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Diario YA


 

José Luis Orella: El ajedrez ucraniano

 

 

Ucrania se desliza hacia la división social. Finalmente ha quedado claro que el rechazo al acuerdo con la UE, en realidad escondía una nueva revolución. (El ajedrez ucraniano)

 

 

Reflexiones de una Matrona

Me llamo Mª Lourdes Palau y llevo casi 30 años trabajando como matrona. Soy madre de 4 hijos. A lo largo de estos años de profesión, atendiendo a cientos de madres, he llegado a una profunda convicción: mi convencimiento  total de que los niños que llegan tras un embarazo inesperado  es decir, que no son buscados ni deseados en su inicio, pueden ser muy felices y hacer felices a sus padres y familiares, si son finalmente aceptados.

O sea, que más que hablar de niños deseados  o no, debemos  hablar de bebés aceptados o no. Por mi experiencia veo que esta aceptación suele ocurrir a lo largo del embarazo, como muy tarde en el 4º o 5º mes,  casi siempre cuando la madre escucha el corazón de su hijo o siente sus pataditas. Estoy  profundamente   convencida  de  que  un  hijo  es  siempre,  siempre,  una bendición para la madre y para la familia que lo acoge. Insisto en que un hijo nunca, nunca, es una desgracia, venga en las condiciones que venga.
 
En todo caso será un problema con una solución. Y ante la duda de seguir o no un embarazo  y acertar adecuadamente  (en  bien  de la madre,  del  niño  y de todos), debemos  apoyar a la madre  (a veces, bastan  sólo unas pocas palabras),  apoyarle  y darle  tiempo  a  que  surja  su   instinto  maternal  y  de protección  hacia  su  hijo.  Así evitaremos que se produzcan dos víctimas como mínimo: la  madre y el hijo
 
En la vida hay un consejo muy valioso: “no tomar  nunca  decisiones  graves o importantes de una manera apresurada, ni cuando estamos en desolación” . Así pues, podemos deducir fácilmente que una mujer en las primeras semanas de embarazo, por muchos motivos, como es el encontrarse mal o agobiada por tantas cosas, puede perfectamente  no estar en condiciones  de tomar  decisiones  drásticas  y apresuradas  y, por  el  contrario,   sí  ser  muy  sensible  a  nuestro  apoyo  y  ánimo.  Después  nos  lo agradecerá.  No lo dudemos.  Necesita tiempo para asimilar  su nueva situación y verla positivamente.
Lo sé por experiencia.
 
¡A cuántas madres he visto transformarse su semblante de angustia e indecisión en ilusión y felicidad en unos pocos días o semanas. Madres ilusionadas  y felices que después  del  embarazo,  con  su  bebé  ya  en  brazos,  me  dan  las  gracias  por  haberles animado a seguir adelante y proteger a sí a su hijo. Ha sido una de las satisfacciones más grandes de mi vida. Son ya incontables.
 
Durante el embarazo y por supuesto después, ya como madres realizadas, yo no veo ninguna  diferencia  entre estas madres y las que buscaban  un embarazo  durante años. Su expresión feliz me lo confirma.
Tengo que reconocer que no siempre he pensado así.
 
Aunque por la educación recibida nunca he estado a favor del aborto, durante mi formación como enfermera lo habría aceptado en “casos extremos”. Sin embargo algo cambió  en mí cuando,  años después, realizaba las prácticas como  joven  estudiante  de  Matrona:  tuve  que  atender  a  una  mujer  con  un  aborto espontáneo de 12 semanas,  y cuando cogí con gran respeto, en la palma de mi mano, aquel  minúsculo bebé  de 6  cms.,  con unos  pies y unas  manitas  del  tamaño  de una lenteja, perfectos sus deditos, y lo contemplé conmovida, mi admiración no tuvo límites ante tanta perfección   en miniatura. Ya no podía hacer nada. Había fallecido, sin culpa de nadie.
 
