Reflexión sobre los padres y la familia
Inés Robledo Aguirre. Cuantas son las personas que sienten orgullo al manifestar su origen humilde y reconocen que los promotores de lo que han llegado a ser son sus padres. Gracias a los sacrificios de éstos el camino ha sido más llevadero. Toda la gama de avances nace de la renuncia de los progenitores que apostaban por sus hijos, para llevarles a lo que ellos no pudieron alcanzar.
Analizando situaciones actuales, se refleja una oposición en algunos sectores con criterios contrarios a apostar por la familia. Quizás sean hijos de aquellos padres normales, como se solía decir. Lo habitual era que los jóvenes contrajeran matrimonio, se unieran para formar una familia, tener hijos, ayudándoles a ser rectos, honrados, guiándoles en sus estudios y trabajos y potenciar sus aspiraciones.
Cuantas generaciones durante lustros han aportado en su tiempo grandes científicos, comerciantes, artesanos, pensadores… que han dejado su impronta en una sociedad modelo para muchos.
Sorprende por tanto que esos mismos, despreciando el esfuerzo y sacrificio que supuso sacar esa ayuda, traten de cargarse a la familia con ideas descabelladas. Imponiendo leyes nacidas no sé si del resentimiento o de la falta de sensatez o sensibilidad, no sé como llamarlas. Pero sí de una ceguera que manifiesta un déficit alarmante de reflexión al esfuerzo y al sacrificio de los que les han precedido. Le estamos dando a la juventud lo peor, la escoria como espejo de sus vidas, sin modelos donde reflejarse y arruinando a cuantos en su debilidad puedan arrastrar.
Por eso las familias cristianas, apoyándonos en la ayuda que recibimos de la Iglesia, nos unimos a tantos seguidores que consciente de la fortaleza que da la fe, salieron a la calle a manifestar sus creencias, su seguridad y su apoyo a lo que es la familia tradicional, con un manifiesto serio y firme, claro y testimonial. Cuando se ataca, la reacción es la prontitud.
Quisiera respetar a movimientos que no están de acuerdo con este planteamiento, pero busquen algo, ALGO que estimule al hombre, que le aleje del error respetando lo ya establecido en tantos siglos y que a muchos otros les sirve de acicate.
Ahora la reacción sería que entre todos ayudemos a la juventud a ser seguidores de ALGÚN IDEAL. No todo está perdido, existe un ascua que, atizándola con el amor, volvería a encender la llama que prendería la antorcha de las próximas generaciones.