nosotros le atropellaremos en lo que nos venga en gana, pero usted puede quejarse al Defensor del Pueblo". Elegido por los partidos en el poder. "Y si no, recurra usted al Tribunal Constitucional". Elegidos sus miembros por los partidos en el poder. Y si alguno de los jueces del Tribunal Constitucional se comporta de "forma poco conveniente a lo que el pueblo y el sistema democrático se merecen", recurren al Fiscal General del Estado, elegido por el partido del poder.
En España, el pueblo no tiene de forma auténtica el poder. Son los partidos del "consenso", la burocracia, los sindicatos, los grupos de presión y los medios de comunicación entregados los que hacen y deshacen en la Nación a su antojo, en la mayoría de los casos al margen del interés nacional y el bien Común.
Las grandes decisiones se sustraen a la soberanía popular. Son las camarillas de los partidos las que deciden todo, de espaldas a la gente de la calle. Es una democracia de cuatro señores que llenan el escenario y deciden. Los demás, están mudos haciendo de escenario. Con 10 diputados con el voto ponderado, en función de resultados se evitaría el bochorno de la disciplina de grupo y nos ahorraríamos los gastos de un parlamento del que la partitocracia se ríe. La gente, en la butaca, aburrida de que le tomen el pelo. Pero como nadie denuncia la farsa, todos prosiguen adormilados en sus asientos. No se dan cuenta de que por el precio de la entrada, deberían exigir más, mucho más. O lanzarse al escenario en vez de los actores y actrices de pega que no cumplen con su papel.
La clase política bajo la mascara de un política de integración, organiza en nombre de Europa, la disolución de nuestra Patria en un conglomerado mundialista, abierto a todas las influencias y penetraciones. El papanatismo que les ciega y las deudas a pagar con las internacionales respectivas que les potenciaron, y empujaron a el poder, hacen que la clase política actúe al dictado de los intereses antinacionales, sin reparar en los costes industriales, agrarios, sociales y culturales para nuestra comunidad nacional.
El sistema político parece haberse anclado en el inmovilismo y la senilidad. Las "poltronas" han cautivado a los jóvenes contestatarios de los sesenta. Los ideales y las ilusiones han quedado guardados en el baúl de los recuerdos y si hay alguno que sueña, no alcanzan, más que a imaginar que aumentará el Producto Interior Bruto. Con desprecio absoluto por las personas concretas. Con indiferencia de lo que esa política, sin alma, genere.
Pero ante este panorama conservador y adormilado, que si subsiste nos deja sin expectativas ni ideales, debemos buscar el objetivo de la regeneración, material y espiritual, de España a través de la familia, la educación integral, la revalorización del trabajo y la recuperación de la concordia nacional.
La familia es la célula fundamental de la sociedad. De su estabilidad depende la de la sociedad y la Nación. De su armonía y felicidad dependen la de todos los individuos. No es vano el comprobar cómo, también bajo un punto de económico, es más rentable una persona que se encuentra dentro de una familia estable, normalmente constituida . Se debe volver a reivindicar la pareja natural, de hombre y mujer, y rechaza la promoción de las desviaciones antinaturales y mucho menos su "normalización". El apoyo económico a la familia, al aumento de natalidad, no son gastos sociales sino inversiones de futuro, que no se pueden demorar por más tiempo. La familia estable es el lugar natural para el desarrollo de la vida, el aumento demográfico, el cuidado de los ancianos, la prevención de los problemas juveniles, etc...
La educación en todas sus áreas debe cambiar sus actuales planteamientos de enseñanza en un campo de forma exclusiva excluyente y carente de una formación global, sobre todo en el área de las humanidades, a riesgo de llegar a crear un país de paletos ilustrados. Pero además una educación integra no solo debe informar, aunque sea en todos los aspectos, sino formar, preparar a los hombres para enfrentarse a la vida desde planteamientos morales y desde la perspectiva de los valores. Esta educación no solo es fruto de el sistema educativo oficial, los colegios institutos y universidades, sino que debe comenzar en la familia, que ahora parece haber renunciado a su derecho, pero también deber, abandonándolo en manos del Estado, que a su vez muchas veces lo ha repartido en taifas locales con planteamientos delirantes. Los padres no deben limitarse a matricular, y a veces pagar la educación de los hijos, sino participara activamente y transmitir esa formación desde el ejemplo, siendo modelos activos. También los medios de comunicación, con su gran capacidad de socialización tienen una gran responsabilidad en el ambiente cultural que se respira y en la creación de modelos positivos.
El trabajo, entendido como participación del hombre en la empresa de la creación, supone un entendimiento de la economía acorde con un crecimiento equilibrado y sostenido que pueda soportar el planeta, sin esquilmar los recursos sostenidos, sin la explotación de unos pueblos por otros, y en lo concreto, con una legislación laboral que recupere la estabilidad y seguridad en el empleo como reflejo de la dignidad de ese trabajo y de las familias que dependen de él. La precariedad laboral legal, los contratos basura son solo un parche en falso para la reducción de costes en las empresas. En un marco de estabilidad política y seguridad jurídica que produce crecimiento económico, con una financiación fácil y barata, sin una fiscalidad asfixiaste, con una política activa de presencia exterior que abriese nuevos mercados, protección sobre las importaciones de países con dumping social, etc... el trabajo fijo no solo no supone una carga para la empresa sino una mejora de la profesionalidad y fidelidad de los empleados. Por otra parte el empleo fijo supone consumo e inversión por parte de los trabajadores, que disponiendo de ingresos, para cubrir sus necesidades necesitan de la creación de nuevas empresas que le suministren de bienes y servicios, generándose nuevo empleo.
Y la recuperación de la concordia nacional como consecuencia de la igualdad ante la ley y de la recepción de los mismos servicios y prestaciones por parte del Estado, así como de una educación integradora
Todos estos conceptos son conocidos y aceptados intelectualmente por amplias capas de la población, y más quizá por los lectores de este periódico, y su reiteración puede parecer innecesaria, pero nunca está de más volver a repetirlos como reafirmación pública, colectiva y general de unos valores que socialmente están siendo perseguidos y que muchas veces, incluso por sus defensores, van siendo eliminados del subconsciente, nacional y personal, consiguiéndose la pasividad y la falta de reacción refleja ante hechos que debieran escandalizarnos y en los que ya muchas veces debemos de hacer un acto de voluntad intelectiva para que nos molesten, como ocurre con el aborto o la pobreza.
Pero, además, esta "concienciación intelectiva" , no debe quedarse solo en la queja o el lamento, sino que debe plasmarse en un compromiso político que impida que seamos complices, aunque sea involuntarios , a través del apoyo a cualquiera de los brazos del sistema, con las causas de la situación a la que los españoles estamos sometidos.
Frente a los partidos progres del sistema, tanto los de caracter socialista como a los que se autodenominan centroreformistas, que de forma activa o pasiva están destruyendo las bases de nuestra civilización, dada la estructura legal de nuestra nación, hay que apoyar electoralmente organizaciones políticas alternativas de caracter social y cristiano, de forma que éstas puedan ir situándose en las instituciones y desde allí favorecer los valores irrenunciables y consustanciales con la naturaleza del hombre.