Reflexiones sobre el día internacional de la mujer trabajadora
Pedro Sáez Martínez de Ubago. El 8 de marzo, se celebra el denominado Día Internacional de la Mujer Trabajadora o Día Internacional de la Mujer. En 1975 la ONU comenzó a celebrar el 8 de marzo como el Día internacional de la mujer. Sin embargo, la conmemoración de hoy tiene su origen en tiempo más lejano y hunde sus raíces en la lucha por la equiparación con el hombre que la mujer ha venido protagonizando desde finales del siglo XIX. Algunos jalones importantes en este proceso son:
El 28 de febrero de 1909 se celebró por primera vez en Estados Unidos el Día de las mujeres socialistas tras una declaración del Partido Socialista de los Estados Unidos. En agosto de 1910 la Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, reunida en Copenhague, proclamó el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, a propuesta de la socialista alemana Luise Zietz apoyada por Clara Zetkin, como una jornada de lucha por los derechos de las mujeres. La propuesta fue aprobada unánimemente por la conferencia de más de 100 mujeres procedentes de 17 países, entre ellas las tres primeras mujeres elegidas para el parlamento finés. El objetivo era promover la igualdad de derechos, incluyendo el sufragio para las mujeres.
Como consecuencia de esta decisión, el Día Internacional de la Mujer Trabajadora se celebró por primera vez (el 19 de marzo) en Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza, con mítines a los que asistieron más de un millón de personas, que exigieron para las mujeres el derecho de voto y el de ocupar cargos públicos, el derecho al trabajo, a la formación profesional y a la no discriminación laboral. Días después, el 25 de marzo, más de 140 jóvenes trabajadoras, la mayoría inmigrantes, murieron en el Incendio en la fábrica de camisas Triangle Shirtwaist de Nueva York, suceso que tuvo grandes repercusiones en la legislación laboral de los Estados Unidos, y en las celebraciones posteriores del Día Internacional de la Mujer se hizo referencia a las condiciones laborales que condujeron al desastre.
Tras todo este proceso, en diciembre de 1977 la Asamblea General de la ONU instituyó oficialmente el 8 de marzo como Día Internacional por los Derechos de la Mujer y la Paz Internacional, adhesión de la ONU que hizo que bastantes países a integraran este día dentro de sus calendarios.
Dado el origen socialista y reivindicativo de la jornada, se entiende ser el de hoy un día idóneo para la comisión de los más diversos disparates, que poco o nada tienen que ver con el espíritu de aquellas pioneras ni con la dimensión real de la dignidad de la mujer que haya su mejor realización en el don de la maternidad propio de su sexo dentro de la naturaleza que confiere la misma dignidad a todos los seres humanos.
Así, muy posiblemente se vea hoy en España a los más variopintos “sujetos y sujetas”, como dirían algunas con más jeta que formación, reivindicar el derecho de la mujer a matar a los niños por medio del abominable crimen del aborto, aprovechando las palabras del Ministro de Justicia, como se podría aprovechar que el Duero pasa por Soria. Y es que, reconocido ya el derecho de sufragio, el derecho de las mujeres a alcanzar cualquier puesto en la sociedad -a ver quién discute esto en la Europa de hoy apabullada por la canciller Angela Merkel- aunque queda algún resto de desigualdad en la equiparación salarial, la lucha, en su inicio justa de la mujer ha degenerado en otras demandas que nada tienen que ver con su verdadera naturaleza ni con la femeneidad.
Hoy lo justo sería desterrar de una vez por todas el irracional, criminal y antinatural grito de “nosotras parimos, nosotras decidimos, por otros en demanda de los derechos pasivos de las mujeres que han dedicado su vida a cuidar del funcionamiento del hogar y han sido la piedra angular de la familia tradicional, cuya jornada doméstica se extiende las 24 horas del día siete días a la semana. Y por ahí debería orientarse esta jornada. También podría reivindicarse los derechos de las abuelas, a quienes la moderna sociedad de mujeres trabajadoras ha convertido en niñeras obligatorias de los hijos de sus trabajadoras hijas y en sostén de sus desempleados hijos. En este sentido ayer se dio a conocer que se ha incrementado la cesta de la compra de los pensionistas hasta los 967 Kg por persona y año, a fin de dar de comer a los hijos a quienes los diversos gobiernos niegan sus derechos constitucionales a un trabajo y salario dignos.
Quizá la ONU y las potencias europeas y americanas, los sindicatos, las ONGs… deberían encauzar sus esfuerzos actuales a lograr que lo que innecesariamente se reivindica aquí, se aplique en otros países, muy particularmente en las sociedades islámicas y orientales, en las que la mujer sí es víctima de toda clase de marginación, abusos y malos tratos, empezando por la comunidad islámica de España, cuyos imanes explican en las mezquitas cómo pegar a la mujer sin dejar marcas.
Sobre lo que se celebra el día de hoy, es muy completa y actual la enseñanza del Beato Juan Pablo II, Pont. Max. En su Carta a las mujeres, de 29 de junio de 1995, con alguno de cuyos pasajes voy a concluir: “Quiero ahora dirigirme directamente a cada mujer, para reflexionar con ella sobre sus problemas y las perspectivas de la condición femenina en nuestro tiempo, deteniéndome en particular sobre el tema esencial de la dignidad y de los derechos de las mujeres, considerados a la luz de la Palabra de Dios […]Te doy gracias, mujer-madre, que te conviertes en seno del ser humano con la alegría y los dolores de parto de una experiencia única, la cual te hace sonrisa de Dios para el niño que viene a la luz y te hace guía de sus primeros pasos, apoyo de su crecimiento, punto de referencia en el posterior camino de la vida. Te doy gracias, mujer-esposa, que unes irrevocablemente tu destino al de un hombre, mediante una relación de recíproca entrega, al servicio de la comunión y de la vida. Te doy gracias, mujer-hija y mujer-hermana, que aportas al núcleo familiar y también al conjunto de la vida social las riquezas de tu sensibilidad, intuición, generosidad y constancia. Te doy gracias, mujer-trabajadora, que participas en todos los ámbitos de la vida social, económica, cultural, artística y política, mediante la indispensable aportación que das a la elaboración de una cultura capaz de conciliar razón y sentimiento, a una concepción de la vida siempre abierta al sentido del «misterio», a la edificación de estructuras económicas y políticas más ricas de humanidad. Te doy gracias, mujer-consagrada, que a ejemplo de la más grande de las mujeres, la Madre de Cristo, Verbo encarnado, te abres con docilidad y fidelidad al amor de Dios, ayudando a la Iglesia y a toda la humanidad a vivir para Dios una respuesta «esponsal», que expresa maravillosamente la comunión que El quiere establecer con su criatura […] Pero dar gracias no basta, lo sé. Por desgracia somos herederos de una historia de enormes condicionamientos que, en todos los tiempos y en cada lugar, han hecho difícil el camino de la mujer, despreciada en su dignidad, olvidada en sus prerrogativas, marginada frecuentemente e incluso reducida a esclavitud. Esto le ha impedido ser profundamente ella misma y ha empobrecido la humanidad entera de auténticas riquezas espirituales”.
PEDRO SÁEZ MARTÍNEZ DE UBAGO