Semanas  después,  asistí impotente  al aborto espontáneo  de unos  gemelitos  de unos 5 meses.  Dos niños.  Nacieron  vivos y delante  de mí agonizaron,  largo tiempo, mientras abrían sus boquitas buscando el aire que no podían asimilar por su gran inmadurez… Mirándolos    yo   lloraba    desconsolada, sintiéndome    terriblemente impotente, y pensaba: si esto es tan terrible, siendo espontáneo ¿qué debe ser un aborto provocado, adrede y cruel?. Un  año  después,  en  1985,  ver  la  película  de  un  aborto  “en directo”,  de  12 semanas (“El grito silencioso”) ya fue definitivo para mí. Estas experiencias  me marcaron y ya nunca  más dudé de que haya  que hacer todo lo posible por evitar esas tragedias.
 
Pues, aunque siempre hay un “duelo” ante la muerte de un hijo, ya sea fuera o dentro de la madre, este dolor se supera mejor si no hay sentimiento de culpa; pero el terrible Síndrome post-aborto, cuando la muerte del hijo es provocada, es muy difícil de superar, pues la madre se siente “madre” de ese hijo “ausente” por no haberle ella protegido, y muchas veces a lo largo de su vida lo recordará, con sentimiento de culpa. Esas madres quedan muy heridas.
 
A nivel físico he visto muchas mujeres que luego no han podido ser madres de nuevo, han quedado infértiles o con abortos espontáneos de repetición. Todas ellas quedan heridas en su psicología y, sobretodo, estoy segura, también en su alma.
 
Quiero  contarles  que  en  una  ocasión,  ya  como  madre,  sufrí  mucho  ante  un embarazo con predicción de que el bebé podía venir enfermo. Recuerdo   mi  tremenda   angustia   y  sufrimiento   en  ese  momento,   pero  mi experiencia como matrona y mi amor por la vida, que ha ido aumentando  a lo largo de estos años, y mi Fe (que, como creyente, me daba la certeza de que Dios nos ayudaría si llegaba esa dificultad), todo ello me ayudó a aceptar a mi hijo y amarlo y ayudarlo en todo lo que fuera necesario  para que él naciera y fuera feliz. En ningún momento  me planteé el aborto.
 
Ya nacido, sus primeros meses y años no fueron fáciles, tuvo problemas de salud y hubo momentos en los que incluso temimos por su vida. E sta experiencia dolorosa me ha servido para comprender muy bien a las madres que pasan situaciones parecidas. Actualmente  soy muy feliz (y él lo es, también) con mi hijo de 18 años que ha sido, y es, ¡una gran bendición para todos nosotros!
 
A  lo  largo  de  estos  casi  30  años  ejerciendo  como  matrona,  a  medida  que aumentaba mi amor y respeto por las madres embarazadas y por sus bebés, he asistido impotente a un cambio lento y nefasto de mentalidad  (en la sociedad, en el personal sanitario  y también  en  las  madres  embarazadas), surgiendo  una  mentalidad  muchas veces contraria  a este respeto  por cada vida humana,  venga en las condiciones  que venga…
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Lo que hace 40 años era considerado  como una aberración o asesinato (y sólo se daban casos aislados), con el paso del tiempo  se ha ido aceptando,  cada vez más, como algo habitual y sin demasiada gravedad. Se ha ido aceptando lo inaceptable. 
 
Uno de los factores que ha predispuesto a esto ha sido el que muchas veces se ha querido  esconder  esta cruda  realidad  cambiando  las palabras  verdaderas  por  otros nombres erróneos, términos “suavizados”, que quieren disimular esta triste realidad.
 
La primera vez que me percaté de esto fue cuando, hace unos 25 años, recibí dos folletos divulgativos. Ambos folletos, y que recibí al mismo tiempo, eran bien distintos. En  uno,  dirigido  a  futuros  padres  se hablaba  del  pequeñín  engendrado, en términos de: “vuestro hijo”, “vuestro pequeño”, etc. En el otro folleto, que trataba el tema de la Sexualidad para jóvenes, al hablar del mismo pequeñín se decía, refiriéndose a la posibilidad de Interrupción  Voluntaria del Embarazo  (no se nombraba  la palabra aborto,  sólo a veces IVE, porque “suena” mejor), se comentaba la posibilidad de “vaciar”, sacar el “contenido uterino”.
 
O sea, que según el interés, se pasaba de hablar de “vuestro hijo”, a hablar de “contenido uterino”. Como si dentro de la matriz de una mujer gestante pudiera haber a veces  un hijo  y otras  veces  “otra  cosa”. Como  si este  pequeño  fuera  un quiste  o similar. Daba   náuseas   comparar   ambos   folletos   y,  por   supuesto,   este  último   fue directamente a la basura.
 
Hace años los partidarios del aborto decían que un embarazo podía ser “interrumpido”  porque ese ser “sólo era un grupo de células”, y no un niño pequeñito. Así querían convencer a la sociedad. Ahora ya no van con tapujos, pues todos podemos ver las fotografías y sabemos que es un bebé pequeñín, sin ninguna duda.
Ya no pueden engañarnos. Y, ni lo intentan…
 
Hace unos meses se publicaron unos artículos impresionantes. Uno de ellos son las  directrices  a los ginecólogos del Reino Unido, en las que se indica que en los abortos de más de 21 semanas  se debe realizar un  feticidio  antes de extraer el feto con el aborto. El feticidio se hará poniéndole una inyección “directa a su corazón”  para matarlo directamente,  y evitar así el riesgo de que pueda nacer vivo ya que eso no es lo que se pretende pues, si sobrevive y se deseara su muerte después, hay problemas legales a partir del nacimiento porque ya se le considera un ser humano con derecho a vivir.
 
Recientemente,  en una revista inglesa (Journal of Medical Ethics), dos médicos pro-abortistas  se atrevían a defender  su  postura  de  que  “no nos engañemos,  ya  que filosóficamente  no hay diferencia entre un feto dentro del útero y dos minutos después en que ya es un recién nacido”. Afirmaban que los mismos motivos que justifican un aborto  valen  también  para  eliminar  al  recién  nacido,  ya  que  éste  no  es aún una “persona real” porque no tiene conciencia de sí mismo. Y decían que estaría bien que la Ley permitiera matar  a un recién nacido  durante  su primer  mes de vida fuera  del útero. 
 
Yo me pregunto: ¿al mes ya sería persona? Y ya con ironía: ¿mes “lunar” de 28 días? ¿O mes “solar” de 30? ¿O de 31? ¿Quién establecería  el tiempo exacto? Un día antes  estaría  amparado  por la Ley que permitiera  matarlo  y un día después  sería  un asesinato. A esto,  dichos  médicos  ingleses  lo llaman aborto  posnacimiento  (en  vez de infanticidio  que  es como  lo  llamamos  actualmente,  o  asesinato  de un  bebé,  como diríamos en un lenguaje  más común). Una vez más, ponen términos que confunden la realidad. 
 
Otro médico inglés (Max Pemberton,  que decía no estar en contra del aborto y que había participado en algunos)  comentando  este artículo tan discutido  de estos dos médicos, reconocía en su escrito titulado “Decidiendo cuándo comienza el derecho a vivir”,  reconocía  tener  malestar  cuando  se preguntaba  a  sí mismo  ¿por  qué  la Ley protege a unos bebés sí y a otros no? ¿Por qué podemos matar a un feto enfermo, si aún no ha nacido, y no podemos hacerlo si ya ha nacido? Realmente,  se preguntaba  y nos preguntaba, ¿es tan aberrante, o, quizás no?. Y  explicaba  que,  con  frecuencia,  puede  darse  el  caso de  que  en  el  mismo Hospital  un  niño  nacido  prematurito,  de  22  semanas,  se  esfuerzan  los médicos  por salvarlo, mientras al lado una mujer embarazada  del mismo tiempo, está esperando la intervención del aborto para ser destruido. ¡Qué diferencia entre un niño y el otro!. Este médico reconocía que esto es “un laberinto moral y que con cualquier camino que tome me siento incómodo con la conclusión lógica”.
 
No es extraño ese malestar porque, aunque los hombres se crean “dioses” para decidir sobre la vida o la muerte de otros, en el fondo nuestra conciencia  no se siente tranquila de decidir sobre la vida o la muerte de unos pequeños inocentes.
 
Si la mentalidad en un futuro va por este camino, habría que preguntarse: ¿quién tendrá  el poder  de decidir  sobre  la  vida  o la  muerte?:  ¿la  madre?,  ¿el  padre?,  ¿los médicos?, ¿los gobernantes?, ¿los sociólogos?, ¿los economistas?. Es  una  pendiente  resbaladiza  que  sólo  puede  conducir  al  caos,  al relativizar muchas  vidas  humanas.   Pues,  insisto,  ¿quién  decidirá   qué  ser  humano   con  un determinado    defecto,   debe   vivir   o   no?   ¿Y,   quién   decidirá    qué   defectos   o enfermedades, “sí” o “no”, pasen “la criba” y tengan derecho a vivir?
 
Si la madre quiere proteger y cuidar a su hijo y los demás no, ¿qué pasará?, ¿le arrebatarán   y  matarán  a su  hijo  (como  están  haciendo  en  China),  por  intereses determinados,  económicos,  etc.? ¿Y si ella no puede, pero sus abuelos o unos padres adoptivos desean adoptarlo y cuidarlo, ¿se les permitirá?
Como matrona, muchas veces ante madres gestantes que quieren hacerse “todas las pruebas posibles” para ver la “calidad” de su hijo, les informo de que eso es una “utopía” porque ninguna de las pruebas que ahora existen, ni todas juntas, son seguras al 100% en su resultado y precisión. Hay muchos errores, no sólo en lo referente a la salud del bebé, sino incluso en el cálculo de la semana de gestación…
 
Algunas  veces les he dicho,  que como  son  pruebas  indirectas  a través  de la madre  y que pueden fallar,  ¿qué  les parece  si  saliera  una Ley que al nacer  el bebé tuviéramos un mes de tiempo para hacerle pruebas en directo y, según el resultado, se decidiría  si dejarlo  vivir o no?  Ante  esa pregunta, tan cruda  y fuerte,  su  sorpresa  es grande y me miran con ojos muy abiertos y horrorizados:  ¡Ah, eso no! ¡Nunca! Porque entonces ya lo vemos, ya lo conocemos y queremos.
 
Si por querer al bebé deseamos que éste viva, lo que hemos de hacer es quererlo, quererlo mucho, digo yo. Y eso, gracias a Dios, no es difícil. Preguntemos, si no, a una madre o a un padre con un hijo con cáncer u otra enfermedad grave si desean que viva más tiempo o no. ¿No están a su lado, día y noche, dándole mucho amor? A veces me pregunto: ¿con el tiempo me seguirá siendo útil este argumento ante las madres preocupadas  y seguiremos  sintiendo  un escalofrío  ante esa posibilidad  de desechar a un recién nacido si no es como lo hemos soñado? o, como ha pasado con el aborto en los últimos 25 años, ¿nos habremos ido acostumbrando?
 
Sería un nuevo nazismo, aceptado por muchos… Dios quiera  que no y que sea lo contrario:  sentir un gran amor  por cada  vida humana que se nos regala como un “don”, y que puede vivirse en plenitud incluso con deficiencias, porque su dignidad es intrínseca y no cambia según las circunstancias. Conocemos  a muchas  personas con diversas patologías  que son muy felices y hacen felices a los suyos.
“Amar  y  cuidar  al  que  sufre  nos  engrandece  y  nos  hace  más  humanos” (Benedicto XVI).
 
Todo ser humano tiene derecho a amar o, por lo menos, a ser amado. Ahí está la grandeza y dignidad del hombre. Respecto a lo Legal, no aceptamos un cambio en la Ley en el que se siga permitiendo el aborto por causas psicológicas o físicas de la madre pues, no nos engañemos, todos sabemos que es el gran “coladero” por el que en España se hacen la inmensa mayoría de abortos.
 
Aborto Cero:
Nunca,  por  ningún  motivo,  bajo  ninguna  circunstancia,  podemos  justificar  la muerte violenta de ningún bebé, de ningún inocente, dentro o fuera del útero mater no. ¡NO a la muerte violenta de un sólo ser humano! ¡Nunca! Ésta es mi opinión como matrona, como mujer, como madre